martes, 23 de septiembre de 2014

Si vas a renunciar a tu trabajo, hazlo con estilo: mira el ejemplo de Faulkner

"Maldito sea si me pongo a las órdenes y la disposición del primer hideputa itinerante con dos centavos para invertir en una estampilla", escribió el joven William  Faulkner para renunciar a su trabajo como administrador de correos que, de todos modos, distaba mucho de cumplir cabalmente

William Faulkner era un trabajador pésimo de cumplir órdenes/pijamasurf.com
 
Hacia 1921, William Faulkner, entonces con 24 años, comenzó a trabajar en la oficina postal de la Universidad de Mississippi como administrador de correos, puesto en el que continuamente era sorprendido leyendo, escribiendo, ignorando, perdiendo o francamente desechando las cartas que llegaban a sus manos, desdeñando a compañeros y clientes por igual, jugandobridge en horarios laborales, llegando tarde y yéndose temprano y algunas otras conductas con las que parecía empeñado en llegar al muro del antihonor de los empleados postales.
Sorprendentemente, el joven Faulkner se mantuvo en este trabajo durante 3 años, hasta septiembre de 1924 (cerca del día de su cumpleaños 27, pero lejos todavía deSoldiers’ Pay, su primera novela, publicada en 1926), hasta que después de una inspección se vio forzado a renunciar.
Pero, antes de irse, el futuro nobel dejó a sus superiores una singular misiva que, como los adjetivos que caracterizan su estilo literario, parece la puntilla que penetra en el hueco exacto de una situación que de otra forma quedaría ambigua y sin fijar. Aquí la traducción del documento, del cual, en vista de su brevedad, ofrecemos también el original en inglés, tomado del sitio Letters of Note.
[Octubre, 1924]
Mientras viva en el sistema capitalista sé que mi vida estará influenciada por las demandas de la gente adinerada. Pero maldito sea si me pongo a las órdenes y la disposición del primer hideputa itinerante con dos centavos para invertir en una estampilla postal.
Esta, señor, es mi renuncia
(Rúbrica)
[October, 1924]
As long as I live under the capitalistic system, I expect to have my life influenced by the demands of moneyed people. But I will be damned if I propose to be at the beck and call of every itinerant scoundrel who has two cents to invest in a postage stamp.
This, sir, is my resignation.
(Signed)