viernes, 8 de agosto de 2014

La casa de los espías

Un libro revela la historia del londinense edificio Isokon , nido de agentes desde los años treinta 


El londinense edificio Isokon, una vez restaurado. / Nicholas./elpais.com

Si visitan el barrio londinense de Hampstead, no dejen de internarse por Lawn Road. En esa frondosa calle residencial, aparece repentinamente una especie de… ¿trasatlántico varado? Un bloque de cuatro plantas que rompe con todo lo que le rodea, una audaz avanzadilla modernista: formas redondeadas, suave color rosa y pasillos al aire libre, ahora objeto de la investigación de David Burke, que en The Law Road Flats (Boydell and Brewer) husmea entre los moradores del edificio para encontrar un enjambre de espías en activo en los años 30 y durante la Guerra Fría. Restaurado en la pasada década, hoy el edificio luce tan provocador como pudo serlo en 1934, cuando entraron sus primeros inquilinos.
El edificio Isokon fue el producto de la feliz intersección entre una pareja de idealistas, Jack y Molly Pritchard, y un diseñador visionario, el canadiense Wells Coates. Gente muy al tanto de los debates entre los arquitectos europeos sobre la arquitectura funcional, la vida en común, el ideal igualitario.
Exiliados de la Bauhaus se refugiaron allí tras el ascenso de Hitler
Les atraía el concepto del “piso mínimo”, que ellos consideraban indispensable para trabajadores intelectuales en un entorno urbano. Y decidieron ponerlo en práctica en la parcela que tenían en Lawn Road, cerca de la estación de Metro de Belsize Park.
A pesar de utilizar técnicas entonces novedosas, como el hormigón armado, el edificio se construyó dentro de los plazos, reafirmando la creencia de sus creadores: aparte de progresista, era económicamente factible. Incluía 22 minimun flats más tres estudios, cuatro apartamentos dobles y el ático para el matrimonio Pritchard, aparte de los espacios comunes —cocina, lavandería, bar-restaurante— y las habitaciones para empleados (bastante miserables).
El inquilino ideal debería ser soltero y llevar poco equipaje: el servicio se ocuparía de todo lo demás. El espacio era escaso pero aprovechado al máximo con los muebles de Coates. Se buscaba el ideal de Le Corbusier, “la máquina habitacional”, enriquecida por el pragmatismo británico: el equipamiento incluía un hornillo eléctrico, para que no faltara el té.
Fue un éxito desde el principio, aunque el perfil de sus habitantes cambió por las urgencias políticas. Con la ascensión de Hitler al poder, el Isokon acogió a luminarias de la Bauhaus como Walter Gropius, László Maholy-Nagy o Marcel Breuer. Pritchard estuvo a la altura de las circunstancias: no cobró alquiler a los exiliados y testificó que eran antifascistas, para evitar que fueran internados tras el inicio de la guerra. Pero no podía estar seguro de las verdaderas lealtades de muchos refugiados.
Burke investiga entre la extraordinaria fauna que ocupó los pisos, desde el escultor Henry Moore a Eva Collett, la propietaria de influyentes librerías y tiendas de discos. Pero sus cuentas son nebulosas: para llegar al número de 32 espías soviéticos conectados con el Isokon, suma supuestos visitantes, residentes en los alrededores y parientes sospechosos.
La 'long chair' fue diseñada por Marcel Breuer para la empresa Isokon.
Todavía hoy, con la inaccesibilidad de muchos archivos de la era soviética, hay demasiados casos abiertos: imposible saber quiénes eran agentes y quiénes no pasaron de compañeros de viaje. Respondían, además, a diferentes amos: el NKVD, el GRU (inteligencia militar) o la Komintern. Semejante concentración de espías puede sonar a disparate pero está el famoso principio de esconder algo dejándolo a la vista.
Los pisos de Lawn Road eran un centro visible de actividad izquierdista: se celebraron veladas de solidaridad con España o China, con menús típicos de los países en guerra. Pero tales eventos eran de rigor en la sociedad intelectual de Londres. Se entiende que hasta una dama conservadora como Agatha Christie se mudara allí en 1941: se trataba de un edificio que ofrecía más protección ante los bombardeos alemanes que su domicilio habitual. Curiosamente, su estancia coincidió con la publicación de El misterio de Sans Souci, una de sus raras novelas con temática de espionaje: algunos de los detalles incomodaron a las autoridades.
¿Controlaban el Isokon los servicios británicos de contrainteligencia? Liquidada la Guerra Fría, aseguraban informalmente que estaban al tanto pero que la invasión de la URSS por los nazis les impidió recurrir a arrestos o expulsiones; los antiguos enemigos habían ascendido a aliados. Asuman con escepticismo tanta sabiduría retrospectiva: en el Isokon se instaló tranquilamente el austriaco Arnold Deutsch, responsable de reclutar a Kim Philby y demás miembros del Círculo de Cambridge, los topos más eficaces de los años treinta y cuarenta.
En realidad, el MI5 ignoró los peligros de la situación. Un ejemplo: en el Isokon residió Charles Brasch, un poeta neozelandés que trabajaba en las ultrasecretas instalaciones de Bletchley Park, descifrando los mensajes alemanes (y que seguramente sabía que, entre 1943 y 1944, se comenzó a hacer seguimiento de las comunicaciones soviéticas). Más adelante, incluso vivió allí un despistado agente de la CIA, desconocedor de la reputación del lugar.
David Burke llega a contar hasta 32 infiltrados soviéticos ligados al edificio
Aún fue más milagroso que el Isokon sobreviviera a la piqueta. Pritchard no buscó la rentabilidad y, en los años sesenta, se lo traspasó a la revista socialista New Statesman. Poco tiempo después, fue adquirido por el distrito londinense de Camden, que tuvo una iniciativa feliz —lograr que, como edificio protegido, tuviera la máxima calificación— pero que apenas invirtió en combatir su deterioro.
A final de siglo, el Isokon estaba abandonado. En 2003, se inició una rehabilitación a fondo, gracias al acuerdo entre una asociación sin ánimo de lucro, la Notting Hill Home Ownership, y Avanti Architects, un estudio versado en la regeneración de edificios. La obra fue financiada por la venta de los mayores apartamentos; el resto, pertenece a una cooperativa de trabajadores municipales de Camden. Se ha añadido una Isokon Gallery, que cuenta la asombrosa historia del lugar.
La Isokon Gallery se puede visitar exlusivamente los sábados y domingos, entre marzo y octubre. Más detalles en info@isokongallery.co.uk.