El siglo de Nicanor. Con una cascada de ediciones y muestras, de su archivo fotográfico y sus famosos collages, Chile festeja la obra del poeta nacional que siempre enarboló su libre albedrío
Terraza al Pacífico. El gurú de la antipoesía en su casa del pueblito de Las Cruces. |
En isla negra, mientras Pablo Neruda prepara unos tragos (su otra obsesión además de la poesía). |
De entrecasa, con dos de sus hijos Colombina y Juan de Dios, 1974. |
De la muestra Parra 100. Con el poeta norteamericano beatnik Allen Ginsberg, lecturas en The Poetry Project, Nueva York, 1987. |
Estudiante de Cosmología en Oxford, 1949. |
Pop del Cono Sur. Un “Quebrantahuesos”, montaje en colaboración, de 1952. |
Collage fotográfico incluido en la muestra “Obras públicas”, de 2006. |
Artefactos. Algunos de los montajes gráficos y objetos serán exhibidos en la muestra “Voy & vuelvo, curada por Ignacio Echevarría, en Chile./revista Ñ |
En Las Cruces, 150 km al sur de Santiago. La bruma envuelve la
bahía y por la empinada calle Lincoln, ni un vecino sube en esta mañana
de viernes. El mar luce como aceite oscuro de tan frío y no salpica las
rocas volcánicas de la playa: ese es el paisaje que ve el artista desde
su terraza –él está tal cual, la foto es reciente. En este balneario de
los años 20, que hoy persiste en su orgullosa decadencia, todavía no hay
señales de embellecimiento: todo está como fue quedando. Pero los
carteles advierten que estamos en el Litoral de los poetas ,
jalonado por Cartagena, donde vivió Vicente Huidobro, y más allá Isla
Negra, comarca de Neruda. Nicanor Parra es el prohombre del pueblo. El
tiene otra casa en Isla Negra, donde alguna vez fantaseó un anti-museo;
el entusiasta grupo de amigos que vela por él planea ocultarlo allí el 5
de septiembre, cumpleaños del siglo. Es que en Las Cruces hay indicios
de que comenzarán los tours.
El chalet es de madera oscura y ventanas blancas y tiene una puerta de roble donde pintaron un grafiti con aerosol, Antipoesía
, lo cual le dio mucho gusto. En la calle, el Volkswagen Escarabajo
color plata, modelo 60 conserva sólo la patente trasera, PF 41.50 –otro
igual, en versión descapotable, quedó en la desvencijada casa de La
Reina, en Santiago. Fue en ese barrio donde se suicidó de un tiro en la
boca la folclorista Violeta Parra, su hermana, a quien estaba muy unido
.
Parra y los coches, gran atributo –imposible imaginar a un centenario “tuerca” ni tan hipster
. “El automóvil es una silla de ruedas”, dice uno de sus “aforismos
chilenos”. Y fue porque alguien me contó hace unos meses que él sigue el
rito semanal de subirse y encender la batería, para recargarla, que
estamos aquí. Un vecino sostiene que en 2013 se lo vio manejar por el
pueblo al menos dos veces, junto a un copiloto en pánico. ¿Habrá
saludado como siempre, con la señal de la paz? Si bien al cumplir 90 se
lamentó de estrenar la presbicia, no ha perdido la vista de lejos. Se
sabe que sigue subiendo sin ayuda a su cuarto, en el primer piso, pero
no le veremos ni el famoso pelo –de un “blanco sulfúrico”, según lo
describió Leila Guerriero en un bello retrato hace unos años.
Otra
noticia, de noviembre. Ha descubierto que una manera elegante de
negarse a una tarea es pedir un millón de dólares a cambio. Eso hizo
cuando el millonario chileno Leonardo Farkas, después de los elogios a
su Rey Lear , le rogó una traducción de Hamlet . Para su sorpresa, al
día siguiente el pintoresco Farkas se presentó con el maletín, que fue
desestimado con un delicado puntapié.
El chalet no tiene timbre,
hay que golpear. Será una anti-entrevista, la nuestra. La inefable
Rosita Avendaño, su guardiana, dice con aire inocente: “Don Nica
aceptará los presentes pero no podrá recibirlos por encontrarse mal”.
Cuentan que una vez, cuando Rosita se fue de un portazo tras una pelea,
hubo que repatriarla desde el sur. Y es un consuelo que su voz no haya
sido más vacilante cuando disculpó a Parra ante el ex presidente
Sebastián Piñera. Esa es su voz corriente.
A celebrar, que son dos días
En un Chile con una fuerte tradición de caudillos literarios, el culto a la personalidad del poeta roza la idolatría ante este Centenario en vida. Hay una fiebre de Parra, con artículos de prensa cada semana. La municipalidad santiaguina regalará en septiembre una edición de los Artefactos (1972), sus postales con versos hiperbreves, y habrá exposiciones callejeras. Su obra ha sido reeditada en tomos icónicos por la editorial de la Universidad Diego Portales, que bautizó la biblioteca con su nombre. En julio, al publicarse Temporal , poemas inéditos de 1987 recobrados por el poeta Adan Méndez, sobre las tormentas que azotaron a Santiago ese año, sobre el cierre del pinochetismo, hubo tres reseñas en un mismo diario. Las fiestas siguen en una gran agenda. El 7 de agosto abrirá “Voy y vuelvo”, curada por el crítico español Ignacio Echevarría, con sus célebres montajes fotográficos. Se trata de la muestra de 2006 en el Centro Cultural La Moneda, censurada y reabierta, pero que motivó la renuncia de su coordinadora, Morgana Rodríguez –luego exhibida en Guadalajara 2012 y en la Biblioteca Nacional de España en 2013. Además de artefactos poéticos, como las bandejas de pastelería con aforismos, incluye el famoso crucifijo de madera –con el cartel “Voy & vuelvo”, en lugar del INRI– y “El pago de Chile”, el tinglado de presidente a escala que motivó la censura y que ahora incluye a Michelle Bachelet –¿son ahorcados o títeres los que cuelgan? Por si al premio Cervantes 2011 le faltara homenaje, y en virtud de su adhesión al ecologismo, en marzo Greenpeace lo nombró ciudadano ilustre de la República Glaciar, un país imaginario fundado en Los Andes. Y a mediados de agosto se sumará la iconográfica “Parra 100”, curada por Cristóbal Ugarte, su nieto Tololo , en el Centro Gabriela Mistral, de La Alameda. Es que en el terremoto de 2010, al caer una biblioteca en La Reina, el joven descubrió una valija llena de fotos (varias de ellas, en esta edición). Su nieto favorito, custodio del archivo, es pianista y musicalizó poesía de su abuelo.
En un Chile con una fuerte tradición de caudillos literarios, el culto a la personalidad del poeta roza la idolatría ante este Centenario en vida. Hay una fiebre de Parra, con artículos de prensa cada semana. La municipalidad santiaguina regalará en septiembre una edición de los Artefactos (1972), sus postales con versos hiperbreves, y habrá exposiciones callejeras. Su obra ha sido reeditada en tomos icónicos por la editorial de la Universidad Diego Portales, que bautizó la biblioteca con su nombre. En julio, al publicarse Temporal , poemas inéditos de 1987 recobrados por el poeta Adan Méndez, sobre las tormentas que azotaron a Santiago ese año, sobre el cierre del pinochetismo, hubo tres reseñas en un mismo diario. Las fiestas siguen en una gran agenda. El 7 de agosto abrirá “Voy y vuelvo”, curada por el crítico español Ignacio Echevarría, con sus célebres montajes fotográficos. Se trata de la muestra de 2006 en el Centro Cultural La Moneda, censurada y reabierta, pero que motivó la renuncia de su coordinadora, Morgana Rodríguez –luego exhibida en Guadalajara 2012 y en la Biblioteca Nacional de España en 2013. Además de artefactos poéticos, como las bandejas de pastelería con aforismos, incluye el famoso crucifijo de madera –con el cartel “Voy & vuelvo”, en lugar del INRI– y “El pago de Chile”, el tinglado de presidente a escala que motivó la censura y que ahora incluye a Michelle Bachelet –¿son ahorcados o títeres los que cuelgan? Por si al premio Cervantes 2011 le faltara homenaje, y en virtud de su adhesión al ecologismo, en marzo Greenpeace lo nombró ciudadano ilustre de la República Glaciar, un país imaginario fundado en Los Andes. Y a mediados de agosto se sumará la iconográfica “Parra 100”, curada por Cristóbal Ugarte, su nieto Tololo , en el Centro Gabriela Mistral, de La Alameda. Es que en el terremoto de 2010, al caer una biblioteca en La Reina, el joven descubrió una valija llena de fotos (varias de ellas, en esta edición). Su nieto favorito, custodio del archivo, es pianista y musicalizó poesía de su abuelo.
Aunque ha
combatido la figura del poeta nacional desde los años 50, en su poesía y
sus prácticas contraculturales, hay algo del patriarca en este hombre,
padre de 6 hijos y con 16 nietos, que a los 80 años presumía de una
novia veinteañera y una virilidad toruna (dice uno de sus
artefactos-silla: “Príapo: “¿Hay algo peor que la impotencia senil?/ la
potencia senil”). Sin embargo, en su obra y su persona pública, el
patriarca alterna con su contrafigura, el dandy. Hay una singular
fotogenia, la belleza acentuada al suavizarse los rasgos, con la edad,
el dramatismo vital de la estampa. “Su trasfondo barriobajero –sostiene
Rodrigo Rojas, docente de la Universidad Diego Portales que pertenece a
su núcleo– le ha permitido atravesar todos los mundos y mantener siempre
la distancia. Es un equilibrista; puede absorber la periferia cultural y
darle centralidad.” Parra es reverenciado por todo un universo de
autores jóvenes, sobre todo en virtud de su postura poética –el
antilirismo y el uso del habla coloquial–. En buena medida, esto se
origina también en una alineación con el novelista Roberto Bolaño, quien
dijo un día: “Se lo debo todo a Parra...” El novelista Sergio Missana,
quien relativiza la fiebre de Parra, coincide en que su influencia entre
los jóvenes es considerablemente mayor a la de Neruda, “sobre todo como
creador de la escuela de la Antipoesía”.
Y aún así, él no se
priva de dar un tarascón a la mano tendida de sus seguidores. Mientras
algunos explican su enorme influencia por la archisimplificación actual
de la literatura y la crítica, corroídas por el cambio de los paradigmas
de la lectura, y subrayan la comodidad del estilo radical chic ,
cultivado por la familia a pesar de sus orígenes muy populares, él ha
destinado sus propios sarcasmos a lo que en criollo santiaguino se llama
la izquierda cuica, rebautizándola como lumpen Aristokrat
. Vale la pena recordar que el presente endiosamiento salda su largo
ostracismo y el repudio sufrido durante largos años, desde que en 1970,
aun después de haber ganado el Premio Nacional, la Sociedad de
Escritores lo declaró oficialmente “fuera de la izquierda”, debido a la
independencia de sus posiciones políticas y su dogma de autonomía
ideológica en el arte, más cercano a los beatniks que al la literatura comprometida.
Para divertirse como chino
Nacido en San Fabián de Alico, en la región de Ñuble, Nicanor fue el mayor de seis hermanos, hijo de un carismático maestro de escuela que mortificaba a todos con su alcoholismo. Su afición a las coplas, junto al poder de una madre campesina, que le instigó el gusto por el habla rural, fueron determinantes. La infancia fue pobre, con mudanzas entre Chillán y Santiago; empezó a componer poemas “para hacer llorar a la mamá”, según le contó a Leónidas Morales en el valioso Conversaciones con Nicanor Parra. Tal vez por el impulso de reparación, estudió Matemáticas y Física en la Universidad de Chile y en los años 40, cuando ya había publicado un primer poemario, partió a estudiar Mecánica Avanzada a la universidad de Brown, en EE.UU., y luego Cosmología a Oxford. Espléndidas ocasiones para estudiar a los poetas metafísicos ingleses y a Whalt Whitman, para imitar a Edgar Lee Masters en el arte de escribir epitafios y sermones fúnebres para muertos de ficción, entre otras negociaciones poéticas con la muerte. A la vuelta se desempeñó como subdirector de la Escuela de Ingeniería de Santiago. Pero tenía una fantasía dinamitera, ya desversificaba una tradición nacional basada en el lirismo de los herederos de Mistral y Huidobro. En 1954 se publica Poesía y antipoesía y, con 40 años, cruza el umbral –en palabras borgeanas, ya se debe todo a sí mismo.
Nacido en San Fabián de Alico, en la región de Ñuble, Nicanor fue el mayor de seis hermanos, hijo de un carismático maestro de escuela que mortificaba a todos con su alcoholismo. Su afición a las coplas, junto al poder de una madre campesina, que le instigó el gusto por el habla rural, fueron determinantes. La infancia fue pobre, con mudanzas entre Chillán y Santiago; empezó a componer poemas “para hacer llorar a la mamá”, según le contó a Leónidas Morales en el valioso Conversaciones con Nicanor Parra. Tal vez por el impulso de reparación, estudió Matemáticas y Física en la Universidad de Chile y en los años 40, cuando ya había publicado un primer poemario, partió a estudiar Mecánica Avanzada a la universidad de Brown, en EE.UU., y luego Cosmología a Oxford. Espléndidas ocasiones para estudiar a los poetas metafísicos ingleses y a Whalt Whitman, para imitar a Edgar Lee Masters en el arte de escribir epitafios y sermones fúnebres para muertos de ficción, entre otras negociaciones poéticas con la muerte. A la vuelta se desempeñó como subdirector de la Escuela de Ingeniería de Santiago. Pero tenía una fantasía dinamitera, ya desversificaba una tradición nacional basada en el lirismo de los herederos de Mistral y Huidobro. En 1954 se publica Poesía y antipoesía y, con 40 años, cruza el umbral –en palabras borgeanas, ya se debe todo a sí mismo.
“Para
ser sincero, Neruda fue siempre un problema para mí; un desafío, un
obstáculo que se ponía en el camino”, le confía al uruguayo Mario
Benedetti, quien lo entrevista para la revista Marcha en 1969, al
ganar el premio Nacional. “Entonces había que pensar las cosas en
términos de este monstruo. Más tarde la cosa ha cambiado; hay muchos
monstruos. Por una parte hay que eludirlos a todos, y por otra,
incorporarlos. Si ésta es una poesía anti-Neruda, también es una poesía
anti-Vallejo, una poesía anti-Mistral, una poesía anti-todo, pero
también resuenan en ella todos estos ecos”.
Aunque el verticalismo
de Neruda y el poeta Pablo de Rokha, incluso más dogmático, “esos egos
monumentales” tan próximos a sus inicios, quizá retrasó la consagración
de Parra, lo cierto es que los antipoemas existen porque Neruda logró
rescatar la maleta de suela que Parra se había olvidado en un bar de la
localidad de Melipilla, donde ambos habían parado de camino a Isla
Negra. Luego Neruda escribió la solapa del libro.
En su clásico tratado, William Empson distinguió los Siete tipos de ambigüedad
que fundan toda la literatura. Acaso la octava -la indecidible-, quizá
sea la fórmula parriana, basada en la síntesis de antecedentes que él
mismo señala: Aristófanes y Chaucer, esto es, una picaresca que cierra
brechas entre la alta y la baja cultura, mediante el tono lúdico que le
llega de sus lecturas surrealistas. De la tradición oral, deriva nuevos
usos del doble sentido aplicándolos más allá de la sexualidad, a la
política y el mito romántico del autor. “En realidad más que con humor y
con ironía, yo trabajo con lo que podría llamarse el gozo de vivir. Lo
interesante es que el personaje se divierte como chino” –le dice al
amigo Morales, en sus diálogos registrados en el año 70.
En
castellano, entre sus favoritos están Juan Rulfo y Macedonio Fernández, a
quienes dedica poemas. Y en poesía, lamenta que nunca se haya escrito
un Martín Fierro chileno. ¿Cómo no asociar su obra con el
hiriente doble sentido del Viejo Vizcacha? –la gauchesca, modelo
perfecto de apropiación de la voz subalterna, completa con su arcaica
métrica de ocho sílabas, estetizada para el combate contra la
institución Justicia –cuando Parra supo que lo visitarían desde Buenos
Aires, pidió diccionarios de lunfardo, que gentilmente aceptó la
guardiana Rosita.
Pero su obra se escribe de lleno en las dos
vanguardias del siglo XX, las del 20 y los 60. Si él mismo estableció en
un temprano artefacto que “el poeta es un simple locutor/ El no
responde por las malas noticias” y que, en tanto “voz de la tribu”, le
basta con pulir la astucia anónima del habla popular, en los 70 Parra
descubrió ese otro parloteo diseminado por los medios de masas. Allí
está el perdido poemario Temporal, que parodia un noticiero del
canal meteorológico, con su mesa de analistas. A través de esa cháchara
incesante, profundizará su propio doble sentido con los tópicos sociales
y la palabra pública, con un toque satírico.
No hay que olvidar al traductor de Lear rey y mendigo,
saludada como la mejor versión hasta hoy por Ricardo Piglia, quien
dijo que justifica su ingreso a la “Enciclopedia de traductores
inmortales”. Unico caso histórico en que la imagen del traductor
sustituye la del vate de Strattford en la tapa del tomo. ¡Gloria a Parra
en las alturas! Para Harold Bloom, experto en Shakespeare, Parra es
“uno de los mejores poetas de Occidente”.
Inventores sureños del pop
Uno de sus libros magistrales –y un camafeo virtuoso– es La vuelta del Cristo de Elqui, reeditado ahora con un valioso prólogo de Alejandro Zambra. Allí reelabora los sermones de Domingo Zárate Vega, un alucinado que cundió en los años 30. Este falso profeta o demente recuerda la Historia Universal de la Infamia, pero aquí nos habla por sus prédicas. Pero el color local, habilitado por el tema, lo sortea mediante la ambigüedad y el recurso pop, menos estudiado que otros aspectos de su obra. Así, comienza con una altisonante arenga televisiva, “Y AHORA CON USTEDES”, pues Nuestro Señor Jesucrito en persona “ha accedido gentilmente/ a concurrir a nuestro programa gigante de Semana Santa”. Se trata de sermones en el templo catódico.
Uno de sus libros magistrales –y un camafeo virtuoso– es La vuelta del Cristo de Elqui, reeditado ahora con un valioso prólogo de Alejandro Zambra. Allí reelabora los sermones de Domingo Zárate Vega, un alucinado que cundió en los años 30. Este falso profeta o demente recuerda la Historia Universal de la Infamia, pero aquí nos habla por sus prédicas. Pero el color local, habilitado por el tema, lo sortea mediante la ambigüedad y el recurso pop, menos estudiado que otros aspectos de su obra. Así, comienza con una altisonante arenga televisiva, “Y AHORA CON USTEDES”, pues Nuestro Señor Jesucrito en persona “ha accedido gentilmente/ a concurrir a nuestro programa gigante de Semana Santa”. Se trata de sermones en el templo catódico.
“Yo estoy seguro de que en ese tiempo nosotros en Chile
inventamos el pop…,” le dijo a Morales. Y no exageraba. Hay en Parra
un potente adelanto de la posmodernidad. El empleo paródico de los
medios masivos despunta ya en sus primeros montajes fotográficos y collages, menos estudiados que su poesía.
El
interés de Parra por las artes gráficas comienza en los 50 y es una de
las grandes avenidas de su vigencia. Toda su poesía fue acercándose al
lenguaje visual, más que al sonoro. En 1952, junto con Alejandro
Jodorowski y Enrique Lihn -la mentada banda de amigos con la que
evolucionaba hacia “un surrealismo estridente”-, crearon los Quebrantahuesos
-el término fue acuñado por Nicanor. Se trataba de montajes a tamaño
mural, hechos con recortes de diarios, que pegaban cada semana en la
vidriera del restaurant Naturista, de la calle Ahumana, y frente a los
Tribunales, en Bandera. Los peatones agolpados ante las vidrieras
treparon a las portadas de los diarios. Y de allí, directo a lo que
bautizó artefactos . “La derecha y la izquierda unidas jamás
serán vencidas.” “Bien, y ahora quién nos liberará de nuestros
liberadores.” “Sabe una cosa compadre, fíjese que su poesía me la meto
por la raja.” Se trata de fórmulas ilustradas, con fines de agitación,
basadas en epigramas o diálogos tomados del habla coloquial
-¿anti-aforismos?-, que resquebrajan lugares comunes culturales o
tópicos de la calle. Siguiendo a George Didi-Huberman en su soberbio
estudio sobre los cuadernos de pegatinas de Bertold Brecht, podríamos
decir que con ellos Parra fija su posición -o sus puntos suspensivos,
pues su fin no es el axioma. Los artefactos, según Parra, consisten en
“hacer chocar una frase, un texto bastante ridículo y convencional” con
una imagen documental. La eficacia del artefacto es de índole
publicitaria, depende de su circulación: imagen y texto deben chocar y
acelerar su viralidad. No es exagerado ver en el artefacto un twit avant-la-lettre, el arte de un literal cut&paste
. El poeta, que intuyó la fragilidad de la palabra la era de los
medios, hasta creó su propio logo, el corazón con patas, su firma en las
bandejitas de pasteles. El método, según ha dicho a Morales, es
“seleccionar los textos hablados más intensos, con mayor cantidad de
energía… No tan solo son la parte visible de lo que podría llamarse el
iceberg de la cultura actual: ese iceberg tiene que ser la totalidad de
la cultura para que realmente la cosa marche”. “Yo no soy derechista ni
izquierdista / yo simplemente rompo con todo”; Cuba sí / yankees
también”; “Padre Nuestro / Que estás en el centro / líbranos de derechas
e izquierdas”.
El catedrático Rodrigo Rojas observa que, pese a
una amistad de largas décadas, Parra afrontó la crítica de otras dos
voces centrales de la poesía chilena, Raúl Zurita y Gonzalo Rosas,
quienes expresaron su repaldo a la transición democrática, mientras él
se mantuvo expectante. “Nada más general que enarbolar el escepticismo a
ultranza”, observa.
Temporal , según lee el novelista Alvaro Bisama en su reseña, sería su colofón político.
Hoy Parra vive otra escena. Los amigos atestiguan su plena lucidez, ahí lo vemos, con un nuevo artefacto , “Ofrenda floral”. “Don Nica” se atiene a los preceptos del hinduista Código de Manú
, sobre la vejez en quienes han vivido dos veces, y sigue comiendo
mariscos. Duerme unas 14 horas por día. Se despierta a la hora del
teenager y dos horas más tarde, de vuelta a la cama, para la siesta.
¿Será que duerme tanto por cábala?, una pregunta impertinente. ¿Para
despertar más veces por día, para darle al gran apagón nuevas chances de
que sea indulgente?
Tal vez tenía razón el filósofo Hans-G.
Gadamer, también centenario, cuando afirmaba que todo el enigma de la
salud está, digamos, a la vista y no reside en otra cosa que el sueño.
La siesta y la risa, entonces, modos de decir Voy & vuelvo .
Nicanor Parra básico
San Fabián de Alico, Chile, 1914. Poeta y artista plástico.
Es una de las mayores voces literarias del siglo XX. Con sus
“antipoemas”, de 1954, la poesía en castellano vivió un vuelco. Su obra
incluye “Hojas de Parra”, “Sermones y prédicas del Cristo de Elqui”,
“Artefactos”, los soberbios “Discursos de sobremesa” y las obras
completas reunidas en “Obra gruesa”. La antología “Parranda larga” tiene
un prefacio de Elvio Gandolfo. En inglés lo prologó el crítico Harold
Bloom. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura, el Juan Rulfo, el Reina
Sofía, y el Cervantes en 2011. Extendió su influencia a la formación de
sus hermanos, que conforman un clan cultural muy prolífico. Se le negó
el Premio Nobel por el veto de una amante vengativa, la influyente
escritora sueca Sun Axelsson.