Hace unos días se publicaron los datos del registro del ISBN de 2013 y el titular es llamativo –y acongojante–: la actividad editorial ha caído un quince por ciento. Ante la sensación de que el barco se está hundiendo, las editoriales publican cada vez más títulos de los géneros de moda y dejan la literatura para tiempos mejores. Lo primero es vender
Inferno, de Dan Brown, fue uno de los libros más vendidos en España en 2013 / Getty./zoomnews.es/blogs/letras-y-tretas |
Antes de seguir, prepárense una tila. O algo más fuerte, si es que leen esto en un horario que lo permita. Ya tenemos los datos del registro del ISBN correspondientes a 2013. Y deprimen.
Todos los indicadores han caído una media del 15% respecto a 2012.
Algunos apartados bastante más, como el de las reediciones, que se ha
pegado un batacazo del 31%. El número de títulos publicados por las
editoriales ha descendido un 16% y el de autores autoeditados un 15%. La
edición en eBook se ha estabilizado en 20.000 títulos, con un
ligerísimo aumento del 2%, el único de las tablas; poca cosa para lo
mucho que se habla de ella.
Es la mayor caída global de la que hay constancia.
Caída que se suma al desplome de las ventas en librerías, un 26% en dos años, casi un 40% acumulado en los últimos cinco.
Ante esto, las editoriales están buscando tablas salvavidas que les
permitan capear el temporal mientras llegan tiempos mejores o se
reinventa el negocio. La semana pasada, Andrew Wylie, el agente literario más poderoso del mundo –alias El Chacal–, profetizó en una entrevista al periódico argentino La Nación
la desaparición de la lectura digital. Sería un alivio para los
editores. Claro que Wylie odia a Amazon y sus pronósticos pueden estar
más basados en las vísceras –ya me entienden– que en los datos. Veremos.
Es un tipo con mucho olfato.
Dame un género y moveré el mundo
La primera tabla de salvación a la que se han aferrado las editoriales es la novela de género.
Si se repasan las listas de ventas en todo el mundo, la mayoría están
copadas por cuatro grandes grupos temáticos: novela policiaca y thriller, novela romántica y erótica, novela histórica y las novelas que los americanos engloban en la categoría Young Adult –jóvenes adultos, algo más que juveniles–.
En las listas de los más vendidos de 2013 en Estados Unidos –la madre de todos los mercados editoriales– la gran triunfadora fue la octava entrega de la serie juvenil Diario de Greg, de Jeff Kinney
(RBA). Entre los diez primeros destacaron tres no ficción de carácter
religioso y espiritual –un fenómeno muy norteamericano–, tres novelas Young Adult, dos thrillers y un libro inclasificable de autor mediático.
En los eBooks más vendidos a través de Amazon, el dominio de la
novela fue espectacular y el primer no ficción no aparecía hasta el
puesto número 47. Las diez primeras novelas eran todas de género: cuatro
policiacas y thriller, tres de ciencia ficción para Young Adults –la saga Divergente, de Veronica Roth (Molino)–, dos comedias románticas y una histórica.
En España, la novela de género acaparó, también, la lista de los diez libros más vendidos en 2013. Incluía la trilogía completa de Sombras de Grey, de E. L. James (Grijalbo), y los dos grandes bestsellers internacionales del año: Inferno, de Dan Brown (Planeta), y La verdad sobre el caso de Harry Quebert, de Joël Dicker (Alfaguara). La novela española más vendida fue El maestro del Prado, de Javier Sierra (Planeta), un thriller artístico-mistérico.
Por cierto, y dejo un análisis más profundo para el futuro, parece que el boom de la novela romántica está decayendo un tanto. Al menos en ventas en los Estados Unidos, que marcan tendencia. Hace unos días, se presentaron las cifras del gigante del género, la editorial Harlequin,
y sus ingresos en el primer cuatrimestre de 2014 cayeron un 3,2%
respecto a 2013 y los beneficios aún más, un 14%.
¿Será el inicio del
lento declive de esta moda que ha copado las listas en los últimos años?
Lectores y telespectadores
La segunda de las tablas a las que se agarra la industria es la de la
comercialidad extrema. La venta es la vara que todo lo mide y el bestseller, el rey.
Los departamentos de comunicación y marketing deben estrujarse cada
vez más las meninges para conseguir una cierta notoriedad de sus
títulos. No lo tienen fácil. El espacio dedicado a la cultura y, peor
aún, al libro, es cada vez menor en los grandes medios de comunicación,
que son los que inciden, de verdad, en las ventas. En ese marco, ser un
personaje famoso garantiza la promoción.
Ya lo explicamos en otro artículo, ¡Mi reino por un minuto de televisión! Aparecer en un magazine televisivo o en uno de los programas punteros de la radio provoca un incremento inmediato de las ventas.
Y no digamos ya si el autor es eso que llamamos un mediático o una celebrity. En un país en el que la tirada media de un libro –no la venta– es de poco más de 3.000 ejemplares –datos de 2012–, un autor mediático se mueve en docenas de miles.
¿Hablamos de Belén Esteban
encaramada al número uno de las listas de ventas? ¿O de los 200.000
ejemplares que Jorge Javier Vázquez se despachó en poco más de un mes?
¿O del éxito continuado de Mario Vaquerizo?
En las últimas semanas han ofrecido sus reflexiones sobre la realidad, entre otros, el Gran Wyoming y Dani Mateo, de El Intermedio de La Sexta, y Cristina Pardo, de los servicios informativos y Al rojo vivo de la misma cadena.
Pero el fenómeno del trasvase de profesionales de la televisión al
libro no se queda en las memorias y reflexiones de actualidad.
Periodistas y presentadores están publicando más novelas que nunca.
En pocos días han coincidido en las librerías cinco, firmadas por gente tan popular como Màxim Huerta, de El programa de Ana Rosa en Telecinco –que se ha llevado el Premio Primavera de novela–, David Cantero, de Informativos Telecinco, Luján Argüelles, de Un príncipe para... o de ¿Quién quiere casarse con mi madre? de Cuatro, Christian Gálvez, comodín en Telecinco, y Mónica Carrillo, de Noticias a las 9 de Antena 3.
En el otro gran mercado editorial de nuestro país, el de lengua
catalana, el fenómeno es muy parecido; ahí está para dar fe, por citar
solo a un rostro popular de TV3, Martí Gironell, que también publica en castellano.
El tercer gran grupo de los profesionales de televisión pasados al
mundo editorial es el de los guionistas de series. Nos saldría una lista
tan larga que excedería los límites del artículo. Su experiencia
narrativa garantiza tramas plagadas de giros sorprendentes, diálogos
ágiles e historias entretenidas. Algunos publican con su nombre y otros,
en especial en el apartado de novela romántica, bajo algún seudónimo
femenino.
Peio H. Riaño, uno de los analistas más combativos del sector, lo explicaba desde su columna en El Confidencial:
"La industria editorial no necesita lectores, necesita telespectadores.
Y va a por ellos. Los libros que incorporan noticia escalan posiciones
en el mundo de la preventa con mayor facilidad que los que sólo ofrecen
literatura, más allá del apellido del autor. La comercialización del
producto de Belén es mucho más fácil, porque además los comerciales que
lo distribuyen por las librerías tienen más interés en colocarlo que de
los que no esperan rendir cuentas. ¿Por qué? Funcionan a comisión".
¿Dónde queda la literatura?
En esta supuesta carrera por la supervivencia, la literatura queda al
margen. Cada vez son menos los títulos literarios, salvo que vengan
avalados por el éxito en otros mercados –Estados Unidos, Reino Unido y
Francia, sobre todo– o lo firme un autor de prestigio y con una sólida
carrera a sus espaldas.
A lo mejor es el signo de los tiempos. El escritor e influyente crítico francés Henri Raczymow es
de los más apocalípticos: "El libro se ha convertido en una simple
mercancía supeditada a los imperativos de la oferta y la demanda y, por
esta razón, sometida a la implacable regla de su eliminación por el
siguiente del mismo autor o de otro (...) El resultado del proceso es
que el libro queda inexorablemente reducido a la función de un
entretenimiento sin mayores sustancias cuyos méritos vienen, además,
prefabricados por la acción publicitaria".
De ahí, esa dictadura del género y esas modas que aplastan todo cuanto encuentran a su paso: sucedió con los thrillers esotéricos al calor de El código Da Vinci, luego con la novela negra escandinava –cualquier libro firmado por alguien cuyo apellido acabara en son tenía garantizada su publicación–, las intrigas medievales post Los pilares de la Tierra, y ahora con lo romántico-erótico.
¿Cuál será la próxima moda? Hagan sus apuestas. Yo lo meditaré con mi cafelito de los días de pensar.