Casa de América y el Museo del Escritor conmemoran el vigésimo aniversario de la muerte del escritor con una exposición de sus objetos íntimos
Juan Carlos Onetti apuntando con uno de sus revólveres de juguete, 1993. /Dolly Onetti./elcultural.es |
Este año
se han cumplido 20 de la muerte de Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909
- Madrid, 1994). El Museo del Escritor y Casa de América han querido
aprovechar la efeméride para recordar al autor de La vida breve, que pasó sus últimos 20 años de vida en Madrid, con una exposición titulada Reencuentro con Onetti: veinte años después, que puede visitarse hasta el 15 de noviembre en Casa de América.
La muestra recrea el ámbito más personal del escritor gracias a casi trescientos objetos personales, nunca antes expuestos al público. Desde su cama, donde tantas horas dedicó a la lectura y escritura de sus obras, hasta su correspondencia con otros escritores como Octavio Paz o Gabriel García Márquez, pasando por su máquina de escribir o sus lecturas, con anotaciones personales.
“La exposición reproduce el piso en el que vivió, en Avenida de América, recreando dos ambientes: el salón, donde recibía normalmente a las visitas, y su habitación, donde recibía solamente a los elegidos, a sus amigos más íntimos”, explica Raúl Manrique, director del Museo del Escritor y comisario de la muestra junto a Claudio Pérez Miguez.
En sus últimos años de vida, Onetti pasó casi todo el tiempo en su cama. En el espacio que recrea su habitación pueden verse los libros que tenía en la mesilla de noche en el momento de su muerte, manuscritos de sus obras, su pasaporte o el documento original de su nombramiento como director de Bibliotecas de Uruguay en 1957. También se expone su correspondencia personal y un buen número de fotografías con amigos y otros literatos, como Juan Marsé, Eduardo Galeano, Juan Rulfo o Jorge Luis Borges.
Entre las recreaciones del salón y la habitación, explica Manrique, se ha dispuesto un pasillo con todas las primeras ediciones de las obras de Onetti. También pueden verse numerosos documentos mecanografiados repletos de correcciones manuscritas, “lo que demuestra que en sus últimos años no estaba todo el tiempo leyendo en la cama, como se suele pensar, sino que trabajaba mucho y se preocupaba por la difusión de su obra”, explica Manrique. Esto último lo demuestra, por ejemplo, “una carta escrita a máquina a Carmen Balcells, de la que también se conserva el borrador manuscrito, en la que le preguntaba cuánto dinero iba a pedirle a la editorial Gallimard por la publicación de una obra suya”, apunta el comisario.
La exposición se completa con proyecciones de algunos vídeos de entrevistas realizadas al autor. Una de ellas, bastante extensa, se la realizó su amigo Jorge Ruffinelli en 1973 en Montevideo, otra es de Hortensia Campanella, editora de sus obras completas, en 1990 en Madrid, y le siguen 15 minutos de filmación inédita de una entrevista que le realizó en 1991 un periodista vallisoletano del que no han podido rastrear los datos los comisarios de la muestra.
Onetti se exilió en España por motivos políticos en 1974, huyendo de la dictadura de Bordaberry en Uruguay y después de haber pasado tres meses encarcelado. El motivo fue, simplemente, haber formado parte del jurado del premio literario del semanario Marcha, al que había estado vinculado muchos años y que dejó de publicarse poco después. “El cuento ganador fue considerado pornográfico por las autoridades del país e incluso acusaron al autor de estar relacionado con el asesinato de un policía, ya que en su historia narraba un crimen muy similar a aquél”, explica Manrique. Su entorno consiguió que buena parte de ese tiempo lo pasara en un psiquiátrico en vez de en la cárcel.
Gracias a la presión internacional y a la intercesión del diplomático español Juan Ignacio Tena Ybarra, director del Instituto de Cultura Hispánica, Onetti fue liberado y decidió irse a vivir a España. “Cuando llegó a Madrid, pensaba que su carrera estaba acabada, pero se encontró tan cómodo que siguió escribiendo -Dejemos hablar al viento, Cuando ya no importe, artículos para EFE...- y en esa época recibió sus máximos reconocimientos”. En 1980 recibió el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras hispánicas.
La muestra se inaugurará esta tarde con una conversación entre Pérez Miguez y la viuda del escritor, Dolly Onetti, que fue su cuarta y última esposa y ha vuelto a Madrid desde Buenos Aires para la ocasión. El autor de Juntacadáveres tuvo una vida amorosa muy agitada. Se casó por primera vez con su prima María Amalia Onetti, madre de su hijo Jorge. A los tres años se separó y al poco se casó con su otra prima, hermana de la anterior, María Julia Onetti. En 1945 se casó con su compañera de Reuters, Elizabeth María Pekelharing, y diez años después, con Dorothea Muhr (Dolly), que fue su última mujer. “Esas son solo las oficiales, porque Onetti era un seductor nato y ejerció como tal permanentemente. Tenía ese humor y esa personalidad rioplatense que a las mujeres le resulta tan atractivo”, comenta el director del Museo del Escritor.
La muestra recrea el ámbito más personal del escritor gracias a casi trescientos objetos personales, nunca antes expuestos al público. Desde su cama, donde tantas horas dedicó a la lectura y escritura de sus obras, hasta su correspondencia con otros escritores como Octavio Paz o Gabriel García Márquez, pasando por su máquina de escribir o sus lecturas, con anotaciones personales.
“La exposición reproduce el piso en el que vivió, en Avenida de América, recreando dos ambientes: el salón, donde recibía normalmente a las visitas, y su habitación, donde recibía solamente a los elegidos, a sus amigos más íntimos”, explica Raúl Manrique, director del Museo del Escritor y comisario de la muestra junto a Claudio Pérez Miguez.
En sus últimos años de vida, Onetti pasó casi todo el tiempo en su cama. En el espacio que recrea su habitación pueden verse los libros que tenía en la mesilla de noche en el momento de su muerte, manuscritos de sus obras, su pasaporte o el documento original de su nombramiento como director de Bibliotecas de Uruguay en 1957. También se expone su correspondencia personal y un buen número de fotografías con amigos y otros literatos, como Juan Marsé, Eduardo Galeano, Juan Rulfo o Jorge Luis Borges.
Entre las recreaciones del salón y la habitación, explica Manrique, se ha dispuesto un pasillo con todas las primeras ediciones de las obras de Onetti. También pueden verse numerosos documentos mecanografiados repletos de correcciones manuscritas, “lo que demuestra que en sus últimos años no estaba todo el tiempo leyendo en la cama, como se suele pensar, sino que trabajaba mucho y se preocupaba por la difusión de su obra”, explica Manrique. Esto último lo demuestra, por ejemplo, “una carta escrita a máquina a Carmen Balcells, de la que también se conserva el borrador manuscrito, en la que le preguntaba cuánto dinero iba a pedirle a la editorial Gallimard por la publicación de una obra suya”, apunta el comisario.
La exposición se completa con proyecciones de algunos vídeos de entrevistas realizadas al autor. Una de ellas, bastante extensa, se la realizó su amigo Jorge Ruffinelli en 1973 en Montevideo, otra es de Hortensia Campanella, editora de sus obras completas, en 1990 en Madrid, y le siguen 15 minutos de filmación inédita de una entrevista que le realizó en 1991 un periodista vallisoletano del que no han podido rastrear los datos los comisarios de la muestra.
Onetti se exilió en España por motivos políticos en 1974, huyendo de la dictadura de Bordaberry en Uruguay y después de haber pasado tres meses encarcelado. El motivo fue, simplemente, haber formado parte del jurado del premio literario del semanario Marcha, al que había estado vinculado muchos años y que dejó de publicarse poco después. “El cuento ganador fue considerado pornográfico por las autoridades del país e incluso acusaron al autor de estar relacionado con el asesinato de un policía, ya que en su historia narraba un crimen muy similar a aquél”, explica Manrique. Su entorno consiguió que buena parte de ese tiempo lo pasara en un psiquiátrico en vez de en la cárcel.
Gracias a la presión internacional y a la intercesión del diplomático español Juan Ignacio Tena Ybarra, director del Instituto de Cultura Hispánica, Onetti fue liberado y decidió irse a vivir a España. “Cuando llegó a Madrid, pensaba que su carrera estaba acabada, pero se encontró tan cómodo que siguió escribiendo -Dejemos hablar al viento, Cuando ya no importe, artículos para EFE...- y en esa época recibió sus máximos reconocimientos”. En 1980 recibió el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras hispánicas.
La muestra se inaugurará esta tarde con una conversación entre Pérez Miguez y la viuda del escritor, Dolly Onetti, que fue su cuarta y última esposa y ha vuelto a Madrid desde Buenos Aires para la ocasión. El autor de Juntacadáveres tuvo una vida amorosa muy agitada. Se casó por primera vez con su prima María Amalia Onetti, madre de su hijo Jorge. A los tres años se separó y al poco se casó con su otra prima, hermana de la anterior, María Julia Onetti. En 1945 se casó con su compañera de Reuters, Elizabeth María Pekelharing, y diez años después, con Dorothea Muhr (Dolly), que fue su última mujer. “Esas son solo las oficiales, porque Onetti era un seductor nato y ejerció como tal permanentemente. Tenía ese humor y esa personalidad rioplatense que a las mujeres le resulta tan atractivo”, comenta el director del Museo del Escritor.