Gabo que estás en los cielos
Lea pasajes de Italo Calvino, Peter Gay, Salman Rushdie y Natalia Ginzburg sobre la obra del Nobel colombiano
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| Gabriel García Márquez influyó en notables escritores del mundo entero/revistaarcadia.com | 
“Aquí estoy pues recorriendo esta superficie vacía que es el mundo. 
Hay un viento a ras de tierra que arrastra con ráfagas de cellisca los 
últimos residuos del mundo desaparecido: un racimo de uvas maduras que 
parece recién cogido del sarmiento, un calcetín de lana, una 
articulación cardán bien aceitada, una página que se diría arrancada de 
una novela en lengua española con un nombre de mujer: Amaranta”.
Italo Calvino,
Si una noche de invierno un viajero,
Barcelona: Siruela, 1992
Si una noche de invierno un viajero,
Barcelona: Siruela, 1992
“Se trata de ficción, aunque relatada serenamente como una serie de 
hechos encadenados por un narrador omnisciente, al estilo patentado –no 
puedo dejar de repetirlo– por Kafka. El resultado alcanzó una 
popularidad inmensa, y no sólo entre la élite literaria. De modo muy 
semejante a Charles Dickens un siglo antes, García Márquez satisfacía 
diversos registros diferentes del gusto a la vez; incluso los lectores 
incapaces de apreciar los recursos más sutiles de su narrativa 
encontraban en la obra algo que les entusiasmaba. En un capítulo 
dedicado a los éxitos de la vanguardia, Cien años de soledad ocuparía un lugar prominente”.
Peter Gay,
Modernidad,
Barcelona: Paidós, 2007
Modernidad,
Barcelona: Paidós, 2007
“En Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, la compañía
 bananera –encabezada por Mr. Brown, nombre que bien podría salir en una
 película de Tarantino– masacró a tres mil huelguistas en la plaza mayor
 de Macondo. Después de la matanza se llevó a cabo una limpieza tan 
perfecta que el incidente pudo negarse rotundamente. Nunca ocurrió, 
salvo en la memoria de José Arcadio Segundo, que lo vio todo. Contra la 
brutalidad, recordar es la única defensa”.
Salman Rushdie,
Joseph Anton,
Bogotá: Random House Mondadori, 2012
Joseph Anton,
Bogotá: Random House Mondadori, 2012
“Hace tiempo un periódico me pidió que respondiera a la pregunta de si 
creía que la novela estaba en crisis, pero no respondí, porque las 
palabras “crisis de la novela” me parecían detestables y su sonido me 
sugería solamente malas novelas, ya muertas y bien muertas, cuyo destino
 me resultaba indiferente. Creo que pensé que no tenía sentido 
reflexionar tanto sobre la novela y que, si éramos o habíamos sido 
novelistas, tal vez lo mejor era intentar escribir algunas novelas, 
aunque fuese para enterrarlas en un cajón en el caso de que no 
estuvieran vivas. Más tarde leí Cien años de soledad, de 
Gabriel García Márquez, colombiano que vive en España. (Su editor en 
Italia es Feltrinelli.) Desde hacía tiempo no leía nada que me 
impresionara tan profundamente. Si es verdad, como dicen, que la novela 
está muerta o a punto de morir, saludemos entonces a las últimas novelas
 que han venido a alegrar la Tierra.
“Sobre Cien años de soledad se ha escrito y hablado mucho, en 
Italia y fuera, pero a mí me gusta tanto que me da miedo que no se hable
 lo suficiente, que la gente la lea poco y que se pierda entre las miles
 de novelas que aparecen y nos llegan de todas partes. (…)
“Leer Cien años de soledad ha sido para mí como oír un toque de
 trompeta que me despertara del sueño. La empecé sin ganas y esperando 
que me expulsara. Algo atrapó mi atención y me hizo avanzar con la 
sensación de hacerlo por un bosque denso y verde, lleno de pájaros, 
serpientes e insectos. Después de leerlo me dio la sensación de haber 
seguido el vuelo rapidísimo e inacabable de un pájaro, en un cielo de 
inacabables distancias donde no había consuelo, donde no había sino la 
amarga y la vivificante conciencia de lo verdadero. Es la historia de 
una familia de un pueblo de Sudamérica. Con una estructura 
intrincadísima, vertiginosa y detallada se descubre el destino de los 
individuos, misterioso y límpido, trastornado por guerras y por 
hundimientos y arrastrado por la gloria y por la miseria, pero siempre 
igualmente libre, secreto y solitario, hasta un punto inmóvil del 
horizonte en el que un cielo luminoso e inmóvil acoge memorias y ruinas.
 Pero no voy a hablar de esta novela y no voy a intentar resumirla, pues
 me gusta demasiado como para comentarla en apenas unas líneas. Solo 
querría rogar a los que no la hayan leído que la lean sin demora. Yo he 
pasado dos días sin apartar realmente mi pensamiento de sus páginas, 
metiendo de vez en cuando la cabeza para ver los lugares y las caras de 
los que vivían allí, como contemplamos en silencio las huellas y 
escuchamos en nuestro corazón las voces de las personas a las que 
queremos”. (…)
Abril de 1969
Natalia Ginzburg,
Ensayos,
Barcelona: Lumen, 2009
Ensayos,
Barcelona: Lumen, 2009

