Con poesía y relatos fantásticos les cambia la rutina a trabajadoras sexuales y niños en Usme
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Con poesía y relatos fantásticos les cambia la rutina a prostitutas y
niños en Usme. Paola Gil, una de los cien jóvenes que vive de leerles a
otros./eltiempo.com |
'Paloma' jamás imaginó que la poesía se
convertiría en el refugio para sobrellevar su azarosa vida de
prostituta. Cada palabra del verso “sobre mi hombro se posa el pájaro
del silencio”, de ‘Despojada’, escrito por Orietta Lozano, capturó sus
sentimientos.
Ese verso lo conoció ‘Paloma’ gracias a Paola
Gil, una estudiante de Lingüística de la Universidad Nacional que todos
los jueves y martes, sin falta, va hasta el lugar donde ejerce su oficio
para compartir la literatura con ella y otras mujeres en su misma
condición.
Desde que comenzaron las horas de lectura,
‘Paloma’ ha empezado a sentir que la literatura es el único puente que
tiene para soñar entre camas, hombres desconocidos y alcohol.
Gracias a esas líneas que le ofrece la poesía,
esta mujer ha podido enfrentar miedos y secretos, como el de tener que
ocultarles a sus dos hijas el lugar donde trabaja y la forma como se
gana la vida.
“Un día mi hija menor encontró unas medias de
malla negra y una falda pequeña. Me preguntó: ‘¿Por qué eso estaba en mi
cartera?”. No supo qué decirle, qué responderle. La tomó por sorpresa y
solo alcanzó a inventarle que era “una camisa pequeña” y que no sabía
por qué esas medias estaban ahí.
A pesar de estos silencios obligados y de sus
remordimientos, Paola, la lectora, la admira. “Yo me siento orgullosa de
ellas. Nadie más trabaja como lo hacen estas mujeres”, asegura la
estudiante, quien a sus 24 años valora la dignidad de estas madres que
entregan su cuerpo, sin importar si es gordo, flaco o flácido,
convencidas de que no hay otras como ellas en las artes eróticas.
La labor de Paola es poco común: andar con una
maleta al hombro cargada de libros, por las lomas de Usme, tocando las
puertas de las casas de invasión y los prostíbulos de la localidad, como
si fuera una predicadora. Solo que su mensaje es diferente: ella
promociona la lectura.
Consciente de que es un hábito adquirido que
puede llegar a transformar comunidades vulnerables y vidas particulares,
Paola dejó su trabajo y se arriesgó a participar en la convocatoria de
becas del programa Lectores Ciudadanos de BibloRed y la Secretaría de
Cultura, Recreación y Deporte, para que jóvenes de las localidades de
Usme, Sumapaz, Ciudad Bolívar y Kennedy transmitan el amor por la
lectura a los habitantes de su entorno.
“La primera vez que entré al bar, una mujer se
me acercó y me saludó muy amable. Yo sabía que en algún lugar la había
visto. Al día siguiente me di cuenta que era mi vecina, pero sin
maquillar”, recuerda.
Esa era ‘Yuli’. Cuando se enteró que Paola
enseñaba a leer y a escribir poesía, le abrió las puertas de su casa,
para que conociera a sus 5 hijos, quienes saben del oficio de su mamá y
también están como ella, entusiasmados con las letras.
“La rutina de leer los motiva a vivir, al
menos por un instante, lejos de su difícil realidad”, insiste Paola,
quien espera que a través de la escritura las mujeres encuentren un
camino para expresar sus problemas.
Como Paola Gil, más de 100 jóvenes dedican dos
días de la semana a un trabajo que recuerda al famoso proyecto de la
costa colombiana, el ‘Biblioburro’: llevar hasta los lugares más remotos
el conocimiento.
En sus recorridos semanales por la localidad,
esta joven ha llegado a trabajar con población desplazada e incluso ha
logrado incentivar a los hijos de los recicladores para que dediquen un
par de horas a la lectura, en lugar de andar en las calles sin
pavimento, pateando piedras y exponiéndose a los peligros. “Los niños
aman los libros, cada ocho días que voy a leerles un cuento, me reciben
con ansiedad y acomodan un lugar de sus casa hecha de cartón y lata para
que les cuente historias de animales raros, de princesas o vampiros
‘chupa’ sangre”.
Para Gil es muy gratificante ver cómo los
niños aman la lectura, pues siempre están listos para escuchar la nueva
historia y hacerle prometer que va a volver, antes de salir con sus
padres a reciclar.
La idea de Paola es clara: que la lectura no
sea algo impuesto, sino motivado, que traiga otras cosas detrás, que
incentive la imaginación y que conmueva y logre transformar.
“Cuando estamos juntos leyendo se crea un
espacio en el que nos sentimos en familia. Lo maravilloso es que llegan
hasta la casa, aprendemos, nos distraemos y nuestros hijos se motivan a
leer”, cuenta Angélica Beltrán, una de las madres que le abrió sus
puertas a Paola, la lectora que está cambiando vidas a través de las
palabras en los lugares donde antes no asomaban los versos, los cuentos
ni las historias.
¿Cómo es el proyecto de lector ciudadano?
La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte
seleccionó a 100 jóvenes bachilleres, entre los 18 y 26 años, para que
se convirtieran en facilitadores de lectura en sus comunidades. Este
proyecto cuenta con el apoyo del Programa Iberoamericano de Bibliotecas
Públicas- Iberbibliotecas. Los beneficiarios son formados en fomento y
promoción de lectura y escritura para la población infantil, vulnerable y
familiar a través de la gestión comunitaria y lectura en formatos
digitales. Una vez reciben la inducción, se convierten en los vínculos
para que las personas puedan acceder a la lectura.