El escritor griego, creador del popular comisario Kostas Jaritos, visitará la Argentina para el festival Buenos Aires Negra, que tendrá lugar a comienzos de agosto. En esta charla con adncultura cuenta cómo surgió el personaje, habla del epílogo a su celebrada trilogía de la crisis y de las consecuencias de la debacle económica que sufre su país
París
Un día, mientras trabajaba en el guión de la serie de televisión Anatomía de un crimen,
Petros Márkaris advirtió que tomaba forma en su imaginación el perfil
de una familia griega típica -pequeñoburguesa y simple- que parecía
tener intenciones de existir. Su primera reacción fue mandarla al
diablo: "En todos los géneros literarios, ya sea en el teatro o en el
cine, todo el tiempo hay historias de pequeñoburgueses. ¿Qué más se
puede escribir sobre el tema? Entonces me dije: olvídalo", relata el
célebre autor griego en el filme documental Asesinato en el Ágora.
Pero
los personajes resultaron ser de una persistente tozudez. Obstinados,
lo seguían por todas partes. En cuanto se ponía a escribir, ahí estaban,
sentados frente a él, mirándolo. Sobre todo el jefe de familia. "El
suplicio persistió hasta el momento en que me dije que, para que hubiera
decidido torturarme de ese modo, ese individuo sólo podía ser policía o
dentista. Y como los dentistas son probablemente simpáticos, pero no
representan ningún interés dramático, deduje que debía tratarse de un
policía", contó.
De ese diálogo interior nació el comisario Kostas
Jaritos, un héroe anónimo que aprendió la profesión de policía durante
el régimen de los coroneles y se abrió camino en la jungla de la
corrupción y la burocracia gracias a un temperamento marcado por la
tenacidad, la astucia y la obsesión por descubrir la verdad a cualquier
precio. Y que nadie imagine que ese personaje es asimilable a los
típicos comisarios que resuelven crímenes en la novela negra
tradicional: fracasados, alcohólicos y sin esperanzas. Jaritos es otra
cosa. No porque sea abstemio o no le guste comer. Simplemente porque
hace todo con moderación.
Una vez que el lector comienza a
conocerlo, se da cuenta de que Jaritos vive y respira por su profesión,
pero que ésta no le impide ver la realidad. Sobre todo, sabe que el fin
no justifica los medios. Quiere hacer lo correcto de acuerdo con sus
propios códigos de ética. Y si para lograrlo necesita mirar hacia al
costado de vez en cuando? y bien, así lo hará. El personaje creado por
Márkaris es una suerte de solitario, pero que nunca olvida al prójimo.
Capaz de sentir sus penas y sus agonías, puede describirlas con sus
propias palabras.
Pero Jaritos es además mucho más que un
pequeñoburgués típico: es el instrumento que utiliza Petros Márkaris
para denunciar todos los vicios, infamias y padecimientos de la sociedad
griega que, para colmo, hace cuatro años sufre las consecuencias del
cataclismo de la crisis del euro. Las interminables disputas del policía
con su esposa, Adriani, explosiva pero excelente cocinera, le permiten
describir la intimidad particularmente animada de la cotidianidad de los
griegos.
"Desde el siglo XIX, la novela policial es el género
literario que ha permitido explicar los misterios urbanos. Es una
excelente forma de comprender a las sociedades. Para todos aquellos
autores, además, la literatura era la prolongación de la idea política
-explica a adncultura en una entrevista, poco antes de viajar por
primera vez a la Argentina-. Yo pertenezco a la generación de la
posguerra civil en Grecia (1946-1949), para la cual todo siempre fue
político. Esto quiere decir que hicimos gigantescos errores. Pero lo que
quedó, aparte de esos errores, fue una pertinaz costumbre de pensar
políticamente."
En todo caso, Márkaris pertenece sin duda alguna a
esa familia de escritores policiales contemporáneos integrada por el
catalán Manuel Vázquez Montalbán, el italiano Andrea Camilleri, el
francés Jean-Claude Izzo y el sueco Henning Mankell, para quienes contar
una buena historia no basta. Todos, además, necesitan sopesar,
triturar, trabajar las frases hasta obtener esa mezcla perfecta de ira,
violencia, compasión, desesperanza y humor que conseguirá presentar un
cuadro particularmente oscuro del mundo.
Digno representante de
uno de los pueblos más antiguos del planeta, Petros Márkaris responde
con ironía cuando se le pregunta si, a título personal, deposita algún
optimismo en el futuro: "Un gran escritor y dramaturgo alemán, Heiner
Müller, dijo una vez que el optimismo es sólo falta de información. Y
como a mí no me falta información, ya tiene la respuesta", ironiza.
De
padre armenio y madre griega, Márkaris nació en 1937 en Estambul, hizo
su secundario en Viena, donde también estudió economía, y habla
perfectamente cinco idiomas: griego, turco, alemán, francés e inglés.
Cosmopolita que se reivindica como tal, fue libretista durante años del
recientemente desaparecido director de cine Theo Angelopulos, tradujo a
Goethe y a Brecht al griego y es autor en todos los géneros literarios
imaginables, pero comenzó a dedicarse a la novela policial a los 57
años. Sus libros fueron traducidos a 14 idiomas y se venden en más de 20
países.
En Noticias de la noche (1995), Jaritos tiene que
investigar la muerte de una pareja de albaneses que parece ser un
asesinato ordinario, hasta que también matan a la periodista que cubre
noticias policiales en la televisión. El minucioso trabajo del comisario
lo llevará a descubrir el mundo del tráfico de órganos y de niños,
donde ex comunistas, atraídos por la ganancia fácil, no dudan en
traicionar sus antiguos ideales, aprovechando la miseria de otros.
La vida nocturna constituye el telón de fondo de la segunda novela de la serie, Defensa cerrada
(1998), donde siniestros personajes circulan en pleno día, sin temor a
ser reconocidos. La acción se sitúa en el período 1985-1996 y evoca un
populismo basado en la redistribución de los fondos europeos y la
formación de una nueva clase media. Dinos Koustas, self made man a la cabeza de un pequeño imperio de boîtes
nocturnas, es asesinado de un disparo a quemarropa. Investigando la
familia de Koustas, Jaritos descubre una vasta red que conecta elementos
insospechados: el mundo de los restaurantes y las boîtes
nocturnas, los negocios dudosos y el blanqueo de dinero, e incluso la
manipulación de los índices de popularidad de los políticos. El
comisario intentará en vano perforar ese muro de silencio.
La tercera novela policial de Márkaris, El Che se suicidó (2003) -inexplicablemente traducido al español como Un suicidio perfecto-,
es una inmersión en las consecuencias de la irrupción de la inmigración
en Grecia y las desviaciones de la llamada "generación de la Escuela
Politécnica", esos jóvenes que contribuyeron a la caída de la junta
militar de los coroneles en 1973. El suicidio en directo ante las
cámaras de televisión de tres altas personalidades griegas que
pertenecían a esa generación provoca una agitación sin precedente en
los medios de comunicación. Movidos en sus orígenes por ideales de
rebelión y justicia social, los tres habían traicionado esas ideas para
convertirse a la gauche caviar de la Grecia actual.
Verdadero
opositor al régimen de los coroneles, Márkaris no tiene palabras
demasiado duras para condenar, cada vez que puede, a muchos
protagonistas de aquella generación de socialistas que llegaron al poder
en 1981 con la intención de construir una nueva Grecia y que -afirma-
fracasaron en forma lamentable. "Mientras los íntegros se retiraron para
protegerse, los corruptos entraron en política. Algunos se hicieron
ricos aprovechando el sistema. Otros se contentaron con un puesto bien
remunerado en la burocracia del Estado."
-¿Para usted,
entonces, el principal culpable de la situación actual del país es la
izquierda del Pasok (el partido socialdemócrata)?
-El
verdadero culpable es el sistema político griego. No se olvide de que la
derecha se hizo cargo del poder antes de los Juegos Olímpicos del año
2000 que marcaron, en realidad, el comienzo del derrumbe griego.
Márkaris
suele afirmar que "el Estado griego es la única mafia del mundo que
consiguió quebrar". "Es un monstruo que no consigue funcionar. La única
forma de cambiarlo es destruyéndolo -sentencia-. Ese sistema, que desde
comienzos del siglo XX se caracteriza por el clientelismo, se amplificó
hace treinta años estructurando toda la sociedad. A cambio de apoyo y
financiación, tanto socialistas del Pasok como liberales de la Nueva
Democracia, ingenieros, médicos, abogados, arquitectos, periodistas? en
resumen, gran parte de las élites griegas actuales no sólo obtuvieron
puestos en la función pública para sus hijos y familiares, sino también
exoneraciones fiscales. ¡Vitalicias!", precisa.
En El accionista mayoritario (2006), Jaritos se sumerge en las aguas turbias del mundo de la comunicación. Y dos años después, en Muerte en Estambul -probablemente su obra más personal-, investiga las intrincadas relaciones entre griegos y turcos.
En
2010, todo iba bien para Kostas Jaritos y para su padre literario. El
comisario había casado a su turbulenta hija, apreciaba a su yerno, tenía
un auto nuevo y su jefe lo dejaba vivir en paz. El problema es que el
país acababa de ser sumergido por la crisis de la zona euro. Un tsunami
que comenzó como una gigantesca estafa financiera en Estados Unidos y
replicó en Europa, golpeando a Grecia con una rara violencia.
Después
de mucho dudar, para evitar que el cataclismo alcanzara a Portugal,
España y al resto del bloque, el FMI y los miembros de la eurozona
decidieron ayudar a Atenas y le otorgaron un préstamo de 110.000
millones de euros, condicionados a la adopción de un ajuste estructural
tan draconiano que sus ciudadanos pagarán las consecuencias durante
generaciones. Desde entonces, hace ya más de cuatro años, Grecia se
encuentra al borde de la bancarrota, bajo tutela de las instancias
europeas; las empresas caen una tras otra como las piezas de un dominó,
la emigración de los jóvenes y la pobreza aumentan y, dramático símbolo
de la depresión nacional, se multiplican los suicidios. Observador y
analista político respetado, a los 77 años Márkaris afirma que la
situación actual es culpa del sistema político instalado hace tres
décadas en su país.
"Durante los últimos treinta años, el sistema
político consiguió sobrevivir y mantener su posición privilegiada
mediante la distribución de dinero y pidiendo créditos sin invertir un
centavo. Seamos francos: desde que entramos en la Unión Europea, el país
recibió tanto dinero como nadie podría haberlo imaginado jamás. Fue la
primera vez en la historia de Grecia. Pero el Estado, en lugar de
utilizarlo en forma racional, comenzó a distribuirlo. El país entró
entonces en un círculo vicioso, en el cual recibía y pedía cada vez más
dinero prestado. El paroxismo se produjo con los Juegos Olímpicos. Desde
el comienzo dije que los JO del años 2000 eran el comienzo del
desastre."
"En Grecia cada uno favorece a su clan", constata con
amargura. Durante mucho tiempo presidente de la Sociedad Griega de Gente
de Letras, se dice "profundamente de izquierda y europeo", pero no se
reconoce ni en el Pasok ni en Syriza, la izquierda radical liderada por
Alexis Tsipras. Según Transparencia Internacional, antes de la crisis,
los ciudadanos griegos solían pagar más de mil euros por año en sobornos
por razones personales. Cuando la crisis comenzó, esas prácticas
aumentaron drásticamente.
"La corrupción es endémica en la
sociedad griega. Si la única forma de recibir tratamiento en un hospital
es darle dinero a alguien, el problema es del Estado. Incluso los
ciudadanos respetables han dejado de creer y están convencidos de que
evadir impuestos es justificable. Para esa gente, ésa es la única forma
de recibir algo a cambio. El resultado es una sociedad en la cual cada
uno de nosotros tiene un poco de culpa. La mentalidad de los griegos
necesita ser reformada de modo radical. Lo que me temo es que, con este
remedio para caballos que nos administran, se resuelvan sólo los
síntomas de la enfermedad y no las causas."
-¿Usted cree que, ante la crisis griega, los grandes países europeos reaccionaron correctamente?
-Los
europeos cometieron tres grandes errores con nuestro país. Primero,
jamás quisieron chequear la utilización del dinero que enviaban a Grecia
o saber qué hacíamos con los subsidios. Jamás vinieron al país para
decir: "Miren, queridos, este dinero pertenece a los contribuyentes
europeos ¿cómo lo están utilizando?". El segundo error fue que, desde el
principio, pensaron que era una crisis central y no sólo griega.
Entonces les llevó mucho tiempo para reaccionar. El tercer problema fue
que todos esos países del sur que estaban en la misma situación, como
España, Portugal o Irlanda, tuvieron una sola respuesta: austeridad sin
ninguna perspectiva. Resultado de esa política: en todos esos países la
clase media fue destruida.
-Los medios de comunicación europeos
afirman que, entre otras cosas, Grecia está vendiendo sus islas para
hacer frente al vencimiento de sus deudas y al ajuste exigido por sus
acreedores internacionales.
-Eso no es verdad, tampoco hay que
exagerar. Pero los impuestos aumentaron a un nivel tan increíble que los
griegos no los pueden pagar. Es tan simple como eso. Hoy, los griegos
están pagando más del 42 por ciento de sus ingresos en impuestos. Cuando
esto sucede, no queda nada. No sólo para invertir, sino tampoco para
vivir. Ése es el problema. Grecia no es un país grande. Jamás tuvo una
economía de grandes empresas. Nunca tuvimos Siemens, Chrysler o Total.
En este país, la fuerza económica siempre fue la clase media. Si usted
la destruye, no queda nada.
Sin esperanzas, habiendo él mismo
perdido más del 30 por ciento de sus ingresos debido al doble aumento
del IVA, los impuestos normales que siempre pagó, las tasas y sobretasas
de solidaridad, el aumento del precio del combustible, el desempleo de
sus hijos, la ola de suicidios de allegados y amigos, la escasez de
medicamentos, el cierre de comercios y pequeñas empresas y la
delincuencia que avanza, Márkaris espera, resignado, lo peor: "Hasta
hace unos años, los griegos decíamos: ?Una situación que se agrava
mejora'. Ya nadie cree en esa máxima", advierte.
En un artículo
publicado en el diario El País en 2012, Márkaris ofrecía un relato
desolador de su país, inmerso en la ruina y el desánimo: "En Grecia,
además de nuestro Parlamento con sus siete partidos políticos, existe un
sistema no parlamentario que forman cuatro partidos: son los cuatro
pedazos en los que se ha quedado dividida nuestra sociedad después de
dieciocho meses de crisis económica", escribía.
En primer lugar
-decía- está el "partido de los beneficiarios", al que pertenecen todos
esos empresarios que se han beneficiado con el mercantilismo político
durante los últimos treinta años, especialmente las empresas de
construcción. A ese partido también se lo podría denominar partido de
los defraudadores, pues todos ellos lo son sin excepción, especialmente
los trabajadores autónomos con ingresos elevados, como médicos o
abogados.
El segundo partido de esa Grecia sería, para Márkaris,
"el de los honrados": "Yo prefiero llamarlo el partido de los mártires
-afirmaba-. A este partido pertenecen los dueños de pequeñas y medianas
empresas, sus trabajadores y los pequeños autónomos, por ejemplo los
taxistas o los técnicos. Ellos rebaten la opinión, tan extendida en
Europa, de que los griegos son unos comodones y se zafan del trabajo.
Trabajan duro y pagan religiosamente sus impuestos. Todos sus
integrantes han perdido el ánimo y la esperanza".
El tercer grupo
es "el partido de los Moloch", cuyos miembros fueron reclutados entre
las filas del aparato estatal y sus empresas. "El partido se divide en
dos grupos. Al primero pertenecen los funcionarios y los empleados de
los servicios públicos y las empresas estatales. En el segundo se
encuentran los sindicatos", afirmaba. Por fin -anotaba- "el cuarto y
último partido de la sociedad griega es el que más me preocupa. Es el
partido de los desesperanzados: los jóvenes griegos, sentados todo el
día frente a la computadora, desesperados buscando en Internet un
trabajo, sea donde sea. No son emigrantes como sus abuelos, que en los
años sesenta llegaron a Alemania desde Macedonia y Tracia para buscar
trabajo. Estos jóvenes han ido a la universidad, algunos incluso tienen
un doctorado. Sin embargo, cuando terminan la carrera caen directamente
en el desempleo".
-¿Qué pueden esperar los griegos del futuro?
-En
Grecia, ya sea a causa de la recesión, de las medidas de contención del
gasto, del recorte de la deuda o de las reformas, el caso es que vamos a
sacrificar a tres generaciones en nombre de la crisis. Hoy son los
jóvenes los que más pierden. Pero mañana seremos nosotros, porque en
algunos años nos faltarán las fuerzas para seguir luchando. Para
salvarnos, necesitamos un nuevo aparato estatal, un servicio público que
funcione y leyes anticorrupción que sean aplicadas. De lo contrario, en
cinco años más llegará una nueva crisis.
-¿Qué puede hacer entonces un autor de novelas policiales más que impulsar algunas peticiones?
-Escribir sobre la vida cotidiana de los griegos durante la crisis, contar su verdadera historia y cómo afecta a la gente común.
En
otras palabras, las repercusiones de esa crisis y la regresión social
terminaron por obligar al comisario Kostas Jaritos a trabajar más. En
medio de las manifestaciones cotidianas, con Atenas paralizada por
huelgas, explosiones de cócteles molotov y enfrentamientos de los
ciudadanos con la policía, un individuo comienza a decapitar banqueros,
dirigentes de agencias de calificación y otros usureros. Al mismo
tiempo, una campaña salvaje de afiches incita a la gente a dejar de
reembolsar sus créditos: Con el agua al cuello (2010) es el primer libro de una trilogía donde Márkaris arregla cuentas con los responsables de la situación de su país.
Se
trata de una novela sólida, bien escrita y construida, cuya lectura
procura un auténtico placer. Sus dardos son demoledores y sus
descripciones de la situación tienen una precisión de cirujano. Sobre
todo cuando se relata el resentimiento de la población hacia ese norte
de Europa que le da lecciones con arrogancia, cuando se habla de los
aprovechadores del sistema o de la exasperación de aquellos que lucharon
contra la dictadura militar y se ven ahora tratados como niños por los
funcionarios de Bruselas. Pero Jaritos -como su autor- nunca olvida
señalar las responsabilidades locales de aquellos que creyeron que el
dinero caía del cielo de un día para otro y sacrificaron todos los
principios en aras de un enriquecimiento inmediato y sin esfuerzo.
En La liquidación final
(2011), el comisario tiene que ocuparse de un asesino que mata a los
ricos que evaden sus obligaciones fiscales. Un asunto que alcanza
proporciones nacionales cuando la gente comienza a considerar al
criminal una suerte de héroe popular, que consigue restablecer la
dignidad de las finanzas públicas en el país en forma mucho más eficaz
que el Estado mismo. El primer capítulo de ese libro comienza con el
suicidio de cuatro ancianas que no pueden pagar sus medicamentos. "El
título en griego significa ?fin de vida', ?liquidación final'. Pero su
sentido actual evoca un método de retención fiscal: a cambio de un pago
mensual a los servicios fiscales, el Estado amnistía a aquellos que no
pagaron sus impuestos", explica Márkaris durante la entrevista. En una
página preliminar, el editor indica: "Esta novela es una ficción y no
debe ser imitada". Poco después de ser publicada, La liquidación final agotó más de catorce ediciones en poco menos de un mes.
En Pan, educación y libertad,
el eslogan del título evoca nuevamente el año 1973 cuando, durante la
dictadura de los coroneles, una insurrección agitaba la Escuela
Politécnica de Atenas. Aparecido en Grecia en 2012, Márkaris lo sitúa
sin embargo en 2014. Precisamente el 1° de enero, día de su cumpleaños,
en momentos en que Grecia restablece? el dracma. En el libro, Italia y
España hacen lo mismo con sus antiguas monedas, como una forma de
rechazar el euro, la famosa troika (FMI, Unión Europea y Banco Central
Europeo-BCE) y todos los eurócratas que asfixian el país. El autor
confiesa que fue el libro que más le costó escribir: "Nada de lo que
aparece es imaginación. Intenté ver las cosas con mis propios ojos y me
provocó mucho sufrimiento porque hablo del dolor de la gente. Y, sobre
todo, de la desesperación de los jóvenes. Tenemos una tasa de desempleo
del 60 por ciento".
Para el padre literario de Jaritos, quienes
gobiernan y los partidos políticos sólo saben hablar de economía y de
finanzas. No ven a la gente que hay detrás de las cifras, lo que sufren,
lo que han perdido. "Esto me congela la sangre. Europa tiene que
despertar y hacer política", dice.
La situación del país, sin
embargo, no mejora y Jaritos se entera de que los salarios de la función
pública no serán abonados durante tres meses. En su cocina, Adriani
limita la carne y se dispone a negociar el precio del pescado. Katerina,
la hija del comisario y brillante jurista, participa en el esfuerzo
familiar: con su marido viene cada noche a comer a la casa paterna.
Según afirma, "eso reduce los gastos de todo el mundo". Pan, educación y libertad
cerró la trilogía de la crisis. No obstante, dándole razón a su
premonición, Márkaris acaba de publicar un cuarto libro, epílogo de una
situación que no parece tener visos de solución en un futuro inmediato.
"Cuando
empecé en 1995 la serie de novelas de Kostas Jaritos, mi proyecto era
crear un personaje, un policía, para usarlo como punto de partida que me
permitiera hablar de la sociedad y la política en Grecia. Cuando
comenzó la crisis en 2008, decidí que escribiría una trilogía sobre la
cuestión. Entonces una periodista me dijo: ?¿Cómo hará para terminar esa
trilogía? ¿Usted cree que la crisis durará lo suficiente como para
escribir tres novelas?' Ahora la trilogía está terminada, la crisis
continúa y hace una semana publiqué una nueva novela con el epílogo de
esta pesadilla. Lo que no quiere decir que terminaremos de padecerla en
un futuro próximo. Como tampoco dejaremos de soportar las otras
consecuencias de los errores políticos de la construcción europea."
Esa novela que acaba de ser publicada se llama Créditos,
en la acepción cinematográfica del término. Márkaris se ríe cuando se
le habla de la ambigüedad del vocablo. "Sí, es algo voluntario", afirma.
El libro comienza con un atentado del grupo de extrema derecha neonazi
Aurora Dorada contra Katerina, la hija abogada de Jaritos. De hecho, el
tema ya se anuncia en Pan, educación y libertad, cuando los
ultras le dicen al comisario que saben quién es su hija -defensora de
inmigrantes y sin papeles- y que la tienen fichada. También hay
asesinatos que llevan la firma Los Griegos de los Años Cincuenta. En
este epílogo novelístico, Jaritos sobrevive a la crisis gracias al
sentido común de su mujer, Adriani, aunque nunca volverá a recuperar el
sueldo que tenía.
-Será mi última novela sobre la crisis. Desde
2010 hasta hoy, cuatro años de mi vida, estoy viviendo la crisis y
escribiendo sobre ella. Estoy harto, harto, harto.
-Ese comentario
me permite preguntarle qué piensa de los recientes resultados de las
elecciones europeas y el avance de la extrema derecha. Hay quienes
afirman que es consecuencia de la crisis y la desaparición de la clase
media a la que usted aludía hace un momento.
-Yo no lo creo. No
voy a mencionar a Francia, pero Austria tiene el desempleo más bajo de
la Unión Europea. Tiene uno de los ingresos per capita más
importantes del bloque y la extrema derecha representa en ese país el 30
por ciento. Desde luego que la crisis favorece el discurso de esos
extremismos. Pero para mí, el gran problema reside en que la Unión
Europea siempre tuvo un discurso económico en lugar de político o
cultural. Cuando uno margina el discurso político o cultural, es
imposible establecer una relación de proximidad con la gente.
-¿No
cree entonces que los europeos sienten que están perdiendo su identidad
y que por esa razón "compran" el discurso de la extrema derecha, que
les dice: "Vamos a cerrar nuestras fronteras, basta de inmigrantes,
conservemos nuestra especificidad cultural"?
-Justamente, la
extrema derecha tiene un discurso político. Ése es un discurso político.
Puede ser horrible, pero nadie puede contrarrestar ese discurso con
argumentos económicos. Ése es el problema de la Unión. Hace años que
digo a los dirigentes que conozco en Alemania, Francia o donde sea: "Se
están equivocando. Europa se niega a hablar de política y la extrema
derecha lo aprovecha".
En una reciente visita a Madrid, Márkaris
afirmó que Europa "es como Laocoonte, que se comió a sus hijos: Nos
comemos unos a otros". El creador de Kostas Jaritos tampoco descarta que
el bloque caiga en una crisis mayor. Para él, son premonitorias las
conversaciones cada vez más frecuentes que escucha a la gente
preguntarse "¿qué sentido tiene trabajar?" o "¿para qué trabajar hasta
los 65 años y terminar cobrando una pensión que no permite vivir?".
-¿Qué piensa de esos jóvenes cuyo futuro parece cada vez más incierto?
-Los jóvenes europeos crecieron con la absoluta certeza de que "mother Europe"
se ocuparía de ellos y de sus problemas. Ahora, cuando Europa no puede
hacerlo, le dan la espalda a la política. Ése es el problema. Es
terrible, pero es la verdad. Las generaciones nacidas después de 1981 no
han crecido en una época de verdadera miseria sino de falsa riqueza y
les entra un ataque de pánico cuando tan sólo se insinúa la palabra
"lucha". La pobreza les resulta tan ajena como el desierto.
En
esas condiciones, parece difícil imaginar que Petros Márkaris esté
pensando en jubilar a Jaritos, como decidió hacer unos años atrás su
homólogo sueco Henning Mankell con su personaje, el comisario Kurt
Wallander.
-¡Jamás! No imaginará usted que, en estos tiempos de
crisis, estoy planeando sacrificar mis ingresos. Por otra parte, si no
fuera por Jaritos jamás me habrían invitado a la Argentina.