De cronopios y de famas Homenaje a Julio Cortázar
Costumbres
de los famas
Sucedió
que un fama bailaba tregua y bailaba catala delante de un almacén lleno de
cronopios y esperanzas. Las más irritadas eran las esperanzas porque buscan
siempre que los famas no bailen tregua ni catala sino espera, que es el baile
que conocen los cronopios y las esperanzas.
Los famas se sitúan a propósito delante de los almacenes, y esta vez el fama bailaba tregua y bailaba catala para molestar a las esperanzas. Una de las esperanzas dejó en el suelo su pez de flauta -pues las esperanzas, como el Rey del Mar, están siempre asistidas de peces de flauta- y salió a imprecar al fama, diciéndole asi:
-Fama, no bailes tregua ni catala delante de este almacén.
El fama seguía bailando y se reía.
La esperanza llamó a otras esperanzas, y los cronopios formaron corro para ver lo que pasaría.
-Fama -dijeron las esperanzas-. No bailes tregua ni catala delante de este almacén. Pero el fama bailaba y se reía, para menoscabar a las esperanzas.
Entonces las esperanzas se arrojaron sobre el fama y lo lastimaron. Lo dejaron caido al lado de un palenque, y el fama se quejaba, envuelto en su sangre y su tristeza.
Los cronopios vinieron furtivamente, esos objetos verdes y húmedos.
Rodearon al fama y lo compadecían diciéndole así:
-Cronopio cronopio cronopio.
Y el fama comprendía, y su soledad era menos amarga.
Los famas se sitúan a propósito delante de los almacenes, y esta vez el fama bailaba tregua y bailaba catala para molestar a las esperanzas. Una de las esperanzas dejó en el suelo su pez de flauta -pues las esperanzas, como el Rey del Mar, están siempre asistidas de peces de flauta- y salió a imprecar al fama, diciéndole asi:
-Fama, no bailes tregua ni catala delante de este almacén.
El fama seguía bailando y se reía.
La esperanza llamó a otras esperanzas, y los cronopios formaron corro para ver lo que pasaría.
-Fama -dijeron las esperanzas-. No bailes tregua ni catala delante de este almacén. Pero el fama bailaba y se reía, para menoscabar a las esperanzas.
Entonces las esperanzas se arrojaron sobre el fama y lo lastimaron. Lo dejaron caido al lado de un palenque, y el fama se quejaba, envuelto en su sangre y su tristeza.
Los cronopios vinieron furtivamente, esos objetos verdes y húmedos.
Rodearon al fama y lo compadecían diciéndole así:
-Cronopio cronopio cronopio.
Y el fama comprendía, y su soledad era menos amarga.
La alegría del
cronopio
Encuentro de un cronopio y un fama en la
liquidación de la tienda La Mondiale.
-Buenas tardes, fama. Tregua catala espera.
-Cronopio cronopio?
-Cronopio cronopio.
-Hilo?
-Dos, pero uno azul.
El fama considera al cronopio. Nunca hablará hasta no saber que sus palabras son las que convienen, temeroso de que las esperanzas siempre alertas no se deslicen en el aire, esos microbios relucientes, y por una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio.
-Afuera llueve- dice el cronopio. Todo el cielo.
-No te preocupes- dice el fama. Iremos en mi automóvil. Para proteger los hilos.
Y mira el aire, pero no ve ninguna esperanza, y suspira satisfecho. Además le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio, que sostiene contra su pecho los hilos -uno azul- y espera ansioso que el fama lo invite a subir a su automóvil.
-Buenas tardes, fama. Tregua catala espera.
-Cronopio cronopio?
-Cronopio cronopio.
-Hilo?
-Dos, pero uno azul.
El fama considera al cronopio. Nunca hablará hasta no saber que sus palabras son las que convienen, temeroso de que las esperanzas siempre alertas no se deslicen en el aire, esos microbios relucientes, y por una palabra equivocada invadan el corazón bondadoso del cronopio.
-Afuera llueve- dice el cronopio. Todo el cielo.
-No te preocupes- dice el fama. Iremos en mi automóvil. Para proteger los hilos.
Y mira el aire, pero no ve ninguna esperanza, y suspira satisfecho. Además le gusta observar la conmovedora alegría del cronopio, que sostiene contra su pecho los hilos -uno azul- y espera ansioso que el fama lo invite a subir a su automóvil.
Historia
Un cronopio pequeñito buscaba la llave de
la puerta de la calle en la mesa de luz, la mesa de luz en en dormitorio, el
dormitorio en la casa, la casa en la calle.
Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.
Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta.
El dado egocéntrico
Ese era un dado egocéntrico. Cayera como cayera, siempre
caía de cara, y con la misma sonrisa entonaba: soy yo, soy yo. Le hacíamos las
mil y una al pobre dado: lo lanzábamos desde el balcón, adentro del plato de
sopa, o justo antes de que se sentara tía Albertina (105 kilos), lo poníamos
sobre el banco. Los insultos de la tía no nos incumbían, se los cargábamos al
dado. Pero igual, volvíamos a arrojarlo y zácate, caía de cara y dale cantar:
soy yo, soy yo, soy yo.
Una vez al Beto se le ocurrió limarle las aristas.
Estuvimos como dos días sin parar hasta que quedó hecho una bolita. Vamos a ver
si ahora cantás, dijo el Beto, y lo lanzó sobre las baldosas del patio. Apenas
tocó el suelo, el dado empezó a decir: puta que te parió, puta que te parió. Y
continuó rodando sin parar y meta cantar: puta que te parió, puta que te parió,
puta que te parió…
Historia
verídica
A un señor se le caen al suelo los
anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se
agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero
descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Progreso y retroceso
Inventaron
un cristal que dejaba pasar las moscas. La mosca venía empujaba un poco con la
cabeza y, pop, ya estaba del otro lado. Alegría enormísima de la mosca.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
Todo lo arruinó un sabio húngaro al descubrir que la mosca podía entrar pero no salir, o viceversa a causa de no se sabe que macana en la flexibilidad de las fibras de este cristal, que era muy fibroso. En seguida inventaron el cazamoscas con un terrón de azúcar dentro, y muchas moscas morían desesperadas. Así acabó toda posible confraternidad con estos animales dignos de mejor suerte.
Los exploradores
Tres
cronopios y un fama se asocian espeleológicamente para descubrir las fuentes
subterráneas de un manantial. Llegados a la boca de la caverna, un cronopio
desciende sostenido por los otros, llevando a la espalda un paquete con sus
sándwiches preferidos (de queso). Los dos cronopios-cabrestante lo dejan bajar
poco a poco, y el fama escribe en un gran cuaderno los detalles de la
expedición. Pronto llega un primer mensaje del cronopio: furioso porque se han
equivocado y le han puesto sandwiches de jamón. Agita la cuerda, y exige que lo
suban. Los cronopios-cabrestante se consultan afligidos, y el fama se yergue en
toda su terrible estatura y dice: NO, con tal violencia que los cronopios
sueltan la soga y acuden a calmarlo. Están en eso cuando llega otro mensaje,
porque el cronopio ha caído justamente sobre las fuentes del manantial, y desde
ahí comunica que todo va mal, entre injurias y lágrimas informa que los
sándwiches son todos de jamón, que por más que mira y mira entre los sándwiches
de jamón no hay ni uno solo de queso.