Gabo que estás en los cielos
En su larga y prolija vida, el escritor colombiano Gabriel García Márquez -quien falleció este jueves 17 de abril en Ciudad de México- consiguió lo que siempre había deseado
Gabriel García Márquez escribió siempre para que sus amigos lo quieran más/BBCMundo |
No eran los honores, ni el premio Nobel de Literatura. Ni siquiera
escribir una de las más grandes novelas de todos los tiempos.Su ambición
al escribir era, según lo dijo en varias ocasiones, que sus amigos lo
quisieran más.Y vaya si lo hicieron.
Infancia corta y feliz
Gabriel García Márquez nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927, aunque
le gustaba decir que había nacido en 1928, para que coincidiera con la
Masacre de las Bananeras, un evento que marcó a su generación en
Colombia y que recrea en "Cien años de soledad".
Su infancia transcurrió al cuidado de sus abuelos maternos, el coronel
Nicolás Ricardo Márquez Mejía -veterano de la guerra de los Mil Días en
Colombia- y Tranquilina Iguarán.
El escritor siempre diría que la semilla de su estilo y de su
imaginación desaforada está allí, en esa casona que los relatos de su
abuela poblaba de fantasmas y presencias. Relatos que Tranquilina
Iguarán contaba con cara de palo, como si fueran lo más normal del
mundo.
Esa manera de contar, diría García Márquez muchos años después, es la misma que usaría en libros como "Cien Años de Soledad".
El coronel Nicolás Ricardo falleció cuando "Gabito" -como le decían sus
amigos- tenía ocho años. El niño fue enviado a vivir con sus padres, que
eran prácticamente unos desconocidos para él, en el municipio de Sucre,
al lado de sus demás hermanos.
Finalizaba su infancia corta y feliz. "Después, todo me resultó bastante
plano: crecer, estudiar, viajar... Nada de eso me llamó la atención.
Desde entonces no me ha pasado nada interesante", recordó alguna vez.
En Zipaquirá
García Marquez contrajo matrimonio con Mercedes Barcha en marzo de 1958.
A los doce años de edad, García Márquez ganó una beca para estudiar en
un internado de Zipaquirá, municipio situado cerca de Bogotá, la capital
colombiana.
Muchos de sus allegados reconocerían después a Zipaquirá en las
descripciones del lúgubre y remoto pueblo al cual Aureliano Segundo va a
buscar a Fernanda del Carpio en "Cien Años de Soledad".
Los años de internado también serían claves para forjar al escritor.
Allí, en las solitarias tardes de sábado y domingo, el joven devoraría
las obras de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas.
En 1947 empezó a estudiar derecho en la Universidad Nacional de Bogotá,
pero nunca finalizaría dicha carrera. Ese mismo año publicó, en el
periódico El Espectador, su primer cuento, "La tercera resignación".
En 1948 ingresó como reportero al recién fundado periódico El Universal
de Cartagena, pero ello no detuvo la escritura de cuentos para El
Espectador. En ese diario -que todavía circula- conoció a Clemente
Manuel Zabala, jefe de redacción, a quien recuerda como una persona que
empezó a afinar tempranamente su estilo.
En 1950 conoció en Barranquilla a un grupo de jóvenes intelectuales:
Álvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas. Ellos, a su
vez, le presentarían a Ramón Vinyes, llamado "el sabio catalán".
Todos ellos aparecerían en "clave" en los últimos capítulos de Cien Años de Soledad.
La influencia de estas personas sería portentosa, pues no sólo se
convirtieron en sus mejores amigos -y le consiguieron trabajo en el
periódico El Heraldo de Barranquilla-, sino que lo introdujeron a lo
mejor de la literatura moderna. Autores como Faulkner, Hemingway, Joyce,
Kafka y Virginia Woolf.
Para 1951, García Márquez ya había escrito su primera novela, La Hojarasca, aunque sólo la publicaría años más tarde.
El periodista famoso
En la época que ejerció como periodista, trabajó en diarios como El Espectador y El Heraldo de Barranquilla.
En 1954, convencido por otro amigo, Álvaro Mutis, García Márquez regresó
a Bogotá a trabajar de tiempo completo en El Espectador, donde escribió
extraordinarios reportajes que lo convirtieron en uno de los
periodistas más famosos de Colombia.
Al año siguiente viajaría a Ginebra, como enviado de El Espectador a la
Conferencia de los Cuatro Grandes. Iba a ser un viaje corto, pero duró
cuatro años.
La dictadura de Gustavo Rojas Pinilla cerró el periódico y García
Márquez, que se encontraba en París, decidió invertir el dinero del
billete de regreso en finalizar en Europa la novela que estaba
escribiendo, "El coronel no tiene quién le escriba".
En Europa, García Márquez también escribiría "La mala hora" y varios de
los cuentos que luego aparecerían en "Los funerales de la mamá grande".
En uno de sus regresos a Colombia, en 1958, se casó con Mercedes Barcha
-el "Cocodrilo Sagrado", como la llama en su dedicatoria de "Los
funerales de la mamá grande"- a quien, según relata en uno de sus
libros, le propuso matrimonio ebrio, en una fiesta, cuando ella tenía
trece años.
Su periplo como periodista llevó a Gabriel García Márquez a distintos lugares de América.
Uno de ellos fue La Habana, en 1960, en donde trabajó en la agencia de
prensa creada por el gobierno cubano (Prensa Latina) tras la Revolución.
Allí empezó su interés por la isla, el cual mantendría inalterable a
través de los años, cimentado en una estrecha amistad con Fidel Castro.
También laboró en Caracas y Nueva York, casi siempre obedeciendo al ofrecimiento de trabajo de algún amigo.
Finalmente llegó a Ciudad de México -exactamente el día en que murió
Ernest Hemingway, otro de sus maestros- en lo que sería un destino
crucial en su carrera como escritor y donde se reencontró con su gran
amigo Álvaro Mutis.
En la capital mexicana trabajó como guionista de cine, editor,
publicista y periodista y fue en esta ciudad donde escribió la que para
muchos es su obra cumbre: "Cien Años de Soledad".
Impulso literario
La manera como García Márquez escribió su más famosa novela ya forma
parte de la mitología literaria latinoamericana. Así la describió él
mismo:
"Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela desmesurada, no
sólo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuanto
había leído. Era una especie de terror sin origen.
"De pronto, a principios de 1965, iba con Mercedes y mis dos hijos para
un fin de semana en Acapulco, cuando me sentí fulminado por un
cataclismo del alma, tan intenso y arrasador, que apenas si logré eludir
una vaca que se atravesó en la carretera. Rodrigo dio un grito de
felicidad:
"-¡Yo también cuando sea grande voy a matar vacas en la carretera!
"No tuve un minuto de sosiego en la playa. El martes, cuando regresamos a
México, me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no
podía soportar dentro de mí: 'Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella
tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo'.
"Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela desmesurada, no sólo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuanto había leído. Era una especie de terror sin origen."
Gabriel García Márquez
"Desde entonces no me interrumpí un solo día en una especie de sueño
demoledor, hasta la línea final en que a Macondo se lo llevó el carajo".
"Cien Años de Soledad" cambió la vida de García Márquez. El estilo
avasallador y luminoso con que estaba escrito el libro (estilo del que
sólo había dado unas puntadas en el cuento "Los funerales de la mamá
grande"), así como sus historias delirantes, deslumbraron a lectores en
todo el mundo .
Y lo sigue haciendo. Se calcula que la novela ha vendido más de
cincuenta millones de ejemplares en todo el mundo desde que fue
publicada, en mayo de 1967.
El otoño
Boyante e instalado en Barcelona, García Márquez empezó a escribir la
novela en la que dejaría salir todo el caudal de su idioma: "El otoño
del patriarca", el relato de un dictador latinoamericano.
La novela -según Gabo- del hombre en el que se habría convertido el coronel Aureliano Buendía si hubiera llegado al poder.
Pero antes publicó varios cuentos errantes y un relato largo bajo el
título de "La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su
abuela desalmada".
En 1982 le tocó la consagración máxima: el Premio Nobel de Literatura.
En este período también se presentó la mayor fractura política entre los
integrantes del "Boom" de la literatura latinoamericana, quienes le
cambiaron la faz a la narrativa del continente. Fue en 1971, con la
detención y posterior auto inculpación pública en Cuba del poeta Heberto
Padilla, en un hecho que recordó a muchos los juicios estalinistas de
décadas atrás.
Mientras escritores como Mario Vargas Llosa -pública y furiosamente- y
Carlos Fuentes -de manera más discreta- se distanciaron del régimen
cubano, García Márquez lo continuó apoyando, al lado de Julio Cortázar.
"El otoño del patriarca", publicada en 1975, confirmó el calibre literario del escritor colombiano.
Luego vino su período más activo políticamente. Anunció que no volvería a
publicar ficción hasta que Augusto Pinochet no dejara el poder en Chile
y se dedicó a recorrer el mundo escribiendo artículos periodísticos,
los cuales fueron recopilados años después en el libro "Por la libre".
Por fortuna para sus lectores, rompió esta promesa en 1981, cuando se
publicó la corta, densa y magnífica "Crónica de una muerte anunciada".
Al año siguiente le tocaría la consagración máxima, con el Premio Nobel de Literatura.
La etapa final
Luego del Nobel, García Márquez escribió cuatro novelas más: "El amor en
los tiempos del cólera" -una obra especialmente admirada en el mundo
anglosajón-, "El general en su laberinto" (sobre los últimos días de
Simón Bolívar), "Del amor y otros demonios" y "Memorias de mis putas
tristes" (2004), que se convertiría en su última obra de ficción.
También publicó el libro de relatos, "Doce cuentos peregrinos"; un gran
reportaje, "Noticia de un secuestro", y sus memorias: "Vivir para
contarla" (2002).
En 1999 se le descubrió un cáncer linfático, por el que, aunque recibió
tratamiento con éxito, redujo mucho sus apariciones públicas. Sin
embargo, en esos esporádicos momentos, siempre fue recibido con cariño
por el público.
Sin embargo, en los últimos años de su vida sus apariciones frente a ese
público se hicieron más escasas. También se habló mucho sobre su
pérdida de memoria, algo que confirmó uno de sus hermanos.
Pero cada 6 de marzo -día de su cumpleaños- salía a la puerta de su casa
en el Distrito Federal a saludar a los periodistas que se apiñaban en
el lugar y le cantaban "Las mañanitas", tema con el que se celebran los
onomásticos en México. Lo hizo hace poco más de un mes, en su cumpleaños
87.
Ahora, Gabriel García Márquez pertenece a la Historia.
Sin embargo, él mismo lo dijo, -y también lo dijeron sus amigos-: en el
fondo de su alma nunca había dejado de ser el hijo del telegrafista de
Aracataca.
Quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo personalmente se dieron
cuenta de que detrás de la fragorosa imagen del hombre público, amigo de
estadistas y allegado al poder, se escondía un hombre tierno y casi
tímido.
Por eso, pero sobre todo por sus libros, no sólo sus amigos lo quisieron. Millones de personas alrededor del mundo lo amaron.
Y muchos años después lo seguimos haciendo.
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