lunes, 21 de abril de 2014

Buenos Aires, una amada fotografía en la vida de Gabo

Gabo que estás en los cielos


Gabriel García Márquez ,Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014. Cien años de soledad ,1967./revista Ñ

“En 1967 la fama lo alcanzó como un rayo y desde entonces no hay medida del tiempo para él. Todo lo que vive está suspendido en la pura eternidad”.  Lo escribió Tomás Eloy Martínez y, como tributo a la muerte de Gabriel García Márquez, la Fundación TEM reproduce hoy en su sitio web un bello texto del escritor argentino sobre su entrañable amigo colombiano, el padre de Cien años de soledad, la gran novela de América como la llamó la revista Primera Plana.
El hombre que reescribió el Génesis, tal como es considerada por algunos críticos su monumental historia de los Buendía, había enviado su manuscrito a la vieja Editorial Sudamericana con los pocos pesos que le quedaban en el bolsillo.

Había mandado las más de 500 páginas de su novela en dos tandas, siempre alentado por su mujer Mercedes Barcha que iba vendiendo alguno que otro artefacto doméstico para pagar los envíos. Los 500 dólares de anticipo que el legendario editor Paco Porrúa le había mandado por los derechos de su cuarta novela se habían esfumado en el pago de deudas. García Márquez se sentó a esperar, con ilusión, la respuesta Porrúa, que apenas comenzó a leer la novela quedó atrapado por completo.
Apenas terminó de leerla, sin saber todavía si Gabo era un genio o un loco, Porrúa decidió traerlo a Buenos Aires con una buena excusa: ser jurado de un  premio que se crearía con Primera Plana.
Gabo y Mercedes vivieron sus primeros días en Buenos Aires en el más completo anonimato. Sin embargo, la gloria comenzaba a aletear cerca: sentados en un café vieron pasar a un par de mujeres con la bolsa de la compra, y mezclados entre las verduras, allá iban los ejemplares de Cien años de soledad.
Fue al entrar a la Sala de Experimentación Audiovisual del Instituto Di Tella, donde se estrenaba “Los siameses”, de Griselda Gambaro, con la dirección de Jorge Petraglia, que alguien reconoció a García Márquez. Y un primer espectador le gritó: “¡Bravo! ¡Bravo!” y otro le agradeció la novela y todo el público se puso de ie y lo ovacionó. Así la fama le salió al encuentro al narrador que se atrevió a reescribir el Génesis. En sólo un mes “Cien años de soledad” agotó más de 11.000 ejemplares en el Río de la Plata.
Los siguientes días en Buenos Aires su vida fue una sucesión de pedidos de entrevistas, de autógrafos, gente que quería verlo, tocarlo, conocerlo….así empezó la construcción del mito. Tan conmovido y aturdido quedó que decidió atesorar aquellos momentos para siempre. Mientras su celebridad crecía en el mundo, las versiones sobre por qué nunca más volvió a Buenos Aires también se agigantaban. Incluso se llegó a hablar de algún enojo o temor del escritor por la efusividad del público argentino.
Nada de eso fue cierto. Como tampoco lo fue el cuento de la gitana que le vaticinó que su suerte cambiaría si regresaba a esta ciudad. Quizá la confusión provenga de las profecías de Melquíades y la gitana de “Cien años de soledad”.
Llegó con hambre y se fue con gloria. García Márquez tenía una pequeña superstición: decía que donde todo comenzó, podía acabar. Así de simple fue el motivo por el que nunca volvió a la Argentina, y congeló para siempre a Buenos Aires como una amada fotografía en su memoria.