Gabo que estás en los cielos
Se me ocurre que Gabo era tan discreto, que se murió en jueves santo porque los periódicos no salen ese viernes
Un hombre brinda con flores ante un retrato de García Márquez, en Ciudad de México. /elpais.com |
Este jueves santo 17 de marzo comenzó mal. A la madrugada había muerto el cantante puertorriqueño Cheo Feliciano. Pero el mazazo en la cabeza llegó como a las tres de la tarde, cuando se regó la noticia de la muerte de García Márquez.
Me enteré por un periodista que me llamó a preguntarme por don Gabriel.
Se me quebró la voz al hablar. Es el colombiano más importante de todos
los tiempos y el más querido, creo que eso fue lo único que atiné a
decir. Después, en los cuatro días siguientes, muchos han repetido esa
frase que nadie se copió de nadie: cada uno la decía auscultando su
propio corazón.
Se murió en jueves santo. El mismo día en que Úrsula Iguarán. Ahora
se me ocurre que era tan discreto, había maldecido tanto la notoriedad y
la fama que trataron de apoderarse de él desde 1967, que se murió en
jueves santo porque los periódicos no salen el viernes santo. Así, desde
el jueves, el tiempo se detuvo en un duelo sin ceremonias, íntimo, de
cada uno, y en una asombrosa invasión de su imagen en todos los
periódicos, en la red entera.
Hubo que esperar hasta la pascua para que la solemnidad pública
hiciera su papel. Para ese momento, el mago de Aracataca ya se había
adelantado a convertirse en cenizas. En la tarde del lunes fue en Bellas Artes,
en Ciudad de México. Los de a pie esperaron hasta seis horas para
entrar de treinta en treinta a decirle adiós a Gabo durante diez
segundos. Llovieron mariposas amarillas, el recinto se adornó con flores
amarillas. Tocó un cuarteto de cuerdas y, nadie es perfecto, también
hubo vallenatos. Habló Rafael Tovar y de Teresa. Hablaron Peña Nieto y
Santos. En Bogotá lo vimos porque lo trasmitieron no uno ni dos canales,
sino seis. Y la radio emitía boletines de sus enviados especiales. En
el centro cultural García Márquez se veía en directo; allí mismo, desde
mediodía, durante siete horas, se leían fragmentos de sus libros. Esta
lectura ponía eufórica a la gente, a la gente que estaba triste.
El martes a mediodía el presidente Santos celebró en la Catedral de Bogotá. Un magnífico coro cantó el Réquiem
de Mozart. y habló el presidente. Se dirigió a los expresidentes, a los
ministros, a los generales, a las altas cortes (yo me acordé del final
de la Mama Grande pero no dije nada). Santos fue breve y dijo lo
esencial. Se nos fue el más alto representante del alma colombiana,
dijo. El mejor homenaje es volver a leer sus libros, dijo. Terminó
pidiendo un aplauso para García Márquez. Cuando iban 46 segundo de
aplauso, la orquesta sinfónica interrumpió la salva con un toque sabroso
y se oyeron las notas de La casa en el aire; Te voy a hacer una casa en aire pa’ que no te moleste nadie. Pero seguimos tristes porque se fue.