La verdad es que nadie sabe cómo debe ser un cuento. El escritor que lo sabe es un mal cuentista, y al segundo cuento se le nota que sabe, y entonces todo suena falso y aburrido y fullero. Hay que ser muy sabio para no dejarse tentar por el saber y la seguridad
Augusto Monterroso desgrana aquí unas premisas básicas sobre el escribir cuentos./nalgasylibros.com |
Si
a uno le gustan las novelas, escribe novelas; si le gustan los cuentos,
uno escribe cuentos. Como a mí me ocurre lo último, escribo cuentos.
Pero no tantos: seis en nueve años, ocho en doce. Y así.
Los
cuentos que uno escribe no pueden ser muchos. Existen tres, cuatro o
cinco temas; algunos dicen que siete. Con ésos debe trabajarse.
Las
páginas también tienen que ser sólo unas cuantas, porque pocas cosas
hay tan fáciles de echar a perder como un cuento. Diez líneas de exceso y
el cuento se empobrece; tantas de menos y el cuento se vuelve una
anécdota y nada más odioso que las anécdotas demasiado visibles,
escritas o conversadas.
La
verdad es que nadie sabe cómo debe ser un cuento. El escritor que lo
sabe es un mal cuentista, y al segundo cuento se le nota que sabe, y
entonces todo suena falso y aburrido y fullero. Hay que ser muy sabio
para no dejarse tentar por el saber y la seguridad.