Jürgen Habermas dice que la vigilancia y el control van a destruir la esfera privada y jaquear la democracia. Además, opinan Chomsky, Enzensberger y Zizek
Caretas de Snowden y de Manning. Dos símbolos contra el secreto y control desmedidos/revista Ñ |
El escándalo desatado por el caso Snowden y la revelación de la
vigilancia que ejerce sobre los ciudadanos, las empresas, etc., la
Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los EE.UU., se prolonga con el de
la complicidad entre los servicios de información occidentales, sobre
todo alemanes, y los estadounidenses. Este caso suscitó más protestas y
reacciones en Alemania que en Francia. Pese a la tregua estival, se
organizaron manifestaciones al otro lado del Rin y la prensa le dio al
tema un espacio importante. El filósofo Jürgen Habermas no ha sido
indiferente a esta situación y lo explica en esta entrevista.
¿Cree
que las revelaciones de Edward Snowden sobre las actividades de la NSA,
el proceso a Manning y, en términos generales, el nivel alcanzado por
la vigilancia de la sociedad civil desde el 11 de septiembre dan
testimonio de una amenaza que pesa sobre la democracia?
Primero,
es necesario situar el caso Snowden en su contexto estadounidense de
origen: luego del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush utilizó,
hasta el punto de manipularlo, el trauma comprensible de la población.
Envenenó la cultura política de su país histerizando la vida pública. De
ese modo, consiguió una mayoría política no sólo para lanzar su guerra
contra Irak, una guerra contraria al derecho internacional, sino también
para otorgar al poder ejecutivo plenos poderes, contrarios a la
Constitución estadounidense.
En virtud de la Patriot Act, los
servicios secretos escapan a todo control. El problema no es solamente
el volumen importante de datos que recolecta la NSA en todas partes y
que maneja ella sola, hasta un nivel inconcebible. El ejemplo de
Lavabit, el servicio de mensajería cifrada que se lanzó en Texas, lo
demuestra. Esa empresa acaba de decidir suspender su actividad como modo
de protesta contra el gobierno, porque ya no podía garantizar a sus
clientes la protección de su esfera privada. El FBI, la NSA y otros
organismos del Estado lograron acceder a ella bajo coacción, por la vía
de la justicia, cuando la protección de la esfera privada está
consagrada en la Constitución. Las recientes entrevistas secretas del
presidente Obama con los directivos de Google, Facebook, Yahoo y
Microsoft muestran que el poder de los servicios secretos
estadounidenses frente a las empresas de Internet no es sólo un problema
estadounidense sino que nos concierne a todos. Internet no conoce
fronteras nacionales.
¿Las personas como Manning, Snowden o
Julian Assange, a su modo de ver, constituyen un peligro para la
seguridad nacional de sus países? ¿Son “traidores” o, por el contrario,
“whistleblowers” cada vez más necesarios?
Quizá
convendría evaluar el caso de Assange aparte. Pero todos los demócratas
deben tener respeto por personas como Manning y Snowden, por su valentía
cívica ejemplar.
¿Cree que asistimos a una especie de
involución con la propuesta del presidente Obama de enmendar la Patriot
Act? ¿En su opinión, esto indica que se ha llegado al límite de lo que
puede soportar la democracia?
Todos depositamos grandes
esperanzas en Obama. Entretanto, él cedió en numerosas cuestiones
sensibles en el plano normativo. Ahora, sólo podemos esperar que, como
jurista y patriota estadounidense respetuoso de la Constitución, no
fracase. Los pueblos europeos también deben ejercer presión sobre sus
propios gobiernos para que no subordinen los derechos de sus ciudadanos a
necesidades de seguridad contrarias a las leyes de una nación amiga.No
quisiera que esto se prestara a un malentendido: el antiamericanismo
existe sin duda, en particular en Alemania, y desde hace largo tiempo,
siempre aliado a prejuicios y a las corrientes políticas más
repugnantes. Pero el respeto por los derechos elementales está en la
base de la amistad entre los Estados Unidos y Europa.
Con
estas revelaciones y el avance del populismo en Europa, ¿llegamos a un
momento histórico en el que la cultura democrática se encuentra en
peligro y cuestionada? ¿Cómo revertir esta tendencia? ¿Qué papel debe
tener la Unión Europea?
En Europa, la democracia está
también en peligro de un modo particularmente dramático en otra
vertiente, sobre todo dentro de la zona euro, sacudida por la crisis.
Con la agenda política que impone Alemania a sus socios, no lograremos
terminar con la crisis bancaria, la crisis de las deudas estatales y la
crisis económica. Los desequilibrios económicos entre los estados
miembros se agravarán cada vez más si no elaboramos una política fiscal,
económica y social común.
Si esto se hace a espaldas de los
ciudadanos, de un modo tecnocrático, la democracia, que hasta ahora sólo
funciona dentro del marco de la nación-estado, quedará completamente
vaciada. En esa situación, las elecciones europeas que tendrán lugar
dentro de un año van a desatar una ola de populismo de derecha. Esa
posibilidad sólo puede impedirse mediante una alianza de los partidos
proeuropeos y un acuerdo entre ellos sobre un cambio político que tenga
como objetivo un núcleo duro europeo que funcione sobre la base de la
integración democrática. Pero queda poco tiempo para lograrlo.
Habermas básico
Nació en Düsseldorf en 1929. Filósofo y sociólogo. Es reconocido por sus
trabajos en filosofía práctica (ética, filosofía política y del
derecho). De 1956 a 1959 fue ayudante y colaborador de Adorno en el
Instituto de Investigación Social de Fráncfort. De 1971 a 1983 fue
director en el Instituto Max Planck. Es autor de: “Historia y crítica de
la opinión pública”; “La constelación posnacional. Ensayos políticos”;
“La constitución de Europa”; “Dialéctica de la secularización. Sobre la
razón y la religión”, entre otros.
(c) Le Monde. Traducción: Elisa Carnelli