Veintiséis años separan esos dos momentos conectados por un relámpago
que lo ilumina todo al echar la vista atrás en las 949 páginas de Virginia Woolf. La vida por escrito
(Taurus), de Irene Chikiar Bauer. Es la primera gran biografía en
español de una de las escritoras más influyentes del siglo XX y que
desde el principio quiso romper esquemas narrativos y dar voz a la Voz,
como el agua que fluye y siempre encuentra una salida. Hablan por ella La señora Dalloway, Al faro, Orlando, Las olas, Una habitación propia…
Coincide con la edición de una nueva biografía, la más destacada escrita en español
Y aquí, Chikiar Bauer, periodista y escritora argentina, reconstruye
esa existencia y muestra el ir y venir entre realidad y ficción.
Virginia Woolf, dice la biógrafa, utilizó experiencias de su vida en sus
libros, pero, precisa, no se puede “afirmar que la suya sea una
escritura autobiográfica o de autoficción, aunque al contar con todo el
material autobiográfico del que disponemos, sus cartas, sus diarios personales, ensayos y memorias, veamos que la temática de su literatura tiene que ver con cuestiones que le concernían personalmente”.
Es la felicidad astillada.
Siete años ha invertido la periodista en mostrarla en este volumen
dividido en dos partes: la primera recoge sus 22 años iniciales, hasta
la muerte de su padre en 1904 (periodo en el cual nacen sus demonios,
para bien y para mal, y que la espolean: el padre en la torre de marfil,
la madre vigilante, su hermana Vanessa, pintora, y la sombra del
incesto por culpa de uno de sus hermanastros). La segunda parte es el
resto de su vida, año a año. Supone un asomo al universo Virginia Woolf,
que pendula entre las huellas de la época victoriana y las dos guerras
mundiales y, en medio, el mundo que se abre al modernismo y al que ella
misma contribuye con su literatura o grupos como el de Bloomsbury. Como
colofón, su vida en fotografías.
Casi todo y toda ella está en Fin de viaje. Es como el libro
de la vida de su vida, escrito 26 años antes de morir, y que Irene
Chikiar reconstruye: “Lo empezó en el verano de 1907 y lo envió a la
editorial en 1913, hasta que se publicó el 26 de marzo de 1915. Buscó,
como en sus principales libros, experimentar maneras menos
convencionales de tratar el argumento y los personajes, lo cual requería
salirse de los cánones establecidos. Se puede decir que Fin de viaje
refleja las preocupaciones de Virginia Woolf durante su adolescencia y
primera juventud, siendo centrales cuestiones como las dificultades en
las relaciones entre hombres y mujeres jóvenes, la ignorancia sexual y
el lugar en la sociedad que ocupaban las jóvenes de su clase, e incluso
el efecto de la muerte prematura de la madre”. Ya en esa obra señala la
necesidad de un cuarto propio para la protagonista, “donde poder tocar
música, leer, meditar, desafiar al mundo, habitación que podía convertir
en fortaleza y santuario”.
En Fin de viaje son centrales cuestiones como las
dificultades en las relaciones entre hombres y mujeres jóvenes, la
ignorancia sexual y el lugar en la sociedad que ocupaban las jóvenes de
su clase, e incluso el efecto de la muerte prematura de la madre”.
Irene Chikiar
Y así lo hizo ella misma hasta el final, sin dejar de trabajar los temas que la conectaron con Fin de viaje…
En la historia de Rachel, el amor y la felicidad, su búsqueda con el
joven Terence Hewet, es frustrada, y “la cuestión sexual no se aborda”,
mientras la escritora y Leonard sí se casaron, pero llevaron una vida
sentimental singular donde, tanto en la novela como en la realidad, el
amor va más allá de lo terrenal y su realización está impregnada de un
aire de imposibilidad; la atracción homosexual parece aletear alrededor
de la joven protagonista y se concreta en la autora. Rachel enferma y
muere prematuramente, mientras la escritora se suicida. Tras la muerte
de ambas, mientras en la novela se dice: “Nunca dos personas han sido
tan felices como lo hemos sido nosotros. Nadie ha amado nunca como nos
hemos amado nosotros”; en el mundo real, Virginia Woolf dejó una carta a
su marido cuyas últimas palabras son: “No creo que dos personas
pudieran ser más felices de lo que fuimos tú y yo”.
Y todo ocurrió un viernes. Un viernes 26 de marzo de 1915 Virginia Woolf dio a conocer su mundo literario en Fin de viaje y un viernes, 26 años después, ella dijo adiós.
Virginia Woolf en sus novelas
Irene Chikiar Bauer cuenta qué prestó Virginia Woolf de su vida a
cuatro de sus novelas más emblemáticas y por qué las escribió. Al faro (1927),
novela clave del modernismo y reafirmación de su autora en el canon del
siglo XX, y que pasa por ser, quizá, su obra más autobiográfica no está
incluida en este recorrido precisamente porque es de las que más se
suele hablar. Recuerdos de infancia y manipulación del tiempo resumidos
por la biógrafa en Virginia Woolf. La vida por escrito (Taurus): “Las ideas y visiones de Al faro
convocaban emociones asociadas al recuerdo de sus padres y de su propia
infancia, y evocaban los veranos en St. Ives y toda la fuerza de esa
realidad perdida. Mientras escribía, Virginia llamaba al pasado y lo
fijaba en palabras”.
La señora Dalloway (1925):
“En esta novela, la preferida de muchos lectores, quiso ‘mostrar lo
escurridizo del alma’, pero también, mientras la escribía, sintió que
tenía casi demasiadas ideas, quería ‘dar vida y muerte, cordura y
locura’, ‘criticar el sistema social, y mostrarlo en funcionamiento, en
su forma más intensa’. En La señora Dalloway bosquejó un estudio
de la locura y el suicidio: ‘El mundo visto por cuerdos y locos, lado a
lado’. Allí volcó experiencias de sus propias enfermedades y trastornos
psíquicos (en el personaje de Séptimus, un soldado que sufre stress post
traumático y se suicida tras un brote de locura), también reflexionó
acerca de la condición de las mujeres de su época, reflejadas en
Clarissa Dalloway, su hija, la institutriz, o Sally, la amiga de
juventud de Clarissa. Las dificultades de la relación entre hombres y
mujeres está presente en este libro, lo mismo que su amor por la ciudad
de Londres, o la devastación que produce la guerra, una problemática
sobre la que trata en casi todas sus novelas.
Tal vez, una de las cuestiones que ella consideró más importante es
que en esta obra logró un gran ‘descubrimiento’, un método que le
permitió excavar ‘hermosas cavernas’ detrás de sus personajes, logrando
“humanidad, humor, profundidad”. De alguna manera, Clarissa Dalloway
actúa como doble de Virginia Woolf; muestra lo que podría haber sido de
ella, si la rebeldía a las normas, su conciencia humanitaria y la pasión
por la escritura no hubieran interferido el destino victoriano que
había trazado sus padres y la época en la que le tocó nacer”.
Orlando (1928):
“Quiso escribir Orlando en un estilo burlón, claro y sencillo,
de modo que la gente entendiera la novela. El libro, en homenaje a su
amiga y ocasional amante Vita Sackville West, debía tener un cuidadoso
equilibrio entre verdad (hechos) y fantasía (ficción). Pero Orlando es
más que un ejercicio brillante y liberador. Gracias a esa novela la
autora logró ascendiente sobre Vita, la halagó, y a través de ella tal
vez elaboró los celos que le provocaban sus relaciones con otras
mujeres. Además, gracias al Orlando, expresó, en clave literaria,
la liberalidad sexual que caracterizaba a los integrantes de
Bloomsbury. Suerte de biografía ficcional de Vita, en el libro también
se reconocen versiones satíricas de amigos, parientes e incluso a la
propia Virginia Woolf ya que recrea aspectos de su propia experiencia
como escritora, aborda las problemáticas de género y alude a la
bisexualidad de Vita, y a cuestiones de la identidad al explicitar que
en Orlando, ‘el cambio de sexo modificaba su porvenir, no [modificaba] su identidad”.
Las olas (1931):
“Aquí hizo confluir introspección y aventura estética y justifica su
tendencia, siempre presente en los diarios íntimos, de volver al pasado
para entender el presente y proyectarse al porvenir. Desde un punto de
vista autobiográfico, explicó Las olas como un intento de plasmar una visión o estado mental que tuvo cuando terminaba Al faro, su anterior novela, sintiéndose
muy desdichada y experimentando el ‘dolor físicamente como una dolorosa
ola que se hincha sobre el corazón’. También había deseado expresar
ciertas visiones: ‘El lado místico de la soledad’. Las olas es un
libro de madurez, donde recrea los ‘momentos de vida’ que tanto la
habían conmovido de niña; como la vez que no pudo saltar un ‘charco en
el sendero’, porque ‘todo de repente fue irreal […] el mundo entero se
volvió irreal’. En esta novela quiso expresar ‘la idea de una corriente
continua, no solo de pensamiento humano’ sino de la Infancia, aunque
dejando en claro que no se trataría de su propia infancia. En polifonía,
alternan los soliloquios de seis personajes que se conocen desde niños y
que conservarán su amistad a lo largo de sus vidas. Un séptimo
personaje, al que los demás evocan, tiene claras analogías con Thoby, el
hermano que murió en su juventud. Asimismo, características de los
personajes se pueden asociar a los de la propia Virginia Woolf, o a los
de su marido, Leonard Woolf, su hermana Vanessa, y otros integrantes del
grupo Bloomsbury”.
Entre actos (1941):
“En tanto que Tres guineas (1938) puede considerarse un alegato pacifista, en sus últimas novelas, Los años (1937) y Entre actos
(1941), la referencia a la Segunda Guerra Mundial es ineludible. Una
Europa ‘erizada de cañones, cubierta de aviones’ da marco a la última
novela de Virginia Woolf. En el libro se pasa registro a la vida social
de una aldea inglesa. El tema es afín a su objetivo de relacionar las
vidas de sus protagonistas con la mayor parte de la historia del país; y
si bien hay una pequeña escena que tiene lugar la noche anterior, la
historia se desarrolla durante el transcurso del siguiente día, con los
preparativos y finalmente la representación teatral organizada
anualmente por los lugareños para juntar fondos para instalar luz
eléctrica en la iglesia del pueblo. La obra cuenta con un público que
incluye a la pequeña nobleza, a la alta burguesía y a los aldeanos, que
además de ver la obra, comparten un refrigerio. Durante los últimos años
de su vida, marcada por la guerra y sin poder regresar a Londres,
Virginia Woolf convivió estrechamente con la gente de Rodmell, donde
tenía su casa de campo. Puede afirmarse que en Entre actos,
recreó muchas de sus preocupaciones y temas que la guerra reactualizaba:
su amor por Inglaterra, su particular patriotismo ligado a la tradición
literaria y al paisaje inglés, sus planteamientos acerca de la vida
individual y comunitaria, sus temores asociados con la guerra. También
se refiere a su idea de la imposibilidad de comunicación, aun entre
personas que se aman. De hecho, los personajes se unen y se separan
consciente o inconscientemente, guiados por afinidades electivas
cambiantes, rechazos y atracciones que van dibujando constelaciones que
los unifican, o los rescatan, al menos momentáneamente, de su
aislamiento. Las diferencias de clase, generacionales, sexuales e
incluso ideológicas actúan como fuerzas de atracción y repulsión, que
afectan a los individuos, aislados en su propio universo.
Además de innovar en el estilo, Virginia intentaba indagar en una
problemática de amplio espectro y que abarcaba desde temas acerca del
futuro de la civilización, a otros específicamente literarios como la
relación entre el autor y su público y los modos de representación, para
llegar a cuestiones de orden cuasi metafísico”.