sábado, 19 de abril de 2014

El abecedario de Gabriel García Márquez

Gabo que estás en los cielos

Gabriel García Márquez supo llevar la carga de Cien años de soledad./elmundo.es

REALISMO MÁGICO

Formulada por primera vez por el crítico de arte alemán Franz Roh, esta expresión hizo fortuna cuando Úslar Pietri la aplicó al fenómeno literario: "Lo que vino a predominar en el cuento y a marcar su huella de una manera perdurable fue la consideración del hombre como misterio en medio de datos realistas. Una adivinación poética o una negación poética de la realidad". Si la corriente del realismo mágico o de "lo real maravilloso", noción muy similar, arranca con 'El reino de este mundo', de Carpentier, alcanza su cima en 'Cien años de soledad', novela que cuenta con un narrador en tercera persona, pasivo, externo a la historia y omnisciente; conoce todos los detalles del relato pero los cuenta sin formular juicio alguno, de manera imperturbable aun cuando los hechos sean de la máxima crudeza, y además no hace distinción entre lo real y lo fantástico, como si ambos mundos compartieran carta de naturaleza.

SU INFANCIA


García Márquez quedó al cuidado de sus abuelos maternos, en Aracataca, cuando sus padres se mudaron a Barranquilla. La abuela Tranquilina Iguarán daría nombre al personaje de Úrsula Iguarán en 'Cien años de soledad' e influiría en el imaginario del escritor con sus historias repletas de sucesos extraordinarios relatados como verdades sin discusión. Su abuelo, el coronel Márquez, un liberal veterano de la Guerra de los Mil Días, le invitaba a consultar el diccionario y le descubrió el milagro del hielo -de nuevo como en 'Cien años...'-. Su prestigio se agrandó al negarse a callar sobre la masacre de las bananeras, episodio que igualmente reflejaría Gabo en su novela.

MACONDO

El territorio imaginario donde transcurren 'La hojarasca' y 'Cien años de soledad', creación de García Márquez equivalente a la Ítaca de Homero o la Yoknapatawpha de Faulkner, el escritor a quien más debe el colombiano según su propio testimonio. Macondo aparece por primera vez en el cuento 'Un día después del sábado', publicado en 1954. En 'Cien años de soledad', José Arcadio Buendía sueña con un pueblo en el que se le aparecen construcciones con paredes de espejo y, en plena selva, decide fundar un poblado donde todo es posible, desde seres más que centenarios que mueren varias veces a lluvias que se prolongan cuatro años.
Al principio Macondo es un "Mundo ideal", una aldea construida "a la orilla de un río de aguas diáfanas", la "más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes". "Una aldea feliz donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto".
Luego llegan la actividad comercial, la construcción y una extraña plaga, la de la pérdida de la memoria; después la guerra civil, el tren -y con él el telégrafo, el gramófono y el cine- y la plantación de banano, que termina con la huelga de los trabajadores y su masacre a manos del ejército, a la que suceden las lluvias interminables que conducen a la novela hacia su fin. Gabo describió su fascinación por la palabra 'Macondo' al relatar un viaje con su madre a Aracataca en el que pasaron en tren junto a una plantación de banano que tenía ese nombre. "Esta palabra ha atraído mi atención desde los primeros viajes que había hecho con mi abuelo [...]. Me gustaba su resonancia poética (...). Ni siquiera me pregunto lo que significa...".

Cien años de soledad


Pablo Neruda afirmaba, de forma quizá algo hiperbólica, que la novela publicada por la editorial Sudamericana en 1967 era "la mayor revelación en lengua castellana" desde el Quijote. Su comienzo se ha hecho ya casi tan célebre como el de Cervantes: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo", que -como el imán- habían introducido en Macondo los gitanos capitaneados por Melquíades. Este personaje es tan fundamental en el libro como la saga de los Buendía, a la que dio lugar un matrimonio nacido bajo negros presagios: al ser primos José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, la creencia general dictaba que sus descendientes podían nacer con cola de cerdo. José Arcadio funda Macondo en una huida hacia la sierra que ha emprendido atormentado por el fantasma de Prudencio Aguilar, a quien ha matado en duelo por mofarse de su falta de relaciones íntimas con Úrsula. Siete generaciones y mil vicisitudes reales o imaginarias después, Macondo es un pueblo abandonado y azotado por el viento en el que Aureliano intenta descifrar los pergaminos de Melquíades y descubre que "las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra".

MÉXICO

Tras el triunfo de la revolución cubana, el Gabo periodista es nombrado director de la agencia de noticias Prensa Latina, recién creada por el Gobierno de Fidel Castro. Vive seis meses en la isla durante 1960 y, al año siguiente, se traslada como corresponsal a Nueva York, pero diversos enfrentamientos y controversias con los exiliados cubanos le aconsejan abandonar. Después de recorrer el sur de Estados Unidos, se establece en México D. F., donde ha vivido durante cinco décadas, hasta su fallecimiento, aunque poseía residencias en París, Bogotá y Cartagena de Indias. En la capital mexicana nació su segundo hijo, Gonzalo, diseñador gráfico que reside en esta misma ciudad; tres años antes, García Márquez y Mercedes Barcha tuvieron a Rodrigo, que es ahora un reconocido director de cine.

Memorias (...y sus putas tristes)


En 1999, cuando se le diagnosticó el cáncer linfático que finalmente y por intrincados caminos ha terminado con su vida, el novelista temía sobre todo no poder terminar los tres tomos de sus memorias y dos libros de cuentos que tenía por entonces a medias. Desconectó el teléfono, canceló todos sus compromisos, redujo al máximo el contacto con amigos y se encerró a escribir todos los días de ocho de la mañana a dos de la tarde. En 2002 vio la luz, con un millón de ejemplares de tirada inicial, 'Vivir para contarla', la primera entrega de esa autobiografía, y dos años más tarde se publicó un volumen metamorfoseado en novela, 'Memoria de mis putas tristes'. Según explicó el propio Gabo en una entrevista, el tercero iba a tener "un formato distinto": "Serán los recuerdos de mis relaciones personales con seis o siete presidentes de distintos países".

VARGAS LLOSA Y EL 'BOOM'

Hasta entonces buenos amigos, la relación de García Márquez y Vargas Llosa se rompió el 12 de febrero de 1976 cuando el peruano asestó a su correligionario del boom un puñetazo a la entrada de un cine en Ciudad de México. Pese a la reticencia de ambos a explicar el incidente, con los años se ha sabido que el motivo de la disputa tuvo que ver con los consejos que Gabo había dado supuestamente a la esposa de Vargas Llosa, Patricia, con motivo de sus discrepancias matrimoniales. A pesar de que durante mucho tiempo se creyó que no existía evidencia gráfica del altercado, hace seis años el fotógrafo Rodrigo Moya publicó en México dos imágenes en las que se aprecia al colombiano con un ojo a la funerala.
Disputas conyugales aparte, muchos creen que aquel incidente no eran ajenas las discrepancias ideológicas de ambos escritores, Vargas cada vez más implicado en la defensa del liberalismo y García Márquez negándose a abjurar de su apoyo al régimen castrista. Hay quien añade los celos literarios entre dos gigantes como ingrediente extra del cóctel.

Nobel


El 21 de octubre de 1982 se conoció que García Márquez había obtenido el Nobel de Literatura en disputa con Günter Grass y Graham Greene. Recogió el galardón el 8 de diciembre. Iba ataviado con un clásico liquiliqui de lino blanco, el traje que usó su abuelo y que empleaban los coroneles en las guerras civiles. Su discurso, 'La soledad de América Latina', toda una joya literaria, fue una lúcida denuncia de la desatención de las grandes potencias por el subcontinente americano; Gabo desmontó la posición habitual de los europeos frente a América Latina, asociada únicamente a una carga de magia y maravilla absolutamente interesada, y terminó su alocución con una hermosa declaración de fe en los destinos de los pueblos sudamericanos. Con la concesión del Nobel, su ascendiente en materia cultural no hizo sino crecer en todo el mundo.

FIDEL CASTRO

García Márquez afirmó en varias ocasiones que ni era comunista ni había militado en ningún partido político. Sin embargo, nunca ocultó que mantenía una relación de amistad con Fidel Castro, con quien tuvo varios encuentros cuando residió en La Habana. Cabe afirmar que el novelista tenía una concepción genérica del socialismo entendido como un sistema de progreso, libertad e igualdad, loable de por sí, que se había desvirtuado en la Unión Soviética, Polonia, Checoslovaquia, Alemania del Este y Hungría, países que le habían "desencantado", según escribió él mismo.
Diversos especialistas le atribuyen una fascinación por el poder que explicaría su convicción de que Castro era diferente de otros caudillos y dictadores y de que la entonces incipiente revolución cubana podía constituir un ejemplo para otros países americanos. El novelista y ensayista cubano César Leante estima que "el apoyo incondicional de García Márquez a Fidel Castro cae en buena parte dentro del campo psicoanalítico". La admiración de Gabo por los caudillos latinoamericanos se encarna, en su opinión, en el coronel Aureliano Buendía y en "el innominado dictador caribeño que como Fidel Castro envejece en el poder", escribe Leante en alusión al protagonista de 'El otoño del patriarca'...

Periodismo


Cuando estudiaba Derecho en Bogotá, García Márquez descubrió, o más bien constató, que las leyes le interesaban menos que la literatura y el periodismo, disciplinas hermanas que ha cultivado durante toda su vida. Hizo sus primeras armas en el entonces recién fundado diario 'El Universal de Cartagena', de donde pasó a 'El Heraldo de Barranquilla'. Con el llamado Grupo de Barranquilla fundó el fugaz periódico 'Crónica', donde Gabo ejercía de jefe de redacción. En 1954, Álvaro Mutis le convence para que vuelva a Bogotá para trabajar como reportero y crítico de cine en 'El Espectador', donde al año siguiente publica un conjunto de 14 crónicas que constituirían 'Relato de un náufrago'. En 1974 fundó la revista 'Alternativa', un hito en el periodismo de oposición en Colombia, y en 1994, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).

EL CINE

Interesado desde siempre en el arte cinematográfico y la televisión, García Márquez hizo sus primeros pinitos al respecto en 1954, cuando firmó con otros autores el cortometraje surrealista 'La langosta azul'. Estudió la carrera de cine en Cinecittà y en los años 60 escribió bajo seudónimo varias películas mexicanas como 'Tiempo de morir', de Arturo Ripstein. Ya con su nombre trabajó como guionista para cintas de Luis Alcoriza, Miguel Littín y el propio Ripstein. En 1986 fundó la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Cuba), donde impartió durante años el taller 'Cómo se cuenta un cuento'. Gabo no ha tenido problemas para apoyar la adaptación al cine o a la televisión de novelas suyas como 'La mala hora', 'El amor en los tiempos del cólera' y 'El coronel no tiene quien le escriba'. Akira Kurosawa intentó filmar 'El otoño del patriarca' a comienzos de los 90, pero la falta de financiación dio al traste con el proyecto.