Habló el periodista estadounidense Jon Lee Anderson, quien cerró el ciclo Celebrando a Gabo, que durante el mes de marzo se llevó a cabo en la Luis Ángel Arango
¿Qué le queda del trabajo de García Márquez en su época de reportero?
Gabo como periodista era muy hombre de su época, era más bien un
cuentista. Tenía una veneración exacerbada por el oficio de escribir el
oficio porque el periodismo fue su plataforma para lanzarse como autor.
He conocido a otros como Gabo, que tienen una narrativa tejiéndose en el
interior: tú les cuentas que viste un doberman en la esquina y cuando
se lo cuentan a otro dicen que fue un elefante. Gabo es así. Eso es lo
que diría yo: el periodismo le sirvió a Gabo para pulirse como escritor,
tanto de ficción como de no ficción.
¿Sería distinta la carrera periodística de García Márquez hoy?
Dependería en que edad lo pillaríamos y si volviera al escenario teniendo 25 años.
Hoy en día el mundo es distinto y creo que le exigirían otras cosas.
Pero no lo sé. Es como preguntarse qué habría pasado si el Che hubiese
nacido obeso, pues no sé porque no nació obeso.
Se ha hablado mucho sobre los límites entre la realidad y la
ficción en el periodismo, y por supuesto, en la obra de García Márquez…
Es una línea delgada. Para no ahondar demasiado en esto, a buen
entendedor pocas palabras. Yo creo que su gran legado para el periodismo
es su adoración por el oficio y su esfuerzo para fundar la Fundación de
Nuevo Periodismo. Además ha conseguido ayudar a crear una escuela que
no existía. Pero no debemos perder de vista que no le exigían las mismas
cosas, cuando ejercía la profesión, que probablemente se exigen ahora.
Pero mira, si tu lees sus despachos desde Ginebra sobre la cumbre de los 5 grandes para El Espectador,
por ejemplo, cualquier colombiano que leyera eso habría entendido que
estaba mamando gallo en cantidad, pero a la misma vez sabía que estaba
recibiendo una versión de la realidad pero filtrada por el ojo genial de
Gabo. Y por eso lo aceptaron. Pero hoy el mundo es más calvinista, y
eso, quizá, no sería posible. Las normas han cambiado en estos los
últimos 60 años.
Han cosas que han cambiado, pero hay cosas que permanecen...
Y también hay diferentes escuelas culturales. Yo diría que hoy, este
hemisferio se rige por la escuela norteamericana de periodismo, que es
un poco protestante, un poco calvinista y un poco inmisericorde. Esto de
que un fact, es un fact que no puede adornarse… y
está bien pero siempre y cuando las reglas del juego estén claras y
explicitas. Yo diría como periodista que hay que seguirlas, a menos de
que uno les advierta a los lectores que no lo va a hacer, o le guiña el
ojo al menos. Pero había una época en la que no existían esas normas. En
otras épocas mucha de la información que una podía leer, con algunas
excepciones, era propaganda pura, propaganda oficial, occidental
inclusive, porque no fue solo en la URSS o en Alemania.
Hablemos de sus perfiles y crónicas ¿cuánto suele tardarse en escribir uno de sus despachos para el New Yorker?
El reporteo puede variar mucho, pero en general no me gusta tardar menos
de dos semanas. Le he hecho en menos, pero muy pocas veces, las podría
contar en una mano. Normalmente, si estoy trabajando bien y me acompaña
la suerte y el empeño, me demoro más o menos un mes de reporteo, luego
son como tres semanas de elaboración, ahí van dos meses, luego viene la
parte de edición y el chequeo de datos. Por eso yo hago como 3,5 cosas
al año: porque me toman tres o cuatro meses de trabajo.
¿Cree que disponer de ese tiempo es un privilegio que se extingue?
Siempre me quieren decir esto. ¿Por qué en extinción? Yo estoy aquí.
Nunca ha habido tantos que lo hacen, siempre ha habido un solo New
Yorker. Nunca ha habido mucha oferta de este tipo, siempre ha sido para
una élite. Lo bonito de esto, que ahora llaman longform, o de
largo aliento, es que sirve como una especie de raíz para muchas otras
cosas, de ahí se puede sacar mucho, se pueden sacar muchas historias de
diferentes géneros desde el cine al teatro, al cuento corto, a la
ficción.
En sus textos periodísticos las escenas son elocuentes para la
narración. El perfil de Gabo empieza por el carro blindado que usa para
transportarse en Bogotá, en el de Chávez empieza en el consultorio de su
siquiatra que lo compara con Bolívar, en la biografía del Che hay una
lectura de los astros… ¿Esconden una intención esas selecciones?
Es un instinto de que es una buena forma de empezar. Con el Che, por
ejemplo, lo del horóscopo fue una decisión tardía. Muy al final pensé
que sería un buen instrumento para agregar un poco de suspenso no
ficticio a lo que era la vida por venir, una nota de intriga inusual.
En el caso de Chirinos (el siquiatra de Hugo Chávez), era tan inusual
que un siquiatra rompiera el juramento hipocrático utilizando pretextos
para hablar del presidente de un país — y ojo, luego supe que era con la
anuencia del presidente—, me pareció que había una historia ahí que era
genial. Siempre quise comenzar por ahí porque tenía el abanico de
definiciones con que podía jugar para entrarle y, además, él hacia la
comparación con Bolívar que era la clave con Chávez.
En el caso del carro blindado con Gabo creo que comencé con otra escena
originalmente porque lo vi en varios lugares. Él tiene nueve casas en
seis países y yo lo vi en tres de ellos. Como escritor, mi desafío era
afincarlo en un sitio porque si bien lo vi en Madrid y Barcelona esa no
es su tierra. Pude haber empezado por ahí, diciendo que comenzó equis
libro por allá en los años 70, pero Colombia era un espacio muy
llamativo. Se vivía una situación dramática y como yo quería hacer un
perfil político de Gabo me servía eso de ir con él desde su casa en el
norte hasta el centro en un carro blindado, con un exguerrillero de
chofer… Tenía varios elementos para mostrar que Colombia era un país en
conflicto, y que este hombre, el Nobel, tiene una relación con el poder
desde hace mucho tiempo. Tenía todos los elementos que necesitaba para
ayudarme en lo que buscaba, que era finalmente un perfil político de
Gabo.
¿Por qué es tan importante ver al sujeto en tantos lugares?
Porque, por ejemplo, si hubiera entrevistado a Gabo así no más, no
hubiera conocido a un don Chepe, no habría sabido que tiene un Botero
del año 57 en el muro de su casa, que Mercedes fuma cigarrillos, que no
sé qué, que no sé cuánto… Todos los detalles de una vida que son los
componentes necesarios para un buen relato, para una buena historia.
Usted ha reporteado y escrito sobre varios de los conflictos
armados de las últimas décadas. Colombia cursa un nuevo intento por
encontrar una salida negociada al conflicto armado, y en las últimas
semanas se han planteado discusiones sobre el papel de las artes o de la
cultura en escenarios de posconflicto ¿Cree que ‘las artes’ tienen un
papel en esto?
Según la cultura. Por ejemplo en algunas sociedades africanas el
dramatismo teatral ayuda a que la gente exorcice cosas en público, lo he
visto. Podría funcionar en un pueblo como Colombia, aunque no sé si en
Bogotá. Por supuesto que la cultura y las artes pueden ayudar a amenizar
el ambiente, si lo dejamos todo a los políticos y los economistas no se sanea muy bien la sociedad.
Yo creo que sí tienen un papel aunque el pacto de paz tiene que ser
hecho por los hombres de guerra y luego la sociedad como tal se tiene
que incorporar.
Un rumor por confirma ¿Es cierto que a Gabo una vez le pidieron un encargo para el New Yorker y no pudo o no lo quiso hacer?
Creo que es una leyenda urbana. Lo que sí pasó es que querían cambiar un
dato fáctico y él se enojó, pero creo que al final sí lo lograron
publicar. Se enojó porque el factchecker era una ladilla.
Imagínate (ahora no recuerdo, pero antes sí sabía el dato exacto) que le
dice ‘señor Márquez tú dices que en el año 1931 en la madrugada en
Aracataca el día amaneció nublado, pero nosotros hemos visto en las
cartas astronómicas del Instituto no sé qué, que no es cierto, fue
soleado. Hay que cambiarlo’ y él dijo: “¿Cómo que cambiarlo?”. Fue algo
así, un dato menor, pero estoy repitiendo sobre una leyenda urbana otra
leyenda urbana. Gabo no es un hombre de rencores, nunca, nunca, quizá
solo uno, pero no es un hombre vengativo, es un hombre generoso de
espíritu y a la larga termina bien todo.