Sorprendentes hipótesis en el encuentro de Novela Negra del Cultural San Martín. Además, uno de los expositores aseguró que existen los sicarios militantes
Un policía de Baltimore. Neill Franklin, convencido de que la guerra contra el narcotráfico no es útil./revista Ñ |
Un policía de Baltimore llega al Cultural San Martín y cuenta
que entre el público hay un exnarcotraficante, también estadounidense:
hace veinte años, Neill Franklin –el policía– perseguía a delincuentes
como Brian O’Dea –el ex narcotraficante–. Hoy son amigos. Y
participantes de Buenos Aires Negra!, un festival donde todo vínculo con
el crimen –ficticio o no– vale.
Franklin contó conmovido: “Un
gran amigo, infiltrado entre narcos, fue asesinado mientras compraba
cocaína; entonces me pregunté si la guerra contra el narcotráfico no
implicaba más muertes que el consumo de drogas”. Ese cambio de enfoque
llevó al policía a trabajar en LEAP, una organización que aboga por la
regulación estatal del mercado de drogas: “Hay cada vez más muertes por
sobredosis, la droga está más disponible que nunca, en Sudamérica y
Centroamérica hay crímenes violentos, la corrupción es cada vez mayor;
es una industria que existe hoy y existirá mañana, ¿quién prefieren que
la maneje? No creo que dejar esto en manos de los carteles sea lo
mejor”, reflexionó Franklin. Desde su silla, O’Dea aplaudía fuerte.
Un
rato antes, los escritores Alvaros Abós y Juan José Delaney habían
dialogado sobre “Crímenes pretéritos”. Delaney reconstruyó la teoría que
asegura que Jack El Destripador murió en Buenos Aires: “Un sacerdote
irlandés me contó que un inglés moribundo pidió confesarse en el
Hospital Británico y que habría admitido los crímenes del famoso asesino
londinense”, contó, y agregó que los archivos de ese hospital abonan la
idea. Abós recordó cómo un libro de la historiadora María Sáenz Quesada
le hizo descubrir a Clorinda Sarracán: “Era la esposa del pintor Jacobo
Fiorini, que apareció muerto. Se supo que era adúltera y que con su
amante habían asesinado a Fiorini, así que la condenaron a muerte. Pero
con la horca lista, el abogado aseguró que estaba embarazada y se
salvó”.
Y también hubo tiempo para los conocimientos técnicos
sobre el crimen: el psiquiatra forense Raúl Torre y el médico forense
Daniel Silva hablaron sobre los sicarios (de ayer y de hoy). Silva
recordó que, desde el origen de la práctica hasta hoy, la motivación es
la misma: “Una promesa remuneratoria”, y contó que la palabra “sicari”
en el mundo romano definía a “el que usaba el puñal para matar”. A
quienes matan una vez por encargo o se dedican a matar para ganar algo
así como un sueldo fijo –en México, en Colombia o en la mafia italiana–,
Torre agregó lo que considera un tercer tipo de sicario: “Es aquel que
mata por ideología, por ejemplo en un acto terrorista”.