miércoles, 7 de mayo de 2014

García Márquez: "Yo soy el Vargas Vila de mi generación"

Escribía cuentos infantiles que luego les leía a sus hijos para  matar  el estilo de Cien años de soledad

Flor Romero de Nohra y Gabriel García Márquez./semana.com
Gabriel García Márquez sonríe ampliamente debajo de esos bigotes estilo mexicano que cada vez son más largos y se le despelucan más. Está instalado nuevamente en Barcelona, después de regresar (por barco naturalmente, porque le tiene pánico al avión) de dos meses de vacaciones por Italia y Francia, con su esposa, Mercedes, y sus dos niños, Rodrigo (8) y Gonzalo (6) que ya han iniciado el año escolar, en un colegio de educación inglesa.

Fueron unas vacaciones relativas, pues estuvo corrigiendo la traducción al francés de Cien años de soledad y trabajando con la directora venezolana Margot Benacerraf en un guion para un largometraje en colores que se filmará en la Guajira. "Es un argumento de esos locos -dice Mercedes- con una gorda gorda, como personaje central".

"Espero terminar mi nueva novela en unos dos o tres años, para después sí irme a vivir ya del todo a Barranquilla y dedicarme a la pachanga. Ya estoy cansado de viajar. La cuestión es que no me dejan salir de Cien años de soledad porque no acabo de corregir la traducción francesa, cuando ya tengo que meterme a revisar la traducción inglesa". Además, pareja a la aceptación del libro (En España lleva varias semanas entre los diez libros más vendidos) viene el asedio publicitario. A todos los periodistas que lo visitan los atiende "porque yo soy periodista y me parece desleal decirles que no", pero la situación cambia cuando es, por ejemplo, un joven director de cine que dice: "Esta es la ocasión de mi vida, si me permite hacer una película sobre usted". Porque Gabriel García Márquez no quiere ni que hagan películas de su vida, ni de sus obras.

El mismo día en que Cien años de soledad ganó el premio de la Crítica en Italia, recibió una llamada del productor Francesco Rossi, pidiendo los derechos para hacer una película. "Sería una película muy larga y muy complicada. No es cierto, pues, que mi última novela va a ser filmada a corto plazo, como publicaron en Colombia. No sé de dónde sacaron esa noticia. Como no son ciertas tantas otras tonterías que publican sobre mí".

Gabriel termina el steak gótico, en el restaurante del barrio gótico de Barcelona. Enciende un cigarrillo negro y habla de su nueva novela: "Ya tengo casi todo estructurado. Lo más fácil es sentarme a escribir. Será una novela larga, como de mil páginas, con muchos personajes: chinos, holandeses, hindúes, ya me salgo de Macondo y me instalo en todo el Caribe". Le cuento que en Colombia están tan mareados con Cien años de soledad, que ya las reinas de belleza resuelven ser Pilar Ternera, la prostituta vieja de su novela, las cartas políticas se escriben desde Macondo, y todo así por el estilo.

Él comenta que en Venezuela más de 30 pintores participaron en la exposición de cuadros con temática de Cien años de soledad, y que la muestra fue con decoración de hojas e implemento costeños: "Aquí en España, el torero Paco Camino declaró que la novela que más le había gustado era la mía, y la cantante Massiel dijo que la novela que más le encantaba era "Mil años de soledad". Mercedes ha terminado la perdiz al vino, y ríe de buena gana. Ella es la que más lee los comentarios y colecciona los recortes de prensa que llegan de todas partes, a través de la agente literaria de Gabriel, la catalana Carmen Balcells, que se da golpes contra las paredes cuando él resuelve decir categóricamente "no quiero una película sobre Cien años de soledad, por lo que dijo Heminguay: "Cuando uno ve una película hecha con sus libros, es como ver a alguien haciendo caca sobre la tumba de su mamá".

Es un lector incansable, y tanto para leer como para escribir, se enfunda en un overol de camionero. Sabe que tiene un gran compromiso con los lectores, y por eso está haciendo despacio su nueva novela  Cien años de soledad le abrió todas las puertas, y le ha dado experiencia para lidiar a los editores. "En un almuerzo reciente que le dio mi agente al editor norteamericano Cass Canfield, de Harper & Row, aumente cinco kilos de felicidad diciéndoles a todos los editores: "Lo tendré en cuenta a usted en mis planes futuros".

Es consciente de la inmensa alegría que da tener a los editores corriendo detrás del escritor, cuando lo usual es que los novelistas anden rogándoles a ellos que les publiquen. "Lo importante es escribir, seguir escribiendo, no importa lo que pase, hasta que un día se da una novela y ya se venden entonces todas las anteriores. Yo duré quince años escribiendo hasta que reventó. ¿Cuánto tiempo estuve con los originales de La hojarasca entre el bolsillo hasta que aquel editor colombiano, Lisman Banm, se decidió a publicarla?”.

Ahora Suramericana de Buenos Aires ha editado todos los anteriores libros de Gabriel García Márquez y están vendiéndose muy bien.

"No se debe firmar el contrato que le presentan a uno los editores, sino el que uno les presenta a él", es su recomendación experimentada para los jóvenes escritores.

Está enterado de toda la actualidad colombiana y sabe a veces más cosas que quienes vivimos del todo aquí: "Siempre que llegan recortes, yo leo por el respaldo las noticias que aparecen". De Venezuela, en donde hay grandes simpatías por él, desde el tiempo en que residió en Caracas también le llegan noticias. Y esta vez son de Adriano González León, el ganador del último premio Biblioteca Breve de Seix Barral, con País portátil, quien le comenta la actualidad, junto con su esposa, Mary, una argentina suave, pálida y sonriente.

Los percebes, esos mariscos increíbles, entre animales, vegetales y minerales con pezuña prehistórica, peludos y deliciosos, han invadido la mesa, "por recomendación de Mercedes: "Aquí en Barcelona, los mariscos son riquísimos. Ahora vendrá la temporada de las anguilas; son de maravilla". Gabriel reconoce que es un "gourmet" de marca mayor y cuenta que hace escándalo cuando el plato no está bueno o cuando anuncian algo que no tienen. Esto claro, en el restaurante Amaya no sucede porque todo es ele primera, la atención y el cocinero, que es amigo de Gabriel.

Sobre los porcebes, las gambas y las cigarras desfilan los golpes de estado últimos de Suramérica y las situaciones calientes que viven algunos países. Le cuento que Esmeralda Arboleda se va a casar con el embajador de México en la ONU y Gabriel da también noticias: "Esmeralda estuvo hace poco visitando Barcelona, por cierto que perdió un anillo con una esmeralda que dizque valía como cinco mil dólares y era un recuerdo sentimental. Pusimos hasta aviso en el periódico, pero fue imposible recuperarlo. Se le perdió en el barrio gótico".

"Vamos a caminar por las Ramblas porque si dices que viniste a Barcelona y no conocisteis las ramblas, no te van a creer".

Hay parada forzosa frente a cada puesto de libros y revistas para ver qué hay de nuevo. (Se respira un clima de seguridad completa). Hasta en el barrio chino, en donde se cruzan las gordas, las flacas, las rubias, los marineros cantando, los jovencitos tímidos.

Gabo prepara su próxima novela El otoño del patriarca. "Es el monólogo de un dictador que está a punto de ser juzgado por un tribunal popular. Un hombre que ha gobernado su país durante 120 años". Hace ya tiempo tenía la novela casi terminada, pero rompió las 230 páginas. Durante años he venido reuniendo anécdotas e historias de dictadores. Ahora debo olvidarlas todas antes de empezar a escribir. Será difícil crear el prototipo de este personaje mitológico v patológico de la historia latinoamericana", G.G.M. expresa su preocupación.

"Es difícil inventar algo monstruoso o fantástico que sea, que no haya sido ya hecho por algún dictador hispanoamericano: Rafael Leónidas Trujillo, Tiburcio..".

Carias, Henri Chistophe o Alexandre Petion; Manuel Estrada Cabrera. Juan Vicente Gómez, Belzú o Mengarejo... "Y sobre la acogida de sus futuras obras después del éxito de Cien años de soledad predice: "Tengo que seguir inflando el globo hasta que estalle. O hasta que yo reviente".

Gabriel García Márquez se siente ubicado en Barcelona y hasta allá van los periodistas de Madrid a buscarlo para entrevistarlo, a enterarse de que le tiene pánico al avión, que no dicta una conferencia ni de peligro, que fuma como una chimenea y que está loco por volverse a Colombia, porque ya está harto de viajar. 

Flor Romero de Nhora es escritora colombiana.  Autora de Tres kilates ocho puntos, novela que indaga sobre el mundo de las esmeraldas colombianas.