Luego de la conmoción que generaron sus dos primeras novelas, Las vírgenes suicidas y Middlesex, se convirtió en uno de los autores más reconocidos de Estados Unidos y junto a Franzen y el fallecido David Foster Wallace son los herederos de Roth, Updike y Bellow. Acaba de publicar su nuevo libro, La trama nupcial
Jeffrey Eugenides. A los 53 años, uno de los escritores estadounidenses más brillantes de su generación./Revista Ñ |
En cada uno de sus tres libros, Jeffrey Eugenides (1960) se
propuso trabajar, deliberadamente, un aspecto específico del arte de la
novela. En el primero, Las vírgenes suicidas (1993),
el enfoque era en la voz. Es una novela rara, no sólo por su tema (el
suicidio en serie de cinco hermanas en un arbolado suburbio de Detroit
en la década del 70) sino porque está narrada en primera persona del
plural. En el segundo, Middlesex (2002), Eugenides se enfocó en la caracterización o desarrollo de personajes (lo que en inglés se dice character).
Con él, ganó el Pulitzer y fue best-séller. Es una saga familiar,
multi-generacional, que se centra en un personaje intersexual, Cal,
cuando es hombre, y Callie, cuando es mujer.
Con su tercer y último libro, La trama nupcial (2011) –recién publicado en castellano por Anagrama– Eugenides se enfrentó con la columna vertebral del arte de la novela, la trama, justamente. Tras escribir por varios años una narración que tuvo que abandonar porque simplemente no funcionaba, salvó a uno de los personajes (Madeleine), y se preguntó qué pasaría si la sometiera al clásico dilema de la novela del siglo XIX –el de las obras de Jane Austen, o de Anna Karenina de Tolstoi, por ejemplo– en un mundo en el cual los dilemas de esa trama ya no existen. (Hoy Anna simplemente se hubiera divorciado de Karenin y elegido vivir con Vronsky).
Si leyeron este párrafo introductorio haciendo las cuentas se habrán percatado de que hoy Eugenides tiene 53 años, que publicó su primera novela a los 33, y que publica –desde entonces– solamente una vez cada nueve años. El dato bibliográfico que falta es que Eugenides –a diferencia de sus contemporáneos como Jonathan Franzen o el fallecido David Foster Wallace, por ejemplo– no ha publicado ningún otro libro (de ensayos o periodismo). Guarda todo para sus novelas. Eso sí, el año que viene publicará una colección de sus cuentos.
Eugenides es considerado uno de los principales novelistas de su país, pero a su vez, uno tiene la sensación de que, a pesar de tener más de cincuenta años, aún le falta su gran libro. Tal vez los tiempos cambiaron. A su edad, Hemingway, Faulkner, Bellow, Updike o Roth ya eran hombres mayores con casi una decena de novelas publicadas, entre ellas, sus obras maestras. Hoy un tipo de 53 años aún pasa por joven. Con Eugenides existe la sensación de que su gloria puede estar por delante. Pero sólo es una suposición. Por la forma en la que ha descripto su obra pareciera que recién ahora concluye su etapa de aprendizaje.
En todo caso, La trama nupcial tiene un tono elegíaco. Además de ser una historia de amor frustrado entre una mujer y dos hombres de edad universitaria, es una reconstrucción nostálgica sobre el amor a los libros que uno siente sólo cuando es joven, pero también –y esto es algo más importante– es una descripción de cómo era ser estudiante y lector antes de Internet.
Aunque La trama nupcial recibió excelentes críticas y un puñado de premios, no ha atraído el fervor de Las vírgenes suicidas (que se ha convertido en una especie de El guardián entre el centeno para mujeres Generación Y) o el éxito de ventas de Middlesex. En realidad, La trama nupcial es como la primera novela de un escritor, pero escrita con la maestría de un veterano. Es autobiográfica: gran parte de la trama sucede en la universidad de Brown, donde se recibió Eugenides; uno de los protagonistas, Mitchell Grammaticus, encara una búsqueda espiritual yendo a trabajar con la Madre Teresa en Calcuta, como lo hizo el mismo Eugenides. También, como novela de iniciación, es una historia sobre la transición al mundo de los adultos. En esa transición y pérdida de inocencia también se pierde la ilusión de que los libros pueden cambiarte la vida. Y a los personajes de Eugenides eso les duele mucho.
Eugenides no habla demasiado con la prensa porque sólo habla con la prensa cuando publica un libro. Pero cuando da notas es cándido y contesta las preguntas genuinamente. Tal vez por no estar tanto en el circuito de relaciones públicas reacciona a ser entrevistado como primerizo, sin ironía o desdén. Hablamos con él por teléfono. A diferencia de casi todos los autores que uno entrevista, Eugenides nos dio el número de su casa. Vive en Princeton, New Jersey, con su esposa y sus dos hijas. Es profesor de escritura creativa en la universidad del mismo nombre. Nos sorprendió descubrir, al desgrabar la entrevista, que Eugenides habla en prosa.
-Esta novela trata mucho sobre la lectura y entiendo que los libros que los tres protagonistas leen fueron libros importantes para usted cuando estuvo en la universidad. Pero, ¿cómo ha sido su vida de lector desde entonces? ¿Tiene la misma pasión y voracidad que tuvo como lector cuando era joven?
-Cuando eres joven eres tan ignorante de tantas cosas que la lectura se convierte en tu mundo entero. La pasión que uno tiene por la lectura a esa edad es extremadamente intensa. Aún estoy absorto en la lectura de novelas, pero no estoy seguro de que lea ahora con el mismo fervor que en esa época, cuando leía casi todo el tiempo sin parar. Suelo escribir más ahora que cuando tenía veinte años. Ahora mismo estoy leyendo estos libros nuevos de Karl Ove Knausgård, Mi lucha, que están recibiendo tanta atención. Estoy totalmente enfrascado en ellos. Es uno de esos momentos en el cual yo, junto a mis amigos, estamos leyendo la misma cosa. Todos estamos extremadamente felices de tener algo como eso para esperar el fin del día.
-Sí, se conoce mucho a Knausgård en la Argentina. Como escritor, cómo le afecta la lectura de estos libros. ¿Influye en sus estrategias para escribir futuras novelas?
-Esos libros tratan sobre un escritor, entonces otro escritor responde a ellos de una forma bastante personal. El está hablando sobre cómo llegar a lo esencial de la experiencia humana. Hay algo casi atlético en esos libros. Es asombroso que escribiera cinco páginas por día. Eso es una enorme cantidad considerando el nivel en el cual está escribiendo. Es muy impresionante. Te hace pensar, qué lindo sería si me sucediera eso... Pero la escritura viene a diferentes velocidades y en diferentes momentos de tu vida, y tienes que prepararte con cierta esperanza para un momento como ese. Supongo que Knausgård, con suerte, llegó a ese momento en este período de su vida.
-En su entrevista con The Paris Review dice que su profesor, John Hawkes, le enseñó a pensar “ficticiamente”. ¿Podría ampliar un poco ese concepto?
-Supongo que involucra una abdicación de la verdad sobre los datos particulares de tu vida, mientras que, al mismo tiempo, intentas retener una conexión con la verdad emocional de tu vida. Es decir, comienzas a escribir un cuento y no hace falta que seas fiel a los hechos de tu vida; te es permitido inventar e imaginarte cosas. Y entras en un dominio en donde todos los materiales que estás usando ya no son necesariamente los que te fueron dados por tu vida. Más bien puedes inventar una actitud lúdica hacía el acto creativo; y una actitud que depende más de la imaginación que de la memoria. Creo que eso es lo que Hawkes me enseñó.
-Sé que descubrió su vocación de escritor cuando tenía 15 o 16 años. Sabiendo lo que sabe ahora, ¿qué le diría a un joven imaginario de 15 años que le dice que quiere ser escritor?
-Bueno, no es imaginario. Muy frecuentemente conozco a jóvenes escritores. Les digo que lean todo lo que puedan y que escriban todo que puedan. En primer lugar, tienes que enseñarte la disciplina de sentarte y escribir –preferiblemente todos los días, pero en todo caso, todo lo que puedas. Y cuando eres más joven es un poco más difícil quedarse quieto sentado, pero eso es algo que tienes que adquirir. Es como si estuvieras aprendiendo a tocar un instrumento musical. Y después, tienes que leer todo lo que puedas porque tienes que saber qué es lo que se ha escrito –si vas a intentar agregar algo a la tradición literaria. Tienes que ver las distintas posibilidades y familiarizarte con los diferentes estilos y escuelas literarias, y convertirte en una persona menos ignorante sobre el oficio y sobre la literatura en general, si quieres escribir. Lo tienes que enfrentar como una profesión. Eso es lo que le diría a un joven escritor.
-¿Considera que con la carrera que pudo construir hasta el momento ha agregado algo a la tradición de la literatura?
-Creo que en los tres libros que he escrito he intentado hacerlos nuevos ( make them new ). Creo que todos los escritores tienen que intentar encontrar algo nuevo para decir sobre su tiempo, o encontrar un nuevo abordaje para la novela. Eso es lo que intenté hacer. Todos mis libros son muy diferentes entre sí. Siempre estoy reinventando la forma en la cual escribo una novela. Por supuesto no es tan fácil, o tal vez ni siquiera es posible quebrar completamente con el procedimiento de operación estándar de escribir novelas. Pero siempre tienes tu propio tiempo sobre el cual escribir –y eso es algo sobre el cual aún no se ha escrito, salvo por tus contemporáneos. Entonces eso es bastante útil. Principalmente, lo que yo he intentado hacer es combinar diferentes modos de la literatura, algunos más antiguos y otros más recientes y posmodernos, y mezclarlos para intentar conseguir una novela diferente; una novela que puede dirigirse a mi propia sensación de lo que es la literatura.
-Aparte de voz, personaje y trama, ¿en un próximo libro, se concentrará en algún otro aspecto técnico del arte de la novela?
-Cuando escribes, siempre comienzas como un principiante o como un inocente. Nunca siento que he logrado un método que pueda reproducir o repetir. Siempre siento que estoy comenzando de cero. Siempre sientes que estás intentando acercarte más a una declaración pura, o a una forma pura de escribir en donde todo lo que quieres decir es transmitido por el lenguaje. Es cierto que está conectado con la voz del narrador, ciertamente está relacionado con el desarrollo de los personajes o el carácter porque pienso que si puedes inculcar la voz con sus particularidades, entonces, por ende, estás creando un personaje. Creo que todas estas cosas al fin se hacen una. Hay una unidad. Pero tienes que comprender las tres piezas principales, de personaje, trama y voz, antes de que puedas escribir de verdad. Creo que estoy en un punto de mi carrera en el cual tengo un manejo de esas tres cosas, pero juntarlas de diferentes maneras seguirá siendo tan difícil como fue aprender cada uno de los tres elementos en la primera instancia.
-¿Hay un arte, fuera de la narrativa, que le inspira para escribir?
-He estado escuchando canciones de Cole Porter de los años 20 y 30. Hay algo en esas canciones que es tan perdurable y tan encantador y tan inmediatamente lleno de emoción. Hay momentos en los que pienso que ojalá pudiera escribir novelas que tuvieran las cualidades y el encanto que tienen esas canciones. Es una música que desearía que mis novelas pudieran emular. Pero, por supuesto, la forma es tan diferente que no sé si estoy aprendiendo algo de Cole Porter. No puedo tomar nada de Cole Porter y colocarlo en una novela. Es simplemente una sensación.
-Franzen dijo que en el 96, cuando salió La broma infinita, eso lo motivó a trabajar más seriamente. ¿Usted compite con sus contemporáneos?
-Franzen y yo ambos somos los más jóvenes de tres hermanos. Crecer de esa manera te suele convertir en una persona muy competitiva, porque tienes estos dos hermanos mayores dándote palizas todo el tiempo. Estás tratando de llegar a ser tan fuerte como ellos. Hay una competición sana que tienen los escritores. Nos reímos de eso. Creo que intentamos utilizarlo como una motivación. Pero a mí me pasa que sólo puedo ser competitivo con personas cuyo trabajo realmente respeto y admiro. No quieres que se convierta en amargura o envidia; quieres que sea como si fuera algo que te impulsa en tu camino. Y al final, todos los escritores sólo dependen de ellos mismos. Sólo puedes escribir lo que tú puedes escribir. Estas cosas no se pueden medir en cuanto al éxito material o ni siquiera por los elogios críticos. Realmente estás atascado en tu propia vida y en tus propias habilidades y en tu propio trabajo. Entonces puedes usarlo para obligarte a trabajar más en ti mismo, pero al fin tienes que dejar que el trabajo hable por sí mismo y dejarlo ser lo que es.
-Un protagonista en este libro encara una búsqueda espiritual. Para cerrar, le pregunto: En su vida, ¿hay un nexo íntimo entre la práctica de la literatura y la práctica de la religión?
-Creo que existe ese nexo para mí y para la mayoría de los escritores serios. Hablando de Knausgård otra vez más, sin duda hay momentos en los cuales él se da cuenta de que la literatura es un tipo de misticismo. Hay un gran placer y un gran sentido que viene simplemente del acto de escribir. No en el libro o en la publicación. Hay algo en el acto, el intento de entrar en la esencia de las cosas, que te abre a la vida, y a otras personas. Es lo más cerca que llegan muchos escritores a una experiencia religiosa. Por allí sólo llegarás a tener eso muy pocas veces en tu vida y por períodos breves, pero no es diferente de esos momentos de satori o nirvana acerca del cual hablan los místicos. Creo que los escritores siempre están esperando que eso suceda. Y de otra manera más bien práctica, escribir es lo que me ha organizado la vida. Si no tuviera eso estaría fuera de control. Es como una disciplina y –a falta de un sentido religioso– es la única forma que he encontrado para organizar mi vida diaria. Tanto para orientarme hacia el intento de pensar en otras personas como también para salir de mi propio ego, de salir de mi propia cárcel del ser.
Con su tercer y último libro, La trama nupcial (2011) –recién publicado en castellano por Anagrama– Eugenides se enfrentó con la columna vertebral del arte de la novela, la trama, justamente. Tras escribir por varios años una narración que tuvo que abandonar porque simplemente no funcionaba, salvó a uno de los personajes (Madeleine), y se preguntó qué pasaría si la sometiera al clásico dilema de la novela del siglo XIX –el de las obras de Jane Austen, o de Anna Karenina de Tolstoi, por ejemplo– en un mundo en el cual los dilemas de esa trama ya no existen. (Hoy Anna simplemente se hubiera divorciado de Karenin y elegido vivir con Vronsky).
Si leyeron este párrafo introductorio haciendo las cuentas se habrán percatado de que hoy Eugenides tiene 53 años, que publicó su primera novela a los 33, y que publica –desde entonces– solamente una vez cada nueve años. El dato bibliográfico que falta es que Eugenides –a diferencia de sus contemporáneos como Jonathan Franzen o el fallecido David Foster Wallace, por ejemplo– no ha publicado ningún otro libro (de ensayos o periodismo). Guarda todo para sus novelas. Eso sí, el año que viene publicará una colección de sus cuentos.
Eugenides es considerado uno de los principales novelistas de su país, pero a su vez, uno tiene la sensación de que, a pesar de tener más de cincuenta años, aún le falta su gran libro. Tal vez los tiempos cambiaron. A su edad, Hemingway, Faulkner, Bellow, Updike o Roth ya eran hombres mayores con casi una decena de novelas publicadas, entre ellas, sus obras maestras. Hoy un tipo de 53 años aún pasa por joven. Con Eugenides existe la sensación de que su gloria puede estar por delante. Pero sólo es una suposición. Por la forma en la que ha descripto su obra pareciera que recién ahora concluye su etapa de aprendizaje.
En todo caso, La trama nupcial tiene un tono elegíaco. Además de ser una historia de amor frustrado entre una mujer y dos hombres de edad universitaria, es una reconstrucción nostálgica sobre el amor a los libros que uno siente sólo cuando es joven, pero también –y esto es algo más importante– es una descripción de cómo era ser estudiante y lector antes de Internet.
Aunque La trama nupcial recibió excelentes críticas y un puñado de premios, no ha atraído el fervor de Las vírgenes suicidas (que se ha convertido en una especie de El guardián entre el centeno para mujeres Generación Y) o el éxito de ventas de Middlesex. En realidad, La trama nupcial es como la primera novela de un escritor, pero escrita con la maestría de un veterano. Es autobiográfica: gran parte de la trama sucede en la universidad de Brown, donde se recibió Eugenides; uno de los protagonistas, Mitchell Grammaticus, encara una búsqueda espiritual yendo a trabajar con la Madre Teresa en Calcuta, como lo hizo el mismo Eugenides. También, como novela de iniciación, es una historia sobre la transición al mundo de los adultos. En esa transición y pérdida de inocencia también se pierde la ilusión de que los libros pueden cambiarte la vida. Y a los personajes de Eugenides eso les duele mucho.
Eugenides no habla demasiado con la prensa porque sólo habla con la prensa cuando publica un libro. Pero cuando da notas es cándido y contesta las preguntas genuinamente. Tal vez por no estar tanto en el circuito de relaciones públicas reacciona a ser entrevistado como primerizo, sin ironía o desdén. Hablamos con él por teléfono. A diferencia de casi todos los autores que uno entrevista, Eugenides nos dio el número de su casa. Vive en Princeton, New Jersey, con su esposa y sus dos hijas. Es profesor de escritura creativa en la universidad del mismo nombre. Nos sorprendió descubrir, al desgrabar la entrevista, que Eugenides habla en prosa.
-Esta novela trata mucho sobre la lectura y entiendo que los libros que los tres protagonistas leen fueron libros importantes para usted cuando estuvo en la universidad. Pero, ¿cómo ha sido su vida de lector desde entonces? ¿Tiene la misma pasión y voracidad que tuvo como lector cuando era joven?
-Cuando eres joven eres tan ignorante de tantas cosas que la lectura se convierte en tu mundo entero. La pasión que uno tiene por la lectura a esa edad es extremadamente intensa. Aún estoy absorto en la lectura de novelas, pero no estoy seguro de que lea ahora con el mismo fervor que en esa época, cuando leía casi todo el tiempo sin parar. Suelo escribir más ahora que cuando tenía veinte años. Ahora mismo estoy leyendo estos libros nuevos de Karl Ove Knausgård, Mi lucha, que están recibiendo tanta atención. Estoy totalmente enfrascado en ellos. Es uno de esos momentos en el cual yo, junto a mis amigos, estamos leyendo la misma cosa. Todos estamos extremadamente felices de tener algo como eso para esperar el fin del día.
-Sí, se conoce mucho a Knausgård en la Argentina. Como escritor, cómo le afecta la lectura de estos libros. ¿Influye en sus estrategias para escribir futuras novelas?
-Esos libros tratan sobre un escritor, entonces otro escritor responde a ellos de una forma bastante personal. El está hablando sobre cómo llegar a lo esencial de la experiencia humana. Hay algo casi atlético en esos libros. Es asombroso que escribiera cinco páginas por día. Eso es una enorme cantidad considerando el nivel en el cual está escribiendo. Es muy impresionante. Te hace pensar, qué lindo sería si me sucediera eso... Pero la escritura viene a diferentes velocidades y en diferentes momentos de tu vida, y tienes que prepararte con cierta esperanza para un momento como ese. Supongo que Knausgård, con suerte, llegó a ese momento en este período de su vida.
-En su entrevista con The Paris Review dice que su profesor, John Hawkes, le enseñó a pensar “ficticiamente”. ¿Podría ampliar un poco ese concepto?
-Supongo que involucra una abdicación de la verdad sobre los datos particulares de tu vida, mientras que, al mismo tiempo, intentas retener una conexión con la verdad emocional de tu vida. Es decir, comienzas a escribir un cuento y no hace falta que seas fiel a los hechos de tu vida; te es permitido inventar e imaginarte cosas. Y entras en un dominio en donde todos los materiales que estás usando ya no son necesariamente los que te fueron dados por tu vida. Más bien puedes inventar una actitud lúdica hacía el acto creativo; y una actitud que depende más de la imaginación que de la memoria. Creo que eso es lo que Hawkes me enseñó.
-Sé que descubrió su vocación de escritor cuando tenía 15 o 16 años. Sabiendo lo que sabe ahora, ¿qué le diría a un joven imaginario de 15 años que le dice que quiere ser escritor?
-Bueno, no es imaginario. Muy frecuentemente conozco a jóvenes escritores. Les digo que lean todo lo que puedan y que escriban todo que puedan. En primer lugar, tienes que enseñarte la disciplina de sentarte y escribir –preferiblemente todos los días, pero en todo caso, todo lo que puedas. Y cuando eres más joven es un poco más difícil quedarse quieto sentado, pero eso es algo que tienes que adquirir. Es como si estuvieras aprendiendo a tocar un instrumento musical. Y después, tienes que leer todo lo que puedas porque tienes que saber qué es lo que se ha escrito –si vas a intentar agregar algo a la tradición literaria. Tienes que ver las distintas posibilidades y familiarizarte con los diferentes estilos y escuelas literarias, y convertirte en una persona menos ignorante sobre el oficio y sobre la literatura en general, si quieres escribir. Lo tienes que enfrentar como una profesión. Eso es lo que le diría a un joven escritor.
-¿Considera que con la carrera que pudo construir hasta el momento ha agregado algo a la tradición de la literatura?
-Creo que en los tres libros que he escrito he intentado hacerlos nuevos ( make them new ). Creo que todos los escritores tienen que intentar encontrar algo nuevo para decir sobre su tiempo, o encontrar un nuevo abordaje para la novela. Eso es lo que intenté hacer. Todos mis libros son muy diferentes entre sí. Siempre estoy reinventando la forma en la cual escribo una novela. Por supuesto no es tan fácil, o tal vez ni siquiera es posible quebrar completamente con el procedimiento de operación estándar de escribir novelas. Pero siempre tienes tu propio tiempo sobre el cual escribir –y eso es algo sobre el cual aún no se ha escrito, salvo por tus contemporáneos. Entonces eso es bastante útil. Principalmente, lo que yo he intentado hacer es combinar diferentes modos de la literatura, algunos más antiguos y otros más recientes y posmodernos, y mezclarlos para intentar conseguir una novela diferente; una novela que puede dirigirse a mi propia sensación de lo que es la literatura.
-Aparte de voz, personaje y trama, ¿en un próximo libro, se concentrará en algún otro aspecto técnico del arte de la novela?
-Cuando escribes, siempre comienzas como un principiante o como un inocente. Nunca siento que he logrado un método que pueda reproducir o repetir. Siempre siento que estoy comenzando de cero. Siempre sientes que estás intentando acercarte más a una declaración pura, o a una forma pura de escribir en donde todo lo que quieres decir es transmitido por el lenguaje. Es cierto que está conectado con la voz del narrador, ciertamente está relacionado con el desarrollo de los personajes o el carácter porque pienso que si puedes inculcar la voz con sus particularidades, entonces, por ende, estás creando un personaje. Creo que todas estas cosas al fin se hacen una. Hay una unidad. Pero tienes que comprender las tres piezas principales, de personaje, trama y voz, antes de que puedas escribir de verdad. Creo que estoy en un punto de mi carrera en el cual tengo un manejo de esas tres cosas, pero juntarlas de diferentes maneras seguirá siendo tan difícil como fue aprender cada uno de los tres elementos en la primera instancia.
-¿Hay un arte, fuera de la narrativa, que le inspira para escribir?
-He estado escuchando canciones de Cole Porter de los años 20 y 30. Hay algo en esas canciones que es tan perdurable y tan encantador y tan inmediatamente lleno de emoción. Hay momentos en los que pienso que ojalá pudiera escribir novelas que tuvieran las cualidades y el encanto que tienen esas canciones. Es una música que desearía que mis novelas pudieran emular. Pero, por supuesto, la forma es tan diferente que no sé si estoy aprendiendo algo de Cole Porter. No puedo tomar nada de Cole Porter y colocarlo en una novela. Es simplemente una sensación.
-Franzen dijo que en el 96, cuando salió La broma infinita, eso lo motivó a trabajar más seriamente. ¿Usted compite con sus contemporáneos?
-Franzen y yo ambos somos los más jóvenes de tres hermanos. Crecer de esa manera te suele convertir en una persona muy competitiva, porque tienes estos dos hermanos mayores dándote palizas todo el tiempo. Estás tratando de llegar a ser tan fuerte como ellos. Hay una competición sana que tienen los escritores. Nos reímos de eso. Creo que intentamos utilizarlo como una motivación. Pero a mí me pasa que sólo puedo ser competitivo con personas cuyo trabajo realmente respeto y admiro. No quieres que se convierta en amargura o envidia; quieres que sea como si fuera algo que te impulsa en tu camino. Y al final, todos los escritores sólo dependen de ellos mismos. Sólo puedes escribir lo que tú puedes escribir. Estas cosas no se pueden medir en cuanto al éxito material o ni siquiera por los elogios críticos. Realmente estás atascado en tu propia vida y en tus propias habilidades y en tu propio trabajo. Entonces puedes usarlo para obligarte a trabajar más en ti mismo, pero al fin tienes que dejar que el trabajo hable por sí mismo y dejarlo ser lo que es.
-Un protagonista en este libro encara una búsqueda espiritual. Para cerrar, le pregunto: En su vida, ¿hay un nexo íntimo entre la práctica de la literatura y la práctica de la religión?
-Creo que existe ese nexo para mí y para la mayoría de los escritores serios. Hablando de Knausgård otra vez más, sin duda hay momentos en los cuales él se da cuenta de que la literatura es un tipo de misticismo. Hay un gran placer y un gran sentido que viene simplemente del acto de escribir. No en el libro o en la publicación. Hay algo en el acto, el intento de entrar en la esencia de las cosas, que te abre a la vida, y a otras personas. Es lo más cerca que llegan muchos escritores a una experiencia religiosa. Por allí sólo llegarás a tener eso muy pocas veces en tu vida y por períodos breves, pero no es diferente de esos momentos de satori o nirvana acerca del cual hablan los místicos. Creo que los escritores siempre están esperando que eso suceda. Y de otra manera más bien práctica, escribir es lo que me ha organizado la vida. Si no tuviera eso estaría fuera de control. Es como una disciplina y –a falta de un sentido religioso– es la única forma que he encontrado para organizar mi vida diaria. Tanto para orientarme hacia el intento de pensar en otras personas como también para salir de mi propio ego, de salir de mi propia cárcel del ser.