Patricia Highsmith legó 8.000 folios en diarios y cuadernos de apuntes casi desconocidos que revelan muchos de los secretos de la más misteriosa de las escritoras
Patricia Highsmith, una escritora perturbadora. |
Desde los 16 años hasta su muerte, en 1995, escribió sobre su vida; anotó sus ideas para creaciones literarias, 'gérmenes', los llamaba ella, sinopsis, reflexiones, lecturas. Un material inédito que la editorial suiza Diogenes, su albacea literario, estudia publicar. En España, además, acaba de aparecer su libro de relatos Pájaros a punto de volar.
Cuando más disfruto de mi trabajo es sobre las cinco de la tarde. A esa hora ya empiezo a estar cansada y sé que aún me quedan tres páginas para acabar el día. El mundo podría estar acabándose a mi alrededor -ya ha pasado alguna vez- pero el trabajo perdura intacto, sin que nadie pueda manipularlo, siempre que sea sólido y sincero', escribió Patricia Highsmith en su diario en diciembre de 1965.
Fue una de las obsesiones de la escritora: que su agitada vida sentimental, su imparable carrera hacia la soledad, no interfiriera en la creación literaria. 'No esperar que algún día y en modo alguno tendría una vida sentimental apacible y, sobre todo, que esto no se convirtiera en una condición para escribir'. Lo cumplió. En 1961 escribió su firme decisión de no volver a vivir con un ser humano. No lo cumplió del todo, pero año tras año se fue encerrando en la soledad.
Patricia Highsmith (Fort Worth, Tejas, 1921-Tegna, Suiza, 1995) empezó a escribir gruesos volúmenes de apuntes a los 16 años y continuó hasta su muerte. Apuntaba minuciosamente sus ideas sobre relatos y novelas, a las que llamaba 'gérmenes', borradores y esquemas, observaciones y reflexiones. También escribió durante muchos años diarios. Son 8.000 folios que, tras su muerte, quedaron depositados en los Archivos Literarios Suizos, en Berna. Paul Ingendaay, coeditor con Anna von Planta (de la editorial Diogenes) de Pájaros a punto de volar (Anagrama), es una de las personas que ha tenido acceso a este material, que descubre la biografía íntima de la escritora y proporciona información de primera mano sobre su creación literaria. De ellos habla Ingendaay en sus ensayos sobre la vida y la obra de Highsmith.
Los diarios y los cuadernos muestran a una Highsmith muy diferente a como la conocimos en los últimos años y su obra será leída de una manera diferente a la luz de estos papeles, explica Ingendaay. En sus trabajos, reconstruye el paralelismo que existe entre la vida de la escritora y su obra; también cómo trabajaba infatigablemente, sin publicar nada hasta revisarlo numerosas veces. Sabía lo que quería; no se plegó a las modas del mercado, aunque durante algunos años tuvo que publicar 'falsas' historias, como ella decía, comerciales, para poder sobrevivir. Algunos de estos trabajos aparecieron en el Ellery Queen'a magazine. Eran textos más populares, con crimen, psicología del asesino y resolución del caso. A Ingendaay también le gustaría rescatarlos, porque 'son muy dignos'.
Patricia Highsmith nació el 19 de enero de 1921 en Fort Worth. Sus padres se habían divorciado nueve días antes y pasó los primeros años de su vida con su abuela. Cuando tenía tres años, su madre se casó con el dibujante Stanley Highsmith, al que consideró un instruso. Fue una niña solitaria y con tendencia a la introspección.
Los Highsmith se trasladaron a Nueva York en 1927 y, aunque él no la adoptó legalmente, todos empezaron a llamarla Highsmith. Asistió a la escuela Julia Richmond y a los nueve años leía a Dickens y releía Crimen y castigo, de Dostoievski. Siendo muy joven leyó The human mind, de Karl Menninger, libro que incluye estudios científicos sobre conductas anormales. 'Me di cuenta de que el hombre o la mujer de la casa de al lado podía tener una extraña psicosis sin que yo pudiera apreciarlo', escribió años más tarde en uno de sus diarios. Un ejemplar de The human mind, completamente subrayado, se halla entre los papeles depositados en Berna.
Durante el instituto ya supo que quería ser escritora y escribió que los asuntos que más le interesaban eran la culpa, la mentira y el crimen. También la mística cristiana. Poe, Conrad y Dostoievski encabezaban la lista de sus autores preferidos en esa época. Fue luego al Barnard College para chicas de la Universidad de Columbia. Era guapa, inteligente, perseverante y muy seria y tímida. No se entendía bien con sus padres y tenía sentimientos de culpabilidad por sus tendencias homosexuales.
Acabó los estudios universitarios en 1942 y empezó a trabajar en 1943 en la editorial Fawcett, donde hacía sinopsis de historias de cómics aunque pronto empezó a escribir sus propios guiones. Ese mismo año, cuando tenía 22, consiguió piso propio: una habitación, cocina y baño por 40 dólares al mes. Y se embarcó en su primera novela, The click of the shutting, que más adelante describió como 'una historia espeluznante'.
Escribir era todo un ritual para ella, según explica en sus diarios. Todo cuanto la rodeara tenía que ser de máxima calidad: los mejores cigarrillos, una blusa recién planchada. En la pared, dos sables cruzados, uno de la guerra civil ameriana y otro de la guerra de Cuba, objetos a los que se podía 'agarrar' y que la acompañaron durante toda su vida.
Dejó las juventudes comunistas, a las que se había vinculado en la universidad, porque le robaban tiempo para la literatura. El dinero no le llegaba a fin de mes y, además de su trabajo en Fawcett, tuvo que escribir pequeñas redacciones para otra editorial. Tampoco le alcanzaba el tiempo para todo lo que quería hacer, el trabajo, la literatura, cursos de dibujo, el cine, visitas a museos, una serie de aventuras amorosas. Sabía que durante sus encuentros con las amigas bebía demasiado. A los 24 años decidió cortar y viajar a México, donde estuvo, en Taxco, cinco meses. Fue una experiencia deprimente.
En su vida solitaria hubo una excepción: los caracoles. Los criaba, los dibujó, fueron protagonistas de algunas de sus historias, se los llevaba consigo cada vez que se mudaba de casa. También los gatos. Cuando murió Sammy escribió en su diario: 'Sammy no era posesión de nadie, como no lo es ningún gato. No obstante, yo era el único ser humano de su vida y ella fue, con toda seguridad, mi única compañera. En este mundo, en el que existen los cerdos y personas nada atractivas, supe apreciar su belleza con particular intensidad'.