De mariposas, insectos y otros bichos
Mariposas
Magdalena Sofía
Alas azules, con movimientos convulsivos llama
libertad al alfiler que le traspasa.
El pulpo
Elena Milán
El pulpo extendió sus brazos: era un pulpo multiplicado por sí mismo.
Carlota lo miró horrorizada y corrió a la puerta. ¡Maldita costumbre de
encerrarse con llave todas las noches! ¿En dónde la habría dejado? Regresó a la
mesita. La llave no estaba ahí. Se acercó al tocador. En ese momento se enroscó
en su cuello el primer tentáculo. Quiso retirarlo pero el segundo atrapó su
mano en el aire. Se volvió tratando de gritar, buscando a ciegas algo con que
golpear esa masa que la atraía, que la tomaba por la cintura, por las caderas.
Sus pies se arrastraban por un piso que huía. El pulpo la levantaba. Carlota
vio muy cerca sus ojos enormes. Era sacudida, volteada, acomodada y recordó que
entre aquella cantidad de brazos debía haber una boca capaz de succionarla.
Se refugió en su desmayo. Al volver a abrir los ojos se hallaba tendida en
la cama. Un tentáculo ligero y suave le acariciaba las piernas, las mejillas.
Otro jugaba con su pelo.
Carlota comprendió entonces y sonrió.
Carlota comprendió entonces y sonrió.
Los
ecalitos
Henri Michaux
Nunca he sabido si era debido a una enfermedad o a una simple disposición natural. El cuerpo de los ecalitos, por poco que les rocen, enrojece (menos las manos y los pies).
La señal les dura una hora, a veces mucho más.
Los cazadores que vuelven del bosque parecen flores,
hojas, semillas.
El cuerpo de las mujeres es nacarado, rosa, con reflejos
admirables.
No me cansaba de estampar, con el pulgar y los dedos,
figuras rosadas y otros cuerpos rosados de hadas y de muñecas. Gracias a ese
pequeño talento, ellas me amaban. Les gustaba, sumisas y traviesas, abandonarse
entre mis dedos.
Lavado
Armando Carrillo
Cada noche, cuando me lavo las manos si lo hago con agua
tibia (con agua fría nunca sucede), mis dedos escapan uno por uno, y se ponen a
nadar en el lavabo y remontan la corriente de la llave, cual pequeños y morenos
salmones. Al ver esto me desespero, y trato de atraparlos, siempre con
infinitos e infructuosos esfuerzos pues no tengo dedos (todos están nadando)
con que retenerlos: después lloro, y al oírlo mi madre entra y jalándome una
oreja, me dice: “Oye bien esto, loco, si vuelves a sacar de su estanque los
peces de tu tía y los enjabonas y te los quieres poner en los dedos, no te
dejaré salir de tu cuarto en un mes”.
El sueño de la
mariposa
Chuang Tzu
Chuang Tzu soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un
hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un
hombre
Aparición
Ramón Gómez de la Serna
La bella joven se reía tanto a la orilla del mar
que, como la risa es la mayor provocadora de curiosidad, asomó su cabeza un
tritón para ver lo que pasaba.
—¡Un tritón! —gritó ella.
Pero el tritón, tranquilo y sonriente, la serenó
con la pregunta más inesperada:
—¿Quiere decirme qué hora es?
Las alas de la mariposa
Ermilo Abreu Gómez
Una mariposa perdió sus alas y se echó a llorar y
su amigo Tamaychi le dijo:
—¿Por qué lloras?
—Perdí mis alas.
—Sigue mi consejo y serás feliz.
—Lo seguiré cualquiera que sea.
—Camina hasta que llegues a esa lomita.
—¡Está muy lejos!
—Pues sólo si llegas a ella podrás ser feliz.
—Iré entonces porque sin alas me siento morir.
La mariposa se puso a caminar y a caminar y así
caminando llegó a la lomita, a tiempo que caía el sol. Pero estaba tan cansada
que se quedó dormida y soñó entonces que tenía alas y que volaba y volaba.
Cuando despertó, Tamaychi se le acercó y le dijo:
—Te veo feliz mariposita.
—Oh, si muy feliz. Soñé que tenía alas y que
volaba.
—Sigue soñando, que la felicidad soñada, ya es
felicidad.
Metamorfosis
Homero Benítez Aguirre
Se sintió sorprendida: unos ojos
azules de pestañas rizadas afeaban su cara, un pelo rubio colgaba de su cabeza.
Se palpó los senos, las piernas, se miró las manos y movió los dedos. Pero
cuando quiso mover sus antenas, de pronto se dio cuenta de que ya no era
hormiga.