Semana Negra de Gijón
Leonardo Padura y Petros Márkaris hablan de la eficacia del género negro a la hora de tratar lo real. Son dos de las estrellas de la Semana Negra de Gijón que hoy comienza
El escritor cubano Leonardo Padura y Petros Márkaris. / Daniel Mordzinski./elpais.com |
El cubano Leonardo Padura y el griego Petros Márkaris son dos autores indiscutibles en el Grand Slam de los festivales literarios. Antes de volar a la Semana Negra de Gijón
han echado una partida de tavli, el backgammon griego, tras clausurar
mano a mano la quinta edición del LEA en el Instituto Cervantes de
Atenas. En septiembre aparecerá la octava novela de sus respectivos
detectives: Mario Conde (Herejes) y Kostas Jaritos (Pan, educación, libertad),
ambas en Tusquets. Dos octaedros narrativos que explican veinte años y
muchas maneras de combinar palabras como novela y crisis.
Esta partida de tavli, el pasatiempo preferido de los griegos, se
juega en el corazón de Atenas, una ciudad fracturada por la
inestabilidad económica y política. El anfitrión vive en una calle
peatonal y arbolada de Kipseli, un barrio tradicional de la clase media
que en los últimos años ha visto llegar a muchos inmigrantes de Asia y
África. Si Petros Márkaris (Estambul, 1937) disecciona sin piedad la
situación económica y anímica de esta Grecia en continuo cambio,
Leonardo Padura (La Habana, 1955) lleva dos décadas utilizando sus mariocondes
para contar qué pasa en Cuba cuando parece que no pasa nada y ambos han
convertido a sus investigadores en los preferidos de muchos miles de
lectores en docenas de lenguas.
Literatura, economía, gastronomía, historia, política y corrupción
mueven las fichas a toda velocidad. Diez años después de su muerte en
Bangkok, la poderosa sombra de Manuel Vázquez Montalbán protege a ambos novelistas del asfixiante verano en la capital griega.
Leonardo Padura. Pepe Carvalho está en el origen de todo el ciclo de Mario Conde. El primer libro que yo compré en España, en 1988, fue El balneario y después Tatuaje.
Y ahí comprendí que había un camino diferente para contar la realidad.
Así nació mi protagonista; sin Carvalho no existiría. Para mí fue una
verdadera revelación.
Petros Márkaris. Totalmente de acuerdo. Vázquez
Montalbán fue además el creador de una ciudad, la Barcelona de Carvalho,
llena de lugares que existen de verdad. El restaurante Casa Leopoldo
forma parte de sus novelas y de la realidad, una maravilla. La grandeza
del género negro radica en eso: es necesariamente urbano y sin él no se
entienden las ciudades.
L. P. Cuando llegamos hace unos días a Atenas le
dije a mi esposa: “Aquí está pasando algo muy raro, Lucía”. Y luego supe
que falta un millón de autos de los que ya se han ido de vacaciones.
Pero la verdadera Atenas yo la conozco de antes por los exabruptos de
Jaritos cuando va de atasco en atasco en su viejo Mirafiori. Hoy la
novela negra ya es imprescindible para conocer una ciudad.
P. M. Además, los lectores del Mediterráneo y de
América Latina compartimos una manera de ver el mundo, una sensibilidad
que nos hermana y que no tiene nada que ver con la realidad del norte, o
con los escandinavos, ahora tan de moda. ¿Adónde van esos autores que
necesitan 800 páginas para contar algo que se explica en 300? Yo a Stieg
Larsson, sintiéndolo mucho, no lo puedo leer. Es que no me interesan
las historias contadas por detectives que no duermen lo suficiente,
comen mal y nunca practican sexo. ¿Cómo van a resolver bien un misterio
si no hacen bien esas tres cosas?
Algunos autores no salen demasiado bien parados en la charla. La palabra trampa se escurre entre los triángulos del tavli...
L. P. Creo que no hay ningún renovador del género en
el panorama anglosajón. Me leí con verdadero gusto una historia sobre
el narcotráfico en México, El poder del perro, de Don Winslow,
una excelente novela a la que habría que arrancar las últimas 25
páginas, porque todo se resuelve exactamente como en una película de
Hollywood. Esa incapacidad de generar una mirada nueva convierte este
tipo de literatura en conservadora frente a la que hacemos en nuestros
países.
P. M. A mí no me dice nada. Prefiero leer tus
novelas, o las de Paco Ignacio Taibo II. Lo que cuentan me resulta
familiar, creíble, convincente. No puedo decir lo mismo de Jo Nesbo.
Las siete entregas de Jaritos y Conde publicadas hasta la fecha
comparten una economía de medios y un humor más cercanos a Hemingway o a
Sciascia que a los clásicos del género negrocriminal. El tablero
refleja cierta simetría entre Cuba y Grecia, dos países con diez
millones de habitantes cada uno y periodos especiales a sus espaldas.
L. P. Con los esclavos llegaron a Cuba la religión y
la música. La santería tiene un panteón casi idéntico al de los dioses
griegos. En Máscaras (1997) ya utilicé el mito de Electra
revisitado por la negritud, como hizo Virgilio Piñera en el teatro. Yo
creo que hay una relación que corre por debajo de lo aparente y nos une…
P. M. …Porque somos habitantes de las periferias del
mundo. Exacto. Compartimos cosas idénticas como el clima, el mar, y
sobre todo una visión del mundo que guarda, necesariamente, una
distancia, que conserva la perspectiva. Yo nunca he estado en Cuba —-la
conozco por libros como los tuyos— y no puedo afirmar que seamos países
parecidos, pero sí sé que hablamos un mismo idioma porque compartimos
los valores con los que interpretamos la realidad. Siempre que visito
España me siento como en casa, percibo que no existe una barrera
cultural para un griego.
L. P. Compartimos esa “visión periférica” y estamos hermanados por la cultura. Acabo de leer Viajes con Heródoto,
de Kapuscinski. Interesantísimo. Una sucesión de capas de Historia en
las que Grecia siempre reaparece, constantemente. La cultura griega es
una forma continua de aprendizaje.
P. M. Ocurre como en la vida real. También para
nosotros los griegos la cultura clásica, los famosos mitos griegos,
tienen su peso. Y tenemos que hacer la digestión.
L. P. Ya me di cuenta en Liquidación final. ¿Te puedes creer que llegué a sentir un poco de pena al ver que acaban agarrando al Recaudador Nacional?
P. M. ¡Te creo! ¡Muchos lectores me dicen lo mismo! Me escriben
indignados, argumentando que alguien que se dedica a matar a los que nos
han llevado a esta crisis atroz “no puede ser tan malo”. Estuve tentado
de dejarlo escapar.
En la novela, Nasiotis, el asesino confeso de los defraudadores
fiscales, termina diciendo: “El Estado griego es la única mafia del
mundo que ha ido a la quiebra”. Los dados vuelven a rodar. Padura y
Márkaris no se van a enemistar por este juego. Saben que en situaciones
de crisis gana siempre la banca. Les toca, para alegría de sus lectores,
seguir escribiendo.