viernes, 1 de agosto de 2014

El zapeo significativo

Adam Curtis es uno de los documentalistas más destacados de la actualidad

 
Culturals./lavanguardia.com
Desde la BBC, trabaja a partir de imágenes de archivo con las que construye películas a modo de collages visuales a través de los cuales trata de desvelar  falsas verdades. Curtis denuncia mediante una peculiar poética visual con la que se dirige al espectador medio televisivo
 Adam Curtis pasó de sus estudios de política en Harvard a colaborar con el programa de humor de la BBC That's Life. Su vertiente humorística seguirá destilándola con sus colaboraciones en los programas Newswipe y Screenwipe de Charlie Brooker; Oh Dearism, The rise and fall of TV journalism, How all became Richard Nixon o On paranoia son algunas de estas breves piezas. Curtis llegó a la BBC para quedarse; la BBC es una maquinaria tan gigante que nadie la puede controlar: "Mi trabajo es nadar en el caos y usarlo a mi favor", dice Curtis. No es de izquierdas ni de derechas, sino que lo que quieres es descubrir las "falsas verdades históricas", buceando en el archivo de la BBC (sus documentales son found footage), como periodista que es, aunque no crea ni en la ideología, ni en el periodismo, ni en la política y no pueda dejar de hablar de eso, precisamente.

Curtis se centra en cómo las élites intentan ejercer su poder imponiendo una ideología, creando mitos que devienen verdades y esas verdades, a su vez, se convierten en armas de guerra. Esas ideas, como Curtis aprendió de Max Weber, tienen consecuencias individuales y sociales, afectando al mundo. Con sus documentales indaga en el peligro de la racionalidad tecno-política y de los falsos milagros de la ciencia (en la estela de la crítica frankfurtiana), así como en los intentos suicidas de concebir la sociedad como una gran máquina que es gestionable, ya sea desde la teoría de juegos durante la guerra fría, ya sea desde las utopías cibernéticas (Pandora's Box, The Trap, All watched over by machines of loving Grace); también investiga cómo la memoria y la historia han sido usados por políticos y élites para infundir sus ideologías, movilizar y controlar a la población (The living dead); ha puesto en evidencia la relación entre algunas políticas monetarias y el colapso de los mercados (Pandora's Box, The Myfair Set, 25 Million Pounds); o, finalmente, ha hablado de cómo las élites político-económicas han querido regular las necesidades y los miedos individuales para conseguir crecimiento económico y control político (The century of the self, The power of nightmares). En definitiva, la obsesión de Curtis es hurgar en cómo las finanzas, los ordenadores y la teoría de la gerencia (managerial theory) -lo que Weber llamaba la jaula de acero- moldean las vidas de la gente.

¿Cuál es su método? Curtis se mira en el espejo de la trilogía U.S.A. de John Dos Passos, donde mezcla collage documental, ficción y autobiografía, un proceso muy cercano a los Combines de Robert Rauschenberg, de quien Curtis admira su técnica y su mirada crítica y sarcástica a la cultura norteamericana. También es un admirador explícito del trabajo del camarógrafo Erik Durschmied, del periodismo de James Mossman, de la comedia humana de Balzac y la hauntología derridiana que podemos resumir en el hecho de que en cada momento presente somos apresados, cazados por el pasado o, como decía Walter Benjamin, "toda obra integra su pre-historia juntamente con su post-historia para hacer la anterior cognoscible".

Curtis es hijo del scratch vídeo (The Duvet Brothers, Gorilla Tapes, Emergency Broadcasting System...) que se popularizó en los años ochenta en Gran Bretaña, trabajos de remezclas audiovisuales y musicales que criticaban las políticas de Margaret Thatcher basadas en los recortes en vivienda y educación, en la liberalización del sector de las telecomunicaciones y los medios, en la desregulación de la bolsa de Londres y en la ascensión de las finanzas y la emprendeduría. Curtis coge la basura (trash) pop, los detritus audiovisuales y musicales de la cultura popular, para recontextualizarlos. La música es un elemento fundamental, a través de ella, como decía en una entrevista con Alex Miller, "intento crear un aura que me permita decir algo y que la gente lo escuche". En The century of the self empieza a hacer un uso enfático de la música y un uso irónico de muchas de las letras de las canciones: Brahms y Shostakóvich comparten repertorio con Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt o What a wonderful world de Armstrong. En The power of nightmares es Brian Eno, Charles Ives, Skinny Puppy o Ennio Morricone y las bandas sonoras de las películas de Carpenter. Para The Trap usó de nuevo Eno, Morricone y Carpenter, y añadió Sibelius, Yo La Tengo, la música de El Padrino, las bandas sonoras de Bernard Herrmann o LCD Soundsystem. En All watched over by machines of loving grace coge como leitmotiv In Dreams de Roy Orbison, junto a canciones de Pizzicato Five, Nine Inch Nails, Kraftwerk, Wagner, Britten o, como un déjà vu, Shostakóvich y Carpenter.

En el 2009 el Festival de Manchester le encargó que montara un filme sobre cómo se ejerce el poder en el mundo, el resultado fue It felt like a kiss. Se centró en los fantasmas del pasado de los cincuenta y sesenta (encarnados en figuras como Doris Day, Eldridge Cleaver, el chimpancé Enos, Sadam Husein, Richard Nixon, Lee Harvey Oswald, Lou Reed, Mobutu Sese Seko, el séptimo piso de la CIA...) y las consecuencias que han tenido en la conformación del incierto mundo en el que vivimos. La música de la película incluye las canciones de la época y de los propios protagonistas, pero en el festival se ejecutó en directo con unos arreglos de Damon Albarn, la interpretación del Kronos Quartet y la colaboración de la compañía de teatro Punchdrunk.

Finalmente, el Festival de Manchester atacó de nuevo encargándole un espectáculo similar al anterior, pero con la banda Massive Attack, conocidos por su actitud antibélica y su defensa de los derechos humanos, aparte de ser los pioneros del trip-hop, música que también samplea material antiguo para rehacerlo de nuevo. La actuación (provocative entertainment, lo llama Curtis) tuvo lugar en una fábrica abandonada donde el público era rodeado por diez pantallas mientras la banda tocaba sus temas y covers de grupos como Suicide o Grob. ¿Los protagonistas del espectáculo? Donald e Ivanna Trump, Nicolae y Elena Ceausescu, Jane Fonda y Ted Turner, Hamid Karzai, todos los de Goldman Sachs, la bomba de neutrones, Bambi, el punk siberiano y "nuestras peores pesadillas". Como dice, sarcásticamente, en el filme el propio Curtis: "El sistema te escucha, te observa, te entiende y te da lo que sabe que quieres (...) Y nada necesitará cambiar"; tu sueño, tu juventud humeante, tu felicidad, transitoria, tu buen gusto, artificial, son ofrecidos al corazón del sistema, son el motor del sistema.