jueves, 11 de julio de 2013

Piglia: Escritores del antichavismo "actúan como los estalinistas"

Ricardo Piglia, integrante del jurado del XVIII Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, critica a quienes no participaron en el galardón por ser opositores. “El mundo cultural y el mundo político tienen lógicas distintas”, asevera 

Ricardo Piglia anota que la política genera sus propias dinámicas./correodelorinoco.gob.ve
Formó parte del jurado del XVIII Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y por ello, sufrió la dentellada de la impertinencia del antichavismo en Venezuela. El escritor argentino Ricardo Piglia, quien en 2011 obtuvo el galardón por su obra Blanco nocturno, no rehuye el debate sobre el quehacer literario en Venezuela y en América Latina, pero tampoco escatima críticas para referirse a quienes hablan de intolerancia pero al mismo tiempo la ponen el práctica.
“Me da un poco de risa lo que han hecho” algunos autores venezolanos al abstenerse de participar en el certamen por su posición política, reprochó, en conversación con el Correo del Orinoco. “Actúan como los estalinistas: primero le preguntan a una persona lo que piensa y después se deciden a leerla”, comparó.
“El mundo cultural y el mundo político tienen lógicas distintas. No podemos trasladar de una manera directa y mecánica las oposiciones políticas a las posturas literarias”, sostiene.
-Pero hay autores en Venezuela que se abstuvieron de participar en el premio por esa razón.
-A eso me refiero. Actúan como los estalinistas, quienes primero le preguntaban a una persona qué pensaba políticamente y después leían su novela. Nosotros no le vamos a preguntar a una persona a qué partido está afiliada antes de leerla. No. Ellos son los que tienen allí una posición dogmática. Yo puedo ganar el Premio Cervantes y eso no quiere decir que sea monárquico.
-¿Habría que separar los criterios?
-No es que la literatura y la cultura no tengan un mundo político propio. Quiero decir que no se puede usar el mismo tipo de situaciones de la política y trasladarlas inmediatamente, porque no podríamos entender la cultura contemporánea. La cultura tiene una manera propia de plantear, de formular y resolver las cuestiones políticas. No es un modo directo.
En Argentina, relata Piglia, “se discutió a mucho a Jorge Luis Borges, porque tenía posiciones políticas muy reaccionarias. La gente de izquierda de los años 60 luchamos para que Borges fuera leído, y para que viéramos en su obra si estaban presentes esas ideas, y no estaban presentes del mismo modo”.
El escritor toma un planteamiento de Carlos Marx, “quien decía que Honorato de Balzac era un monárquico, pero que sus novelas decían más sobre la sociedad francesa de su época que las posiciones de mucha gente de izquierda. Esto quiere decir que la cultura es política a su manera, y que no podemos trasladar de una manera mecánica las posiciones políticas de la sociedad a la cultura. Eso es lo que hacen estos señores que parecen señoras virtuosas. No sé a qué le temen”.

PREMIO CONFIABLE

Para Piglia los horizontes de la escritura deben ser mucho más amplios que como los dibujan algunos sectores. “Decir que porque tienen diferencias políticas deben tener mucho cuidado porque les será muy difícil… Yo he vivido en Estados Unidos y nunca he estado de acuerdo con Bush ni con Reagan, Si tuviéramos ese criterio para tomar decisiones culturales estaríamos en el mundo en el que solo con los amigos conversaríamos; solo con aquellos que piensan igual que nosotros haríamos planes culturales”, manifestó.
-¿Diría que el Gallegos es un premio confiable?
-Este es un premio que se da en América Latina. En este momento la situación de las editoriales y de cierta tradición colonial de España en su manera de actuar con América Latina, pareciera que es España la que decide sobre la legitimidad de los escritores en América Latina, porque los premios más importantes están en España, porque las instituciones culturales donde a veces los escritores latinoamericanos hacemos nuestras reuniones están en España.
Es muy importante, añade, “que en América Latina empecemos a construir instituciones propias de América Latina para discutir nuestros problemas, hagamos nuestros propios premios para plantear cuáles son los escritores que nos interesa que sean leídos”. Y en ese sentido “este premio es muy importante: es dado en América Latina, y me parece muy irresponsable que, por sus posiciones electorales, los escritores tomen decisiones sobre situaciones culturales que deben ser discutidas con mayor inteligencia y rigor”.
Recordó que el galardón surgió en los años 60 del siglo XX, que ha mantenido su continuidad y que las autoras y los autores “debemos tratar de que persista”.
Insiste en que, entre escritoras y escritores, “las diferencias literarias son lo que importa”, por lo que “no podemos empezar preguntándonos a qué partido estamos afiliados antes de comenzar a hablar”.
-¿En algún momento se le preguntó a alguna autora o autor su militancia política?
-Le quiero decir dos cosas: el Celarg no tenía ningún miembro en el jurado; es decir, no había ninguna influencia de la institución que organiza el premio en relación al trabajo del jurado, y en ningún momento nos preguntaron nada. Segunda cuestión: nadie nos preguntó nada respecto a qué pensábamos hacer, y lo mismo ha sucedido con el llamado del premio.
En ningún momento, señala, el Gobierno Bolivariano tuvo algún tipo de intervención en las deliberaciones. “A nadie se la ha ocurrido decir que las novelas tengan que ser de tal manera, o que deben ser premiadas en el concurso”, remarcó.

DISCUSIÓN CONCRETA

Piglia subraya que debe quedar claro de qué de manera funciona la política en la cultura. “Yo creo que un intelectual se politiza a partir de lo propio”, estimó, porque si no “la politización es muy abstracta”. En consecuencia, “cualquiera que esté en Venezuela debe estar atento a cómo se están distribuyendo los libros, cómo hay una política de amplitud de las posibilidades de lectura, más allá de lo que luego tome como conclusión respecto al momento electoral”.
-La política cultural, en el caso venezolano, queda a un lado para estos sectores.
-Por lo visto ellos creen que el hecho de que yo venga me hace “afecto al régimen”.
-¿Usted es “afecto al régimen” venezolano?
-Yo soy afecto en el sentido más emocional, pero ese “afecto” es un verbo policial. Me parecen un poco ingenuos quienes hablan así, es la verdad.
El escritor confió que mira con simpatía “lo que está pasando en Venezuela, pero no puedo tener opinión totalmente fundada. Es una opinión que es una opinión sobre lo que pasa, pero yo no vine aquí porque estuviera de acuerdo o no con la situación política en Venezuela”, resaltó.

LETRAS VITRALES

El autor ve “una gran vitalidad” en las letras del continente. No hay figuras centrales como en los años del boom, analiza, pero sostiene que ahora “son más visibles las escrituras, que los individuos”.
Para Piglia fue una experiencia única poder leer 200 novelas para la entrega del galardón. Es “como un corte geológico”, compara. “Uno lee novelas latinoamericanas todo el tiempo, pero no siempre tiene la experiencia de leer un conjunto de textos contemporáneos” al mismo tiempo.
“Independientemente de la variedad de las poéticas, de los estilos, hay un tema común, un tema que persiste: el de la violencia. Muchas novelas en general han trabajado sobre la violencia. Podemos considerar que hemos terminado el momento de las violencias estatales, el momento trágico de las dictaduras que marcaron una época”, así como el de los movimientos populares apoyados por la lucha armada.
-¿Cuál es la violencia ahora?
-Había textos que recordaban esa violencia, no eran novelas históricas en un sentido, pero en algunos casos se contaban los efectos de esa violencia, que persistía. También se refleja la violencia paraestatal, de organizaciones ligadas con el narcotráfico o la solución de conflictos económicos; también, la violencia criminal y formas de violencia más privadas. Me parece que la literatura reflexiona más sobre las situaciones de ruptura que sobre las situaciones de estabilidad. La novela ha sido siempre extraña al mundo estatal; trabaja sobre los universos que rodean al mundo estatal.
-¿Eso está vinculado con un momento diferente en América Latina?
-Sí. Es un momento que en principio fue denominado la transición (entre gobiernos autoritarios y gobiernos populares), transición que en muchos casos tuvo las características del neoliberalismo. Uno puede encontrar en la literatura ahora rastros de la asfixia que generó esa década neoliberal, que tenía la característica de imponer formas que parecían universales. Eso generó muchos textos en los que se narraban los efectos de la política: la corrupción, la marginalidad de grandes grupos sociales. No quiero decir que eso está en todas las novelas que leímos, pero sí es el contexto.

MOMENTO CON OPTIMISMO

-¿Cómo ve este momento de América Latina?
-Yo lo miro con mucho optimismo y con mucho interés. Ninguno de los escritores de mi generación hubiéramos soñado una situación así: que en distintos países de América Latina, y sobre todo en Suramérica, se plantearan procesos comunes, con diferencias nacionales claras, pero que esto supusiera unidad latinoamericana con gobiernos populares que toman fórmulas que han sido tradicionalmente de la izquierda, con posiciones antiimperialistas, defensa de la culturas subalternas, atención a los medios de masas, interés en las diferencias sexuales. Estas parecían utopías que discutíamos pequeños grupos.
-¿La literatura está acompañando ese momento político?
-No hay una sincronización entre ambos. La literatura está siempre en otro momento, no hay una periodización común. La literatura tarda más en asentarse para poder narrar una historia, salvo que uno use métodos periodísticos y fórmulas que escapan de la propia dinámica de la literatura. Existe una tradición, que ha ido creciendo en los últimos años, de la novela documental o novela de ficción en la que esa relación más inmediata es posible: las y los jóvenes narradores que se dedican a la no ficción van con su grabador y registran.
-¿Esa sincronización la podemos esperar en 10 años?

-No se puede saber. Hay que dejar que la literatura encuentre su propio momento.
-Esa novela de este momento que aparecerá dentro de 10, 20, 30, 50 años, ¿qué va a contar?
-Si lo supiera, lo escribiría.
-Hay posiciones muy diversas sobre lo que sucede en el continente.
-Nosotros lo vemos como una cuestión que ha sido planteada en el siglo XIX, y me parece que en América Latina le estamos dando una respuesta a eso: cómo incorporamos las masas a los sistemas de igualdad jurídica, política, cultural. Ese era el gran problema a mitad del siglo XIX, y ha habido respuestas múltiples. Muchas respuestas reaccionarias, de sectores que se espantan; la respuesta marxista, el intentar construir una nueva realidad. Me parece que este cruce entre política de masas y democracia es un fenómeno nuevo.
Tenemos los antecedentes del peronismo en Argentina, del aprismo en Perú, de los primeros años de la Revolución Mexicana. Pero en general las políticas reaccionarias y las experiencias de dictadura han venido a enfrentar ese proceso, a dejar a las masas fuera. En este momento está en primer plano esa cuestión. Eso que se dice en Argentina y aquí, que los países están divididos, es por ese motivo. Lo que los divide es qué hacemos con las masas.
-¿Las escritoras y los escritores también están divididos?
-Los escritores también, seguramente. Divididos quiere decir: ¿Hay una cultura antagónica con la cultura letrada? ¿O hay una cultura con la cual la cultura letrada puede tener un diálogo?
-¿Usted qué piensa?
-Yo creo que hay un diálogo, y que no solamente nosotros estamos pensando que es posible ese diálogo, sino que hay una tradición en América Latina. Juan Rulfo, Joao Guimaraes, Rosa, José María Arguedas le han dado voz a ese mundo.
-Hay escritores, como Mario Vargas Llosa, que tienen posiciones muy distintas.
-Vargas Llosa es un fenómeno complejo, porque ha hecho un tránsito político que mucha gente ha hecho, pero él es un hombre muy trabajador, es un extraordinario estudiante, entonces hace muy bien los trabajos prácticos. Cuando era un hombre de izquierda los hacía con mucho esfuerzo y dedicación; ahora hace los trabajos de los hombres de derecha del mismo modo. Uno puede ver ese movimiento en sus novelas. Pero he visto que aquí hay polémicas internas a la situación literaria que me parecen un poco arcaicas.