lunes, 29 de julio de 2013

Junot Díaz: "La única cosa valiosa mañana va a ser tu obra"

Con tres libros, el dominicano-estadounidense alcanzó la cima de las letras en los Estados Unidos. Ganó un Pulitzer con su novela La breve y maravillosa vida de Oscar Wao; sus otros dos cuentos le han valido elogios y distinciones de toda índole. Hablamos con él a propósito de la edición de su último libro, Así es como la pierdes, al castellano

Junot Díaz: "Por un lado soy artista, pero por otro lado soy inmigrante" /Nina Subin./revista Ñ

Parece que Junot Díaz se está mandando un Faulkner –o un Balzac. Pero mucho más lentamente. Esto quiere decir que sus tres libros no son independientes uno del otro, sino parte de una narración que describe un mundo. Cada libro es una nueva entrega sobre este territorio –como el Yoknapatawpha (el pueblo imaginario que pobló Faulkner con sus novelas y cuentos) o el París de Balzac (un enciclopédico espejo narrativo del París real de sus tiempos).
Díaz mismo explicó esto en una entrevista con la fundación MacArthur, que el año pasado le dio una beca de medio millón de dólares, sin obligación alguna, para que siga desarrollando su arte:
“Soy un escritor obsesionado cuando se trata de la República Dominicana. Tanto cuando se trata de su historia, sus diásporas y sus comunidades. Pienso que si tengo un tema, si tengo un proyecto, pareciera estar vinculado con la Republica Dominicana y su diáspora –filtrada por la sensibilidad de un chico de Nueva Jersey que vivió su adolescencia en los 80. Mi personaje central es este extraño, rudo, medio bruto llamado Yúnior de las Casas. Mis libros son sobre él y su familia y su viaje…”
Como dice Díaz, él esta escribiendo sobre el nuevo inmigrante. No el que está dividido sino el que vive en dos lugares simultáneamente (tanto en su imaginación como geográficamente): su país de origen y el de emigración.
Hablamos con Junot por teléfono el 21 de Junio. Parte de la conversación ya salió publicada en el diario, sin embargo la amabilidad de Díaz hizo que la entrevista se prolongara. Acá la presentamos completa. Una última aclaración: comenzamos tratándolo de usted, pero después resultó imposible. Junot te dice tigre, y te dice man, y por un rato, por lo menos, bajás la guardia profesional y te lo imaginás como un amigo. Y lo tuteás.
-¿Cómo ve el tema de la traducción al castellano de sus libros? Ya que en inglés están en inglés y castellano, pero en la traducción todo está en castellano.
-Por un lado soy artista pero por otro soy inmigrante. Entonces, estoy acostumbrado a vivir en un mundo traducido. Un mundo donde siempre hay algo que uno tiene que traducir. Siempre hay elementos –en esta traducción, por ejemplo– que se pierden. Para mí esto ya es normal. Como yo lo veo, este proceso es de lo más natural…
Cuando era niño vivía solamente en español pero –imagínate– estaba loco por entender inglés. Estaba viviendo en este país y no entendía nada, no me podía comunicar con nadie… Ahora, como adulto, me pasa igual con libros que quiero leer pero están en idiomas que no entiendo, como el japonés. Entonces, prefiero que mi libro esté en otro idioma a que no lo esté. Yo entiendo que hay un proyecto –como el mío– que tiene los dos idiomas presentes, pero también creo que el inglés y el español son como primos, aunque la gente a veces no lo piense así.
-Cuando uno busca lo que hace por fuera de sus libros –por ejemplo hay muchas charlas y conferencias que se encuentran en YouTube– se da cuenta de su faceta de profesor. ¿Escribiría sobre aspectos teóricos de la ficción? ¿O sobre el escribir?
-¿Sabes cual es el problema mío? Que no escribo tanto. Yo soy muy lento. Y, mira, yo encuentro la ficción –a las novelas y cuentos cortos– tan difícil, ¡olvídate de ensayos! ¡No, man! Hay escritores que pueden hacer de todo: escriben cuentos, escriben novelas, escriben ensayos, poesía, ópera, obras de teatro. Es que yo nunca tuve ese talento, man. Con lo difícil que es escribir ficción ya, creo que eso es suficiente.
-Cuando dices que es difícil escribir ficción, hay razones teóricas. Si fuera tu alumno en una clase y te preguntara por qué es tan difícil escribir ficción. ¿Cómo me responderías?
-Bueno, primero, yo digo que cada artista tiene su ritmo. Entonces, hay artistas que lo que ellos echan son gotas. Hay otros que –imagínate–, un río amazónico. Primero eso. Pero, segundo, hay escritores que escriben compulsivamente. Si no escriben no se sienten bien. Aunque no tienen nada que decir, algo profundamente importante para comunicar, ellos siguen escribiendo. Hay otros escritores que necesitan, antes que todo, noticias del mundo antes de ponerse a escribir. Como decimos en inglés, news of the world. Primero necesitan tener una experiencia antes de escribir algo. Hay muchísimas clases de escritores. Hay escritores que nunca van a tener problema en escribir un chorro de mierda. Y hay otros escritores que hacen dos libros en su vida entera.
-Hay una creciente comunidad dominicana acá en Buenos Aires. ¿Cómo te imaginas que ellos podrían leer e interpretar tus libros? Es decir, escribes desde la experiencia del inmigrante dominicano que se va a los Estados Unido, pero, ¿habrá algo universal, sin embargo, en lo que escribes?
-Bueno, me imagino que sí. Tu sabes que existe este dicho en inglés que solamente hay dos clases de libros: el libro en el que alguien abandona el pueblo (Someone leaves town) y el libro en el que alguien llega al pueblo (Someone comes to town). ¿Verdad? Entonces, imagínate. Vivir en exilio, vivir como inmigrante… Hay muchas cosas en común a pesar de las circunstancias. Ojalá ellos encuentran algo en mi trabajo que les llame la atención.
-¿Hay algún aspecto negativo de haber sido tan abrazado por el establishment estadounidense? Tienes el Pulitzer, el MacArthur… Acabas de recibir un doctorado honoris causa de la Brown University. Por ejemplo, en uno de los cuentos de esta colección hay un personaje que teme perder su pase al gueto por estar en un hotel muy lujoso en las islas dominicanas. ¿Te pasa eso a veces?
-Pero uno nunca tiene un ghetto pass. No creo en esa vaina del dominicano pobre auténtico. Porque, mira, yo veo esa pregunta de esta manera: como escritor yo he tenido una carrera de más de 17 años. Me pasé 11 años escribiéndome una novela, y durante esos once años a nadie le importaba lo que yo estaba haciendo. ¿Verdad? Cuando Oscar Wao salió como novela, yo te digo man, las reseñas eran malísimas y también eran muy indiferentes. Vendí casi ningún libro. Sólo le vendía a los nerds dominicanos y a algún profesor. Todos los periódicos principales ni se dieron cuenta de que existía la novela. Entiendo que en mi vida ahora me están dando mucho aplauso. Por ahora, algunas personas, están diciendo “¡Oye, coño! ¡Que trabajo bien hecho!” Pero uno siempre vive su vida entera. Siempre tiene todos los aspectos presentes. Entonces –sí, claro– ahora me está yendo muy bien. Pero, espera hasta mañana.
Porque, imagínate, que en este país es una cosa diferente ser artista que ser otra cosa. También es diferente ser una persona de color que ser un blanco. O te dan aplauso un día y mañana, nada. Mañana se olvidan de ti. No es como Latinoamérica. Hay escritores dominicanos que no han publicado nada en 20 años y todavía tienen sus fanáticos. En los Estados Unidos, si mañana tienen otra droga, olvídate. Yo lo veo de esta manera. Entiendo bien que la vida cambia. Yo no soy el niño que fui. Vivo una vida donde puedo pagar mi departamento. Tengo mi choche. Todo eso no significa que el niño que yo fui haya desaparecido. También sé que el apoyo y el aplauso de hoy no significarán nada mañana.
-Eso es una característica bien estadounidense. En ese sentido, es un país bastante cruel, ¿no? El éxito es muy importante pero también muy frágil.
-No hay duda. Es un país sumamente cruel. Siempre digo que para entender a los Estados Unidos solamente tienes que leer ese libro Los juegos del hambre. Allí ya tú tienes a los Estados Unidos. Siempre digo que la única fantasía en Los juegos del hambre es el último minuto, el último acto, cuando la muchachita dice: “Coño, yo me voy a suicidar antes de matar este novio que tengo”. Yo creo que esa es la única fantasía. En los Estados Unidos la muchacha lo clavaría a ese tigre para ganar. Entonces, es así, man. Pero hay gente que se deja llevar, man. Que se olvida de la realidad. Piensan que porque hoy le han dado su corona siempre van a ser rey. Y se obsesionan buscando ese apoyo. Ok, mira, yo lo agradezco. Entiendo que es una gran suerte que yo he tenido. Pero lo importante, especialmente en un país como éste, es seguir trabajando, seguir escribiendo. Porque el aplauso de hoy no vale nada mañana. La única cosa valiosa mañana va a ser tu obra.
-Sobre lo latino, ¿qué tan importante es la apariencia en el tema de ser definido como latino en los Estados Unidos? Por ejemplo, yo soy un tipo blanco, pero me siento latino. Pero en los Estados Unidos paso por blanco. Es complicado todo esto, ¿no?
-Si, pero tampoco es tan complicado. Imagínate, hay muchísimos latinos que son blancos. Y los latinos que son blancos sufren igual cuando ellos están montados en un autobús y hay un racista allí hablando mal de los latinos. Creo que uno tiene que entender que, claro, hay un aspecto racial muy fundamental, pero también esto es una guerra cultural. Una guerra de las sociedades. Y mira, tú no puedes imaginar la cantidad de amigos míos que son mexicanos –pero mexicanos blancos– de lo más finos, como dicen; de la clase alta… y es que se vuelven tan locos con este país que no pueden vivir aquí. En su vida entera ellos nunca se habían identificado como mexicanos. Ellos pensaban que eran lo cool, eran los hipsters de México. Y llegan aquí y el odio que tiene este pueblo contra los mexicanos los convierte en los nacionalistas más grandes que tú has visto en tu vida.
Entonces claro, claro que existe este elemento grande –esta estructura grande– de lo racial. Pero tienes que entender que este país es latinofóbico. Odia la cultura y la sociedad latina. Y eso es fuerte. Imagínate el latino blanco que cuando está con otras personas blancas que piensan que no están entre latinos y se ponen a decir lo que les da la gana y tiran mierda. Conmigo por lo menos dicen “Oh no, aquí hay uno de ellos. Mejor no digo nada”.
-En el último cuento de “Así es como la pierdes” se ve cómo el protagonista sufre de ataques racistas. ¿Eso es parte de tu vida en Boston?
-No, hombre, no, no, no. Mira. Lo que te estoy diciendo, tigre, es que uno tiene que entender bien dos cosas. Primero, para mí la pregunta no es si yo he sufrido racismo. La pregunta siempre es si yo he sido racista. Para mí el racismo forma parte del carácter de mucho de nosotros. Uno tiene que entender que el que no escribe sobre el racismo, el que no lo reconoce, está siendo falso con la realidad del mundo. Eso es lo primero. Porque a mí no me importa si uno es un prieto, prieto, prieto o un blanco, blanco, blanco. El racismo no tiene nada que ver con lo que uno ve, tiene que ver con lo que practicamos. Y creo que cuando uno habla de lo que practicamos, estamos todos involucrados. Como decimos en inglés: We are all implicated.
Yúnior dura el libro entero diciendo vaina racial. Pero el chiste es que al fin toda la vaina que Yúnior habla, toda la vaina racial, toda la vaina que dice, en el último capítulo él lo termina pagando. Para mí esa es la comedia y la ironía del libro.
Segundo, el otro aspecto es que Boston en el libro es como el patriarcado y la masculinidad. En este libro estoy diciendo que esto es un problema de los dominicanos. Estoy utilizando el dominicano y a Boston como metáforas para hablar de los Estados Unidos y para hablar de género, de los hombres, de masculinidad. No veo –te lo digo de corazón– que Boston sea peor que New Jersey en los 70. No veo que Boston sea peor que Santo Domingo contra los haitianos. Cuando fui a la Argentina, man, yo estaba hangeando con algunos argentinos que no eran escritores, que no eran intelectuales…Imagínate lo malo que soy que le pregunté a uno de ellos: ¿y los bolivianos? Y no puedes imaginar el discurso que este muchacho ha lanzado. Man, ¡qué discurso del diablo! Entonces, creo que es algo que se tiene que reconocer pero que no podemos hacer lo que hacen los gringos siempre, que es decir que: “Bueno, este problema es de fulano nomás…”
-¿Se puede leer esta colección de cuentos como si fuera una novela?
-Sí, ese fue el plan. Porque, imagínate, a mí me encanta este juego. Este juego que el lector tiene que trabajar para entender el libro. La primera tarea del lector es decidir qué género es el libro. Me encanta que los lectores participen en la construcción del libro. Cuando la gente me dice que son lindos los cuentos, yo digo, espérate, espérate. Yo sé que está construido como un libro de cuentos, pero es más complicado que eso. Porque, imagínate, en este libro yo veo que la masculinidad es algo sumamente peligroso.
Las primeras víctimas de la masculinidad son las mujeres y los niños. Y después, el daño colateral son los mismos hombres que lo sufren. Con el caso de Yúnior te das cuenta durante el libro entero que poco a poco la práctica del patriarcado devora a los hombres por dentro. Tú ves en el libro cómo, paso a paso, ese cáncer come al hermano de Yúnior. Y poco a poco el cuerpo de Yúnior empieza a degenerarse. Al principio lo trata de controlar, o de oponerse a esta degeneración haciendo ejercicio, pero poco a poco se desarma su cuerpo. Esto solamente se puede contar en una novela, pero claro que este libro está construido como un libro de cuentos.
-¿Cómo coexiste ahora tu deseo de seguir escribiendo sobre Yúnior y su mundo y tu declarado deseo de escribir una novela de ciencia ficción? ¿Cómo vas a balancear estos dos temas en el futuro inmediato?
-¿Qué sé yo? ¿Qué sé yo?
-Ya sé que es una pregunta pesada. Los periodistas somos muy pesados, somos como dentistas para ustedes, lo reconozco…
-Vamos a tratar de hablar honestamente. No lo veo de manera agresiva. Mira. Lo que digo es que yo soy un escritor tan lento, man. Si yo fuera otro ya hubiera escrito ese libro. Pero es que yo no sé. Creo que con este paso que tengo, a mí nada más me quedan dos libros adentro, man. Entonces, vamos a ver. No sé si me va dar chance, si me va dar tiempo para escribir un libro de ciencia ficción y otro libro sobre Yúnior. Ojalá que sí. Pero nunca sabes.
-¿Y puedes disfrutar de escribir sin publicar? ¿Lo que escribes y no se publica te da tanta satisfacción como lo que escribes y termina siendo publicado?
-Creo que el arte como la vida demanda testigos. Yo no necesito que algo se publique en The New Yorker. No necesito que se publique en un libro. Puede ser por Internet. Pero claro que quieres un testigo, quieres estar en conversación. Es como lo veo. Para mí es una conversación, man. Y, wow, si tú no tienes interlocutores creo que no vale la pena.
-Te hago una última pregunta. ¿Te ha defraudado Obama?
-Hombre, todavía estamos esperando el presidente que merecemos. Como miembro de la izquierda, como alguien de la diáspora africana, como un hombre progresista, yo todavía estoy esperando el presidente nuestro. Siempre digo que con Obama tenemos Bush light. Porque mira, este tigre… Nada más para terminar con esto: imagínate que George Bush deportó menos latinos que Obama. ¿Pero tu puedes imaginar que la comunidad latina viviendo bajo el mandato de Bush se sentía mucho menos aterrorizada que con Obama? Para mí, eso lo dice todo.