viernes, 12 de julio de 2013

"Las preguntas sobre el amor", el libro que duró 352 años inédito

Este libro, escrito en el siglo XVII, ve la luz gracias al esfuerzo de una profesora colombiana

 Francia E. Goenaga y Federico Torres G. lideraron el proyecto literario. /Héctor F. Zamora./eltiempo.com
Mientras adelantaba su tesis doctoral sobre los moralistas franceses del siglo XVII, a mediados de los noventa, la literata y profesora colombiana Francia Elena Goenaga se encontró en la Biblioteca Nacional de Francia una verdadera joya intelectual. Se trataba de un cuaderno manuscrito, titulado Questions d’amour, que contenía preguntas sin respuestas en torno al amor, escrito por una mujer que firmaba como Marie Linage.
A medida que halaba la pita de este hallazgo, Goenaga encontró que, además del hermoso material filosófico y literario que contenía el cuaderno –que de paso tenía una estructura perfecta de libro–, todo lo que rodeaba a su autora era una fuente maravillosa de datos reveladores, que daban cuenta de la manera de pensar y de vivir de una época. Empezando porque la obra había sido escrita en 1661, cuando Linage tenía tan solo 19 años, un año antes de su muerte.
El joven editor bogotano Federico Torres Gavilán, de la editorial independiente Destiempo, y la profesora Goenaga se dieron a la tarea de publicar por primera vez, para el mundo, esta curiosidad literaria, que se titula en español Las preguntas sobre el amor, y que permaneció inédita durante 352 años.
El libro consta de tres partes, que abordan las siguientes temáticas: ‘Sobre la definición del amor’, ‘Sobre lo esencial y las bagatelas en amor’ y ‘Sobre la ausencia en el amor’. “Es decir, está ordenado arquitectónicamente y las preguntas están hiladas. Y aunque no tienen respuesta, sí van de lo general a lo particular”, anota Goenaga, quien se encargó de la traducción del francés.
Torres agrega que, por ser la primera vez que esta obra ve la luz, se decidió hacer una edición bilingüe (francés-español), cuidando hasta el más mínimo detalle: desde el diseño de la caja y el párrafo –tipo francés–, hasta la conservación de la ortografía de la época, las mayúsculas en ciertas palabras que funcionan como conceptos y el diseño de la cubierta, que es un grabado del artista William Turner, que expresa muy bien el amor como pasión tormentosa.
La profesora Goenaga explica que uno de los aportes de este libro es “la propuesta ética e incluso de filosofía moral que tienen que ver con ciertos conceptos de la época como el de la honestidad”, que Marie Linage cuestiona a través de sus preguntas, aludiendo a uno de esos juegos alegóricos propios de la época.
En ese sentido, la investigadora destaca el entorno en el que creció Linage, que convierte su trabajo en algo “revolucionario” para su época, teniendo en cuenta las barreras sociales que había para la mujer.
Aunque no pertenecía a la nobleza, Marie Linage y su hermana Françoise crecieron en la casa del entonces canciller de Francia, Monseigneur Séguier, donde su padre se desempeñaba como bibliotecario. Infortunadamente, el padre muere y deja huérfanas a las niñas Linage, que son educadas por el dueño de casa.
La gran herencia que les había dejado el bibliotecario a las niñas fue su sólida formación intelectual, que incluía la enseñanza de latín, griego, italiano y español. De esta manera, las Linage se convirtieron en traductoras de libros que eran novedad en la época y que interesaban al señor Séguier, por sus temáticas de educación de los nobles y de caballerías, explica Goenaga, quien también tuvo oportunidad de leer las cartas del archivo personal de Marie, que dejan un valioso testimonio de aquel momento.
“Ahí se da una relación un poco ambigua y hasta oscura, entre el protector y Marie, y seguramente, en ese círculo en el cual se mueven las jóvenes, por estar en la casa de Séguier, ellas pudieron participar en los famosos juegos de los salones del siglos XVII”, comenta Goenaga, quien hace parte del departamento de Literatura de la Universidad de los Andes, y dicta dos cursos en la maestría sobre los moralistas franceses.
“Las preguntas hacían parte de esos juegos de los salones, en donde se encontraban, se divertían un rato, generalmente ocurría en las habitaciones, como lo refleja un grabado, por ejemplo, de Madame de La Fayette, que la presenta en su cama y los demás invitados jugando a su alrededor en una habitación gigantesca”, comenta la profesora.
“Ahí se reunían para hacer máximas, preguntas y hasta jugar a la gallina ciega, el mismo que hoy conocemos, y que data de ese siglo –dice Goenaga–. De hecho, algunos analistas van a decir que los salones fueron invención femenina, pero para volver de nuevo a civilizar a los hombres, que llegaban embrutecidos de la guerra”.
En ese contexto surgen las preguntas de Linage, que Goenaga considera de avanzada, sin duda, en un tiempo en que además de aparecer una gran cantidad de libros sobre cómo educar a los príncipes, también se editan otro tanto sobre la educación de las niñas, muchos de ellos a cargo de religiosos y laicos.
“Es decir, había una gran preocupación de cómo educar a la mujer, cómo debían escoger a sus maridos y todo eso está implícito en las preguntas de Linage, porque ella se cuestiona si uno debe escoger a un amante mediocre, solamente porque es valiente o glorioso en su vida pública, por ejemplo. Y ahí hay una demolición constante de todo eso que era fundamento de la cultura del siglo XVII”, agrega la traductora, quien destaca también el valor de la alegoría, implícita en el trabajo de la autora francesa.
De esta manera, muchos de los mensajes implícitos hacen aparecer una cosa como otra, para hablar de la idea de “infinidad”. “Como no había cómo hablar sobre la infinidad, todavía en el siglo XVII, la alegoría se presta para hacerlo. Entonces, por ejemplo, en el Barroco, en los libros religiosos y místicos y hasta en la Edad Media, a falta de un vocabulario que exprese ese mundo interior, la alegoría funciona muy bien y sirve para personificar, como ocurría, por ejemplo, con el amor o la envidia, creando un mundo ficticio, que podría ser el principio de la ficción”, agrega Goenaga.
Anota que en Marie Linage la alegorización es interesante porque lo hace con las mayúsculas (Amante, Amor, Celos, Virtud), de modo que los conceptos se convierten en personajes mismos del libro.
¿Pero cómo logra una joven de tan solo 19 años escribir un libro de tanta profundidad? “Yo creo que varias razones hacen que a esa corta edad hubiera tenido una formación intelectual tan sólida. Primero porque su cuna estuvo todo el tiempo en la biblioteca del canciller Séguier. Y segundo porque también los 20 años, en el siglo XVII, corresponde más o menos a los 40 de hoy, pues la expectativa de vida era menor”, comenta Goenaga.
Hay que recordar que la manera de leer en el siglo XVII correspondía a una concepción muy distinta, en donde un libro se estudiaba en profundidad, para continuar con el otro. A esto, la investigadora agrega el poder que tenía la carta, como medio eficiente de comunicación y de reflexión, así como la traducción, que era una práctica muy usual de ese periodo.
No se sabe bien por qué Linage murió tan joven. Ella deja el manuscrito de Las preguntas sobre el amor y al año muere. Junto a esta obra, dejó, además cartas y traducciones, algunas de las cuales alcanzaron a ser publicadas, como ocurrió con ciertos tratados de caballería.
Pero, independientemente de ser una obra que se enmarca en un gran texto clásico, el editor Federico Torres destaca a la vez la cercanía y vigencia que conservan las preguntas escritas por Linage con la vida de hoy. “Uno de los elementos curiosos es que todas las preguntas se pueden leer en desorden. El libro se puede abrir en cualquier parte, y claro, si se leen en orden también tienen una lógica”, explica.
En ese sentido, se trata de un libro que invita al lector a reflexionar sobre uno de los asuntos más trascendentales del ser, pero de una manera sencilla, que vale la pena tener a la mano, en la mesita de noche.