martes, 23 de septiembre de 2014

Naturaleza muerta

Un crimen en la Reserva Ecológica es el punto de partida de Verde oscuro, la nueva novela policial de Alicia Plante, parte de la trilogía que se completa con Una mancha más y Fuera de temporada 

Alicia Plante, autora argentina de Verde oscuro./pagina12.com.ar


Aquí el “detective” es un guardaparque, los medios enrarecen la investigación y la ineficiencia policial más la especulación inmobiliaria conspiran contra el futuro del espacio público
Al principio es una tarde de domingo en la Reserva Ecológica de Costanera Sur y el detalle de unos caranchos sobrevolando en círculos sobre un punto del suelo. Al principio es un muerto, unos pies blancos que asoman en el borde de un sendero, las marcas de unas puñaladas en el pecho y la sangre seca que contrasta con la palidez de un torso desnudo, los ojos ciegos bien abiertos, la remera y el encendedor y la billetera y otras cosas que fueron suyas desparramadas ahí, alrededor, en el verde que si lo dejan crece. El que repara en los caranchos, el que descubre el muerto, es nuestro héroe: El Pollo. Se trata del guardaparques que protagoniza Verde oscuro, la última novela publicada por Alicia Plante, que enseguida sabe que el crimen precipitará la situación del sitio que da sentido a sus días y a su trabajo: si en un contexto de crisis –invierno de 2003– el Gobierno de la Ciudad apenas aporta recursos para cuidar la Reserva, la aparición de un muerto resulta un buen argumento para cerrarla y privatizarla. Trescientas cincuenta hectáreas, ahí: ma qué pajaritos ni lagartijas, piensa más de uno.
Enseguida aparecen también un par de policías, el comisario Juárez y el sargento Battaglia, pero ya se sabe: es una utopía narrar por estas tierras una novela policial con agentes preocupados por esclarecer, nomás, por trabajar para el lado de la justicia, o de la verdad, en fin. Plante los presenta y ahí se los ve, con las primeras diligencias, interrogando a la madre y a la hermana del muerto, indagando sobre la víctima para establecer que era fotógrafo y para detener a un muchacho que pudo ser amigo o amante, el sospechoso que, mientras se lo investiga (o el simulacro de eso), se lo detiene como muestra de que la institución funciona. Y como en la construcción de esa apariencia es clave el aparato mediático, de arranque también se enfoca en un debate por televisión en torno del asesinato, de la inseguridad, de la perversión que propicia la zona, una discusión (a lo Del Moro) en la que participan un obispo muy rancio, un secretario de Ambiente y Espacio Público más bien timorato, el jefe de la Federal, una socióloga y un especialista en pájaros de apellido Ibarra. El Pollo lee correctamente la pantalla: señales de que se viene una privatización, de que su trabajo y la Reserva como tales están en riesgo.
Narrada en una tercera persona que casi siempre sigue de cerca al Pollo (y bastante menos a los policías), Plante explicita en la mirada de su protagonista una conciencia de la importancia de que la Reserva siga siendo un espacio público y natural. En un policial de registro quien procura avanzar en la investigación de un crimen en Capital no es ya un policía, pero tampoco un detective, ni un funcionario judicial, o un periodista: que sea un guardaparque, un veinteañero venido de Bariloche, le da su toque insólito. Y más allá de las peripecias que surgen en trance de averiguar, de las cuotas de riesgo en sus pesquisas, el tipo no anda a los tortazos o a los tiros: un flaco más bien común, algo abrumado por la gran ciudad y ambientado a la Reserva, que juega las cartas que tiene. Por un lado, acude al diputado porteño que lo recomendó para el cargo, un ex amigo de su padre que le promete investigar y hacer declaraciones públicas a favor de preservar el sitio; por otro, consigue un trabajo adicional en una empresa incipiente que proyecta una urbanización top, torres, shopping, cancha de golf, amarradero, para un sitio que tiene toda la pinta de ser la propia Reserva.
Verde oscuro. Alicia Plante Adriana Hidalgo editora 290 páginas
Verde oscuro completa una trilogía de policiales a la vera de las aguas: Una mancha más (2011) se desarrolla en el delta del Tigre y tiene como tema el robo de bebés durante la dictadura; Fuera de temporada (2013) transcurre en Pinamar y retrata, a través de un juez que busca refugiarse ahí, la trama social a partir de un crimen. Aguas que se conectan, claro, con el Río de la Plata, así como se conectan unas generaciones con otras, unas ambiciones y pulsiones con otras. El Pollo tiene sus tironeos internos: ¿le interesa más la Reserva, su hábitat, que el tipo al que mataron? La mujer mayor que él, la secretaria del funcionario a la que encara para ver si consigue algún dato, ¿le facilita o le entorpece su pesquisa? Plante baraja los estereotipos del género cuando retrata a su héroe algo alterado cuando ella le dice que es más lindo cuando se ríe o que la divierte: “Lo que había querido averiguar no justificaba que hiciera el papel de forro”, piensa. En el despliegue de la trama van apareciendo las piezas del rompecabezas y ahí sí se asiste a los engranajes del género: el suspenso de un enigma, un arco de personajes sospechosos, las prácticas delictivas que van encadenándose, la configuración final, en la que confluyen causas y azares. “Yo siempre, desde chica, fui lectora de policiales, es un género que siempre me gustó apasionadamente”, decía Plante el año pasado a este suplemento. Y hace unos días, a poco de participar en el festival de novela negra Córdoba Mata, en otra entrevista, esta vez de La Voz del Interior, sostenía: “La gran novela negra es literatura políticamente comprometida. Su intención es denunciar aspectos de la realidad que favorecen a pequeños grupos a costa de las mayorías”; sostenía, también, que ella construye sus relatos teniendo en cuenta una serie de aspectos “en función de una propuesta social alternativa que aparece de modo implícito, a veces por descarte”.
Conceptos, búsquedas, ideas de las que, en Verde oscuro, hay unas cuantas pistas.