lunes, 8 de julio de 2013

Gamboa: "La literatura fue víctima de un gran golpe de Estado"

El escritor colombiano, habla de su novela Plegarias nocturnas, una historia que tiene su origen en el paramilitarismo, el narcotráfico y la lucha contra la guerrilla en su país

Defensa. Para el escritor, la cultura sirve para protegerse ante el autoritarismo y la frivolidad. /Ulf Andersen/ revista Ñ
El relato empieza a contarse en Nueva Delhi a través del cónsul colombiano allí. Pero la historia había empezado antes, en Bogotá, cuando Álvaro Uribe fue presidente de Colombia e imperó el paramilitarismo, el narcotráfico y la lucha contra la guerrilla en el país caribeño. En Plegarias nocturnas, el novelista colombiano Santiago Gamboa narra la búsqueda que Manuel hace de su hermana Juana, que a la vez empieza a seguir sus huellas, con la ayuda del cónsul-narrador. Bangkok, Tokio y Teherán son escenarios de una historia que el propio Manuel define como “una novela que no será negra, sino de amor”, aunque el telón de fondo de la pesquisa sea la necesidad constante de que dos hermanos se encuentren. “No es un amor incestuoso, sino más bien filial”, explica el autor, que escribió la novela entre Roma y la India, donde fue diplomático.
Aunque usted aclara que no se trata de un amor incestuoso, Juana sostiene que su hijo Manuelito es el hijo que debió haber criado junto a su hermano, ¿cómo describe ese vínculo?

Es un tema muy recorrido por la literatura: dos personas quieren estar juntas y se interponen muchos obstáculos. Quería volver sobre eso y no quería un romance. Y como en todas estas historias, no cabe el final feliz sino más bien una tragedia. Puede suponerse que es un vínculo incestuoso por esa necesidad de ser uno solo, pero tiene que ver con la necesidad de tener juntos una segunda oportunidad, porque la primera vez les tocaron malas cartas.
Sus dos personajes padecen el vacío de cultura que imperaba en su casa, ¿cuánto tuvo que ver esto con la realidad colombiana?

Tengo la sensación de que en Colombia hay muchas familias como las de Juana y Manuel, que no valoran la lectura, el consumo de arte. Entre mis amigos de barrio, había padres que cuando sus hijos leían, les decían: “Vago, levántese”. En mi casa se creía que la cultura era un antídoto contra el arribismo. En Colombia, la clase media nunca fue fuerte y eso la volvió acomplejada: sueñan con imitar a la alta y se mueren de miedo de caer a la baja. Creo que quienes consumen cultura pueden ser mejor de lo que normalmente serían. Ayuda a que nos defendamos del autoritarismo, la estupidez, la frivolidad.
Usted señaló hace un tiempo que la literatura latinoamericana ha logrado cierta “mayoría de edad”, ¿de qué se trata eso?

La literatura latinoamericana no es un conjunto como antes, ahora hay autores. Ya no hay una lógica colectiva como la que hubo durante el “boom”. Hoy un escritor colombiano tiene lectores en Colombia y en América latina no porque sea colombiano, sino porque a la gente le gusta lo que escribe. Lo mismo en Europa. Ya no es una literatura étnico-regional sino que importa cada autor. Ese es el derecho que tenemos ahora en América latina: que nos lean por lo que hicimos y no por ser latinoamericanos.
¿En qué consiste el golpe de Estado que usted sostiene que sufrió la literatura?

En las grandes sillas ya no hay grandes escritores de literatura, pero sí de entretenimiento. La literatura fue víctima de un gran golpe de Estado que ya ha ganado: se nota en las librerías, en las listas de ventas y en los suplementos culturales. Se han perdido espacios para la apuesta a la estética y el arte en manos de la comercialización. Hay un espectador esperando que algo lo divierta, cuando la literatura es un hecho que se crea entre dos y que necesita un lector activo.