El caso Snowden devuelve a los espías a primera plana. Repasamos de la mano del autor Joseph Kanon las esencias de un género apasionante. Ficción y ensayo se han encargado de las glorias, amores y miserias de un mundo de sombras
Fotograma de El tercer hombre (1949), de izquierda a derecha los actores Joseph Cotten y Orson Welles./elpais.com |
El espionaje y los espías vuelven a la primera plana de la
actualidad. El caso de Edward Snowden, el joven analista que filtró la
existencia de un programa masivo de espionaje por Internet orquestado
por la inquietante y omnipresente NSA de EE UU, y su posterior periplo
internacional han despertado de nuevo el interés por el asunto. La
literatura, lecturas perfectas para este verano, y la historia se han
encargado de acercarnos a un mundo lleno de sombras, de errores clamorosos y de éxitos nunca exhibidos por razones obvias. Joseph Kanon (Pensilvania 1946), que acaba de publicar en España Estambul
(RBA, traducción de Antonio Iriarte) uno de los autores de novelas de
espionaje más aclamados en la actualidad, reflexiona sobre el género y
nos descubre algunos de los dilemas y pasiones de este mundo trepidante y
al mismo tiempo oscuro.
Todo espía sabe que está, siempre, ante una diatriba
ineliduble: todo acto, toda traición, toda heroicidad, tiene sus
consecuencias. Que se lo pregunten a Snowden, varado en el aeropuerto de
Moscú y a expensas de Vladimir Putin después
de dejar en evidencia a las principales democracias de Occidente. “Hay
una pregunta esencial”, nos cuenta Kanon, “y es qué hacer cuando no hay
manera de hacer las cosas bien”. El protagonista de Estambul,
Leon, que tiene que proteger, para cumplir órdenes, por deber y por
patriotismo, a un criminal de guerra nazi, se enfrenta a ese dilema:
“¿Dónde se dibujan las fronteras de nuestra moral personal? ¿Cómo
calibramos la culpa? Estas eran cuestiones muy pertinentes en 1945 y
creo que siguen siéndolo”, asegura Kanon. “Lo que no nos permite casi
nunca la vida es no tomar una decisión. Y a un espía menos. La gran
pregunta es dónde está la línea roja de nuestra moral”, concluye.
"Sí se puede escribir una historia de espías sin el amor por medio. Pero ¿Quién querría hacerlo? ¿Para qué?"
Joseph Kanon
La monumental The Company,
de Richard Littell (Brooklyn, EE UU, 1935), con esa paranoia alrededor
de los infiltrados y ese juego perfecto de engaños y lealtades rotas es
uno de los mejores retratos psicológicos de esos dilemas ineludibles,
tan presentes en cada Calderero, sastre, soldado espía,
por rendir homenaje a la obra de John Le Carre (Poole, Inglaterra,
1931), una de las cumbres de la literatura de espías con su serie de
Smiley y Karla. Kanon, Le Carre y todos los autores del género reconocen
dos maestros: Graham Greene y Eric Ambler, uno de los autores más infravalorados de literatura del siglo XX. Su Máscara de Dimitros (otra vez Estambul) es un libro esencial y Epitafio para un espía y, sobre todo Journey into fear son
obras fundacionales del género tal y como lo conocemos. Una virtud
sobre todas las demás: saca al protagonista del ámbito duro y derechista
de sus predecesores y crea personajes con inquietudes morales y
sociales, hombres pequeños enfrentados al mal y a grandes maquinarias de
poder y corrupción creadas por sus enemigos y, ay, por su propio bando.
Ahora, muchas veces la ficción supera,
afortunadamente, a la realidad, porque el espía normal y corriente es
gris y aburrido. Kanon avisa: “La ficción de espías tienen a centrar su
atención en los agentes de campo porque su trabajo es tenso y a menudo
excitante, pero la inmensa mayoría de la gente trabajando en esto lo
hacen desde un escritorio, manejando y analizando inteligencia. Eso no
quiere decir que sea un trabajo inocente, el espionaje es el espionaje,
pero raramente implica el tipo de traición personal que suele darse
sobre el terreno.”.
Por supuesto, en demasiadas ocasiones se pasa por
encima de estas consideraciones morales. No, quizás, los sufridos
agentes de campo, pero sí sus jefes. Tim Weiner, en su Legado de cenizas,
(Debate) construye un relato perfecto sobre ese monstruo de corrupción y
perversión de la democracia que ha sido siempre la CIA. Victor
Ostrovsky, antiguo agente del Mossad, describe en By the way of deception las barbaridades cometidas por los servicios secretos israelíes. En España, Eric Frattini ha escrito algunas obras reseñables sobre los servicios secretos vaticanos (sobre todo La Santa Alianza,
Espasa) y las artimañas y maldades de la CIA y sus aliados. Sin olvidar
los ensayos de Gordon Thomas sobre el Mossad o las torturas
psicológicas de la CIA. La lista es inmensa.
¿Es el amor inevitable en cualquier historia de
espías? “Sí se puede escribir una historia de espías sin el amor por
medio. Pero ¿Quién querría hacerlo? ¿Para qué?”, contesta Kanon. “Al
final, todas las buenas historias se basan en el personaje porque
recordamos los personajes, no las tramas, y en ninguna parte se ve mejor
ese carácter del personaje que en los momentos de intimidad” añade. El
amor y la vida de los espías comparten muchos aspectos. “La vida es
confusa, complicada y a menudo contradictoria, exactamente las mismas
cualidades que uno encuentra en una relación amorosa entre adultos”,
asegura el autor de El buen alemán. “En las
novelas de espías, las historias de amor pueden cumplir con una misión:
reflejar la duplicidad y las consecuencias de la traición en la historia
general. Escribir sobre sexo es muy difícil- siempre se corre el riesgo
de ser excesivo- pero está en el centro de nuestras vidas. ¿Cómo no
vamos a escribir sobre ello?”, concluye.
El ‘caso Snowden’, por la necesidad intrínseca de dar publicidad a la filtración para que tenga efecto, es, como antes con Wikileaks,
un caso atípico que introduce nuevas variables respecto al espionaje
tradicional. Kanon subraya: en un mundo con tanta presencia de las redes
sociales y tan poco espacio para la privacidad, “si se tiene la
tecnología necesaria va a ser inevitable recabar esos datos” y advierte:
“los aspectos casi de farsa del caso nos están desviando del asunto
fundamental y de lo que más me llama la atención: la indiferencia
generalizada del público”.
En esta nueva trama de intriga internacional y
vodevil que se ha convertido el caso Snowden sólo falta un elemento: la
historia de amor. O quizás es la última revelación que se tiene
reservada el bueno de Edward.