Uno de los libros trata el triste final del exquisito escritor Stefan Zweig y otro habla sobre el espejismo libertario del Frente Popular francés
Portada de Los últimos días de Stefan Zweig./lavanguardia.com |
La coincidencia de la publicación de dos novelas gráficas, una acerca del triste final del exquisito escritor Stefan Zweig y otra sobre el espejismo libertario del Frente Popular francés en los años 30, constata que la historia es un ciclo sísmico capaz de acabar en un instante con cualquier sueño.
Norma Editorial publica de forma simultánea en España Mattéo (Agosto 1936), de Jean Pierre Gibrat y Los últimos días de Stefan Zweig,
del dibujante Guillame Sorel y Laurent Seksik, dos obras autónomas que
se pueden leer de forma complementaria para acercarse y entender una
época que marcó el siglo XX.
A mediados de la década de los
treinta, Francia vivía una segunda revolución, el Frente Popular del
socialista Léon Blum gobernaba el país, y el ambiente entre las clases
trabajadoras era de euforia por los cambios destinados a mejorar las
condiciones de vida de los más humildes, como la aprobación de la
vacaciones pagadas o la reducción de la jornada laboral.
Pero, en
ese agosto del 36 en el que Gibrat (París, 1954) sitúa su novela y en
el que los franceses llenan playas, verbenas y salones bailes o
simplemente disfrutan embriagados del nuevo estilo de vida, unos
amenazantes ecos de guerra comienzan a llegar del otro lado de los
Pirineos y a encapotar el continente.
"Mattéo" es la tercera
entrega de una pentalogía sobre la vida de un emigrante, hijo de un
anarquista español que intenta rehacerse de las heridas en el alma
provocadas por los obuses y las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, un viaje a Colliure, donde vive su madre y un antiguo
amor, le obligarán a enfrentarse a unos fantasmas que creía
desvanecidos.
La novela de Gibrat combina el erotismo que este
dibujante imprime siempre a sus personajes femeninos con el tono
melancólico de oportunidad perdida que impregna las viñetas, por otro
lado llenas del sol del Mediterráneo, de las sombras de los pinos y de
la sensualidad de las noches de verano a la luz de luna.
Las
noticias que llegan de España por el golpe militar de Franco y el
desencanto ante la falta de implicación del gobierno galo con el
conflicto vecino, se mezclan con lo cotidiano de los personajes, que sí,
hablan y discuten de política, de lucha de clases, pero que, por encima
de todo, exhiben sus deseos de sacarle partido a la vida, aunque ello
conlleve riesgos inesperados.
Más sombrías si cabe son las
páginas de "Los últimos días de Stefan Zweig", de Seksik y Sorel, una
novela que se cuela en la existencia del escritor vienés justo en el
momento en el que éste y su segunda mujer, Charlotte, se hayan en una
huida desesperada hacia ninguna parte, alejándose lo más posible de las
garras del nazismo.
Es agosto de 1941, los partes de guerra no
son nada halagüeños para los aliados por el rápido avance de las tropas
de Hitler y, mientras tanto, en la cabeza del autor de "Carta de una
desconocida" cada vez hay menos lugar para la esperanza.
El
escritor y pensador de origen judío había visto que sus obras, de
marcado carácter antibelicista, habían sido prohibidas en la Alemania
del Tercer Reich y sus libros, quemados.
Tras pasar por Londres y
Nueva York, Zweig (1881-1942) y su esposa se embarcan en la ciudad de
los rascacielos rumbo a Brasil, donde finalmente se suicidó el autor de
"Momentos estelares de la Humanidad".
El caqui, los marrones, las sombras predominan en esta novela gráfica, paradigma de un mundo que se acaba.
Ni
la exuberante vegetación, ni la vitalidad brasileña levantan el ánimo
de Zweig, que con desgana escribe su autobiografía, abandonado ya a los
recuerdos de "los tiempos gloriosos de Viena, de los días de sus genios,
una Europa cosmopolita despreocupada, creativa", rememora el personaje
que acaba preguntándose si aquello no fue "un simple sueño".
Al
igual que en "Mattéo", el devenir histórico marca la vida de Zweig y su
esposa "Lotte", como la llama su marido, pero hay hueco para mostrar su
intimidad, los remordimientos del escritor por haber dejado a su primera
mujer o la admiración infinita de Charlotte.
La novela recoge
como la pareja, instalada en Petrópolis, quiere llevar una vida normal,
aunque la invasión de Singapur a manos de las tropas japonesas exacerba
el fatalismo del humanista Zweig, que se apodera de la relación y
contagia incluso a su esposa, consolada hasta entonces con el anhelo de
regresar a una Viena liberada.
La idea de un mundo dominado por
el nazismo horroriza a la pareja, que decide huir a un lugar donde nadie
les pueda atrapar. En febrero de 1942, se quitan la vida, abrazados, un
instante que Seksik y Sorel subliman como un acto de amor desesperado.
En
un monólogo interior Zweig -una licencia de los autores- se despide de
los suyos pidiéndoles perdón y reclamando clemencia a quienes le fueran a
juzgar por una decisión que la historia podría calificar de
precipitada.