sábado, 13 de septiembre de 2014

Minicuentos 90



De la imaginación y sus amanuenses     
                                                                         




Literata

Dr. Atl

Yo no me casaría nunca, pero con una mujer literata menos aún. Cuando uno se enamora de una mujer, se le encuentran todas las virtudes que uno necesita, pero cuando esa mujer cede y se la lleva uno a su casa, al día siguiente no sabe qué hacer con ella. Eso tratándose de una mujer común y corriente, porque de una mujer que escribe, aunque escriba bien, la vida se hace insoportable a los cincuenta minutos de estar con ella. La vida en común con una mujer es una constante contradicción; con una literata sería una constante catástrofe.



Experiencia y conciencia

Carlos Lucero Aja



—¡Cómo que no has leído a Kafka, a Marx, a García Márquez, a Dante, a Platón, a Freud, a Cervantes, a Carlos Fuentes, a Maquiavelo, a Lermontov, a Neruda, a Alonso Vidal, a Shopenhauer, a Herman Hesse, a Jung, a Confucio, a Einstein, a Artaud, a Evelina, a Flaubert, a Krauze, a Arturo Aguirre, a H. G. Wells, a Moncada, a Isaac Asimov, a Ricardo Yáñez o de perdida La Ilíada o la Biblia! —me dijo un amigo.

—¿Ves esa montaña que está allá enfrente, a lo lejos? — le pregunté.

—¡Sí! ¿Qué tiene?

—Yo ya la subí tres veces.



Campo de concentración

Giovanni Guareschi



Muchos de los capotes rusos distribuidos a los menesterosos tienen una pequeña costura sobre el pecho o sobre la espalda. Una pequeña costura redonda que cierra el agujero por donde entró una bala y salió un alma.

Mi capote tiene su pequeña costura precisamente encima del corazón. Y está bien cosida, y el paño es espeso, pero —a través del agujerito que cubre— entra un sutil soplo de aire helado inclusive cuando no hace viento y el sol es tibio.

Y el corazón duele, atravesado por aquel prendedor de hielo.



Cuestión de formas

Cynthia Rodríguez Leija

La muchacha de los ojos profundos y los pies descalzos se acercó a preguntarme cabizbaja:

—¿Por qué das golpes al viento?

—No doy golpes al viento, doy golpes a mi sombra.

—Pues, la sombra debería replicar tu locura.

—La locura no es mía, es de la sombra… yo sólo me defiendo.

 


Juegos y fuegos

Sergio Villareal



Definitivamente, éste es el mejor cumpleaños que he tenido. Estoy aquí, sentado en mi silla, mirando los fuegos, lástima que no puedo verlos de cerca. Mamá siempre decía que no me les acercara porque son peligrosos. Una vez me dijeron que a un niño se le quemo la mano con un cuete y se la tuvieron que cortar… Pero a mí ni me da miedo. Desde aquí, yo puedo ver mis fuegos artificiales muy bien y no me queman ni tantito están dándole de patadas a la puerta. Gritan mucho. No les gustan mis fuegos artificiales. Pero no me importa. Yo sigo aquí, apretando botones rojos. Hasta que tooodo mundo sepa que es cumpleaños del presidente.



En calidad de Dios

Ricardo Martínez Cantú



Cuando Dios regresó al paraíso terrenal para verificar el incumplimiento de sus órdenes, Adán no pudo negar su falta. Un trozo de manzana, atorado en su garganta, lo puso en evidencia.

Eva, por el contrario, no podía ser legalmente inculpada. Sus ojos reflejaban la más pura inocencia y, sobre todo, su garganta estaba enteramente limpia.

El que todo lo sabe supo de inmediato la verdad. Pero para evitarse en lo sucesivo situaciones similares que pudieran hacerlo parecer como poseedor de una malicia inconveniente a su cargo, inventó el himen.



¡Ay! la semántica

María Bezanilla


Llegó la niña desesperada y llorando porque ya no era virgen. Su mamá soltó el llanto junto con ella y le preguntó qué había sucedido.
Ella contestó que su directora la había sacado de la pastorela.





No voltees

Leticia Herrera Álvarez



El poblado quedaba lejos aún. Apretó el paso de su caballo y con una voz que pretendía serenidad, me dijo:

—Apúrale a tu yegua y no voltees.

Escuché entonces el crujir de una rama que se levantaba, como si hubiera sido liberada de un gran peso.

Sin poder evitarlo volví el rostro.

A mis espaldas, recortada en la casi total obscuridad de la noche, alcancé a ver la figura de un hombre alado que levantaba el vuelo.