viernes, 5 de julio de 2013

Hallazgos en un diccionario portugués

Un brasileño cuenta cada una de las variaciones que debió probar –sin suerte– antes de comprar el más común de los productos en un mercado colombiano

Diccionario de la RAE/elespectador.com
Ahora se recrimina no haber optado desde el comienzo por escribir en una hoja de papel esa palabra. En portugués, como en español, su morfología es la misma: sal. Pero en buena parte de las regiones lusófonas se pronuncia sau. El portugués, de manera general, evita las terminaciones consonantes. La similitud morfológica es, en sí, la razón arquetípica que soporta la creencia de que ambas lenguas son muy parecidas. La realidad, sin embargo, es menos cómoda.
En un artículo publicado en 2008 por la Fundación del Español Urgente, Fundeú, esa entidad calculó que los ciudadanos españoles usan, en promedio, mil palabras al hablar. Y agregaba: "sólo los muy cultos alcanzan los 5.000 vocablos. Es más, algunos jóvenes utilizan sólamente un arsenal de 240 palabras". Dependiendo de la fuente consultada (y del idioma), estas cifras pueden subir o descender drásticamente, pero se estabilizan entre las 200 y las 5 mil palabras. Si se considera, como señaló 2010 el vicedirector de la RAE, José Antonio Pascual, que "se suele estimar el léxico de una lengua añadiendo un 30% al de los diccionarios", el español cuenta entonces con poco más de 100 mil vocablos. Así que incluso los más cultos usan cotidianamente solo un 5% del idioma.
El portugués, comparado por el mismo método, tiene un léxico más extenso, de unos 140 mil vocablos (cifra basada en el Dicionário Priberam da Língua Portuguesa, Portugal). Sin embargo, el número de palabras promedio en el uso cotidiano tiende a la universalidad. Usamos entre 200 y 5 mil palabras. Tal vez sea la manera más práctica de catalizar la comunicación entre dos personas.
Leídas estas cifras, la mentada similitud entre el portugués y el español adquiere más sentido. ¿No es posible que entre ese cultísimo 5% de vocablos de uso común haya una buena cantidad de palabras homónimas entre dos lenguas que son mutuamente (casi) inteligibles? Sí, es posible. ¡Todo lo es! Pero la realidad se abastece del azar, y no de la conveniencia. Si bien un lector culto podrá comprender una considerable porción de un texto en portugués (y esto basta para exhortarlo a comprar libros en ese idioma), la homonimia de las palabras no quiere decir también homofonía o sinonimia. La Comisión Europea publicó en su página web un listado de estas palabras, conocidas como falsos cognatos o falsos amigos, gracias a la colaboración de los boletines puntoycoma y a folha: más de 500 términos que tienen una escritura semejante en ambas lenguas, pero con significados diferentes o incluso opuestos. Además, existen vocablos equivalentes, iguales, que han entrado en desuso en una u otra parte. Lembrar y estragar son buenos ejemplos: existen, significan lo mismo, pero parecen condenados al exilio en el 95% de idioma menos usado.
No deja de ser una lástima. El español y el portugués son idiomas complejos y fascinantes; en sus resquicios puede uno tropezarse con inquietantes hallazgos. Elucidário, por ejemplo, es la palabra portuguesa que designa el "libro que elucida o explica el sentido de las cosas ocultas". ¿Sabía que existía una palabra para referirse a La Náusea o Dejemos hablar al viento? ¿Existe su equivalente español? ¡Por supuesto! Otras palabras (abro el Dicionário da Língua Portuguesa de Larousse y dejo caer el dedo: ese es el método): almejar es, a un mismo tiempo, "desear ardientemente" o "estar agonizando"; poesía pura en portugués, criadero de almejas en español. O aluado, que significa "influenciado por la luna", mientras que alunado, en español, solo se aplica a animales que enfermaron por haber estado expuestos a los rayos de la luna. O âmago, palabra poco usada en portugués pero ostenta un significado que encierra buena parte de toda la literatura: “la parte más íntima; esencia”.
Sobre las diferencias fonéticas, a veces insorteables, preferiré guardar silencio. Você vai querer conhecê-las pelos seus proprios meios.