Reseña. El regreso a la infancia, la búsqueda de un lugar propio, la nostalgia y la ciudad son los temas que giran alrededor de Una Casa en Bogotá, la más reciente novela del escritor bogotano Santiago Gamboa, que estará en las estanterías desde hoy
Una casa en Bogotá, de Santiago Gamboa. |
Un filólogo bogotano compra una casa de tres pisos en
Chapinero gracias al dinero obtenido en un concurso internacional. Este
hombre, solitario y algo retraído, vive desde los seis años con su tía,
una abogada de la ONU, izquierdista y militante que lo adoptó después
de que un incendio acabará con su casa y la vida de sus padres. Tras
vivir durante varias temporadas en el extranjero, decide regresar a
Bogotá, la ciudad de su infancia para al fin asentarse en una casa
propia.
“Uno de los grandes temas de la literatura occidental es la idea del regreso a casa”, reflexiona Santiago Gamboa, autor de una decena de novelas entre las que se encuentran El síndrome de Ulises y Páginas de vuelta que tocan temas similares: la nostalgia de ser extranjero en París, y la Bogotá de los años ochenta, respectivamente. “La idea viene desde la odisea. Regresar a la casa, al hogar de donde somos. Volver a la identidad. La casa casi tiene el sentido del útero materno”.
Al igual que el personaje anónimo de Una Casa en Bogotá, Gamboa ha pasado gran parte de su vida en el exterior. Después de 30 años fuera, el escritor regresa a Colombia, “para recuperar un cierto lugar perdido que está aquí. Recuperar una casa que en el fondo es la metáfora del lugar seguro, donde estamos protegidos de todo. Tal vez es un poco eso de regresar a la infancia que yo pasé en Bogotá”.
Cuando Santiago Gamboa era niño, en su barrio en Chapinero había una casa muy hermosa que siempre estaba sola porque sus dueños vivían lejos. Gamboa siempre tuvo la sensación que la casa observaba y vigilaba a todo el barrio. Esa imagen marcó la infancia perdida del personaje central de su novela quien, tras comprar la casa que lo intrigó en su niñez, comienza lentamente a tomarse todos los espacios de su nuevo hogar.
Cada cuarto evoca distintos recuerdos y momentos de la vida del héroe y la casa se vuelve ese espacio donde vive la memoria y se aloja todo lo que da seguridad. Fuera de la casa está el mundo exterior, el lugar desconocido donde se explora y se gana experiencia pero al final siempre se vuelve a la casa.
“Salir a la ciudad es como salir de la infancia a la adolescencia y la adultez donde uno se aleja de esa casa pero siempre quiere regresar. Uno se va a otros sitios, estos siempre se relacionan con la ciudad ideal que uno tiene en la cabeza. Cuando uno sale a viajar lejos y se siente cómodo en un sitio, descubre que es porque se parece al lugar de la infancia.”
Bogotá es uno de los personajes principales de la obra y es presentada de dos formas. Una es la ciudad de la infancia de Gamboa. Una Bogotá muy provinciana y chiquita, donde llueve mucho, hace frio y sus amargados habitantes andan de mal genio y ofendidos. La otra es la Bogotá moderna, una enorme metrópoli caótica, llena de vida y con una personalidad muy fuerte y plagada de contradicciones.
“Me admira mucho como los extranjeros amigos míos que vienen a Bogotá quedan fascinados. Me dicen que no es pretenciosa, que es una ciudad con un perfil bajo pero resulta que tiene muchas cosas extraordinarias. Pero también es una ciudad dura, canalla, cruel y arrogante los que vienen tal vez no lo ven pero para mí es así”.
En la novela el filólogo está fascinado por descubrir los mundos ocultos de la capital Esos espacios crueles, pervertidos y peligrosos que mucha gente no ve. Gracias a su chofer, Abundio, el personaje logra rosar los metederos de basuco del sur, los shows de sexo en vivo del centro y hasta una fiesta nazi homoerótica.
Debido a su experiencia, Gamboa también ha logrado rozar estos mundos ocultos. “Yo siempre digo que para escribir uno necesita haber vivido por lo menos cosas cercanas. Después de eso uno puede hacer ficción. Las novelas son memorias e imaginación. Uno puede imaginarlo todo, pero encima de la memoria”.
En este libro, Santiago Gamboa usó Twitter para acercarse el mundo de las drogas y la prostitución, de dónde inclusive salieron algunos de los personajes de la historia.
“Los basuqueros del centro también tienen Twitter. Me he hecho seguidor de una cantidad de jóvenes que se la pasan metidos en las ollas. Es una forma de acceder a otro mundo. Oyendo y viendo lo que ellos hacen y escriben, uno se puede meter en ese mundo y conocerlos desde adentro”.
El filólogo es un viajero que vuelve a sus raíces para arraigarse a ellas. Gamboa también es un viajero que decidió regresar a su país de origen, pero a un lugar distinto, a Cali la ciudad de su esposa. “Es un modo de seguir viajando. Para mí es una ciudad un poco desconocida un sitio nuevo. Yo he vivido en Madrid, en París, en Roma, en Delhi y me he inventado un motivo casi filologico, me gustan las ciudades de dos sílabas, Bogotá tiene tres, Cali está perfecto”. Una Casa en Bogotá es una metáfora del regreso a Ítaca y el afán de volver a dónde se forjó la identidad propia a la vez que es un repaso del viaje e inclusive puede marcar el punto de una nueva partida. La novela es un recorrido por la memoria y una reflexión de esos lugares a los que nos gustaría volver y los que quisiéramos descubrir.
“Uno de los grandes temas de la literatura occidental es la idea del regreso a casa”, reflexiona Santiago Gamboa, autor de una decena de novelas entre las que se encuentran El síndrome de Ulises y Páginas de vuelta que tocan temas similares: la nostalgia de ser extranjero en París, y la Bogotá de los años ochenta, respectivamente. “La idea viene desde la odisea. Regresar a la casa, al hogar de donde somos. Volver a la identidad. La casa casi tiene el sentido del útero materno”.
Al igual que el personaje anónimo de Una Casa en Bogotá, Gamboa ha pasado gran parte de su vida en el exterior. Después de 30 años fuera, el escritor regresa a Colombia, “para recuperar un cierto lugar perdido que está aquí. Recuperar una casa que en el fondo es la metáfora del lugar seguro, donde estamos protegidos de todo. Tal vez es un poco eso de regresar a la infancia que yo pasé en Bogotá”.
Cuando Santiago Gamboa era niño, en su barrio en Chapinero había una casa muy hermosa que siempre estaba sola porque sus dueños vivían lejos. Gamboa siempre tuvo la sensación que la casa observaba y vigilaba a todo el barrio. Esa imagen marcó la infancia perdida del personaje central de su novela quien, tras comprar la casa que lo intrigó en su niñez, comienza lentamente a tomarse todos los espacios de su nuevo hogar.
Cada cuarto evoca distintos recuerdos y momentos de la vida del héroe y la casa se vuelve ese espacio donde vive la memoria y se aloja todo lo que da seguridad. Fuera de la casa está el mundo exterior, el lugar desconocido donde se explora y se gana experiencia pero al final siempre se vuelve a la casa.
“Salir a la ciudad es como salir de la infancia a la adolescencia y la adultez donde uno se aleja de esa casa pero siempre quiere regresar. Uno se va a otros sitios, estos siempre se relacionan con la ciudad ideal que uno tiene en la cabeza. Cuando uno sale a viajar lejos y se siente cómodo en un sitio, descubre que es porque se parece al lugar de la infancia.”
Bogotá es uno de los personajes principales de la obra y es presentada de dos formas. Una es la ciudad de la infancia de Gamboa. Una Bogotá muy provinciana y chiquita, donde llueve mucho, hace frio y sus amargados habitantes andan de mal genio y ofendidos. La otra es la Bogotá moderna, una enorme metrópoli caótica, llena de vida y con una personalidad muy fuerte y plagada de contradicciones.
“Me admira mucho como los extranjeros amigos míos que vienen a Bogotá quedan fascinados. Me dicen que no es pretenciosa, que es una ciudad con un perfil bajo pero resulta que tiene muchas cosas extraordinarias. Pero también es una ciudad dura, canalla, cruel y arrogante los que vienen tal vez no lo ven pero para mí es así”.
En la novela el filólogo está fascinado por descubrir los mundos ocultos de la capital Esos espacios crueles, pervertidos y peligrosos que mucha gente no ve. Gracias a su chofer, Abundio, el personaje logra rosar los metederos de basuco del sur, los shows de sexo en vivo del centro y hasta una fiesta nazi homoerótica.
Debido a su experiencia, Gamboa también ha logrado rozar estos mundos ocultos. “Yo siempre digo que para escribir uno necesita haber vivido por lo menos cosas cercanas. Después de eso uno puede hacer ficción. Las novelas son memorias e imaginación. Uno puede imaginarlo todo, pero encima de la memoria”.
En este libro, Santiago Gamboa usó Twitter para acercarse el mundo de las drogas y la prostitución, de dónde inclusive salieron algunos de los personajes de la historia.
“Los basuqueros del centro también tienen Twitter. Me he hecho seguidor de una cantidad de jóvenes que se la pasan metidos en las ollas. Es una forma de acceder a otro mundo. Oyendo y viendo lo que ellos hacen y escriben, uno se puede meter en ese mundo y conocerlos desde adentro”.
El filólogo es un viajero que vuelve a sus raíces para arraigarse a ellas. Gamboa también es un viajero que decidió regresar a su país de origen, pero a un lugar distinto, a Cali la ciudad de su esposa. “Es un modo de seguir viajando. Para mí es una ciudad un poco desconocida un sitio nuevo. Yo he vivido en Madrid, en París, en Roma, en Delhi y me he inventado un motivo casi filologico, me gustan las ciudades de dos sílabas, Bogotá tiene tres, Cali está perfecto”. Una Casa en Bogotá es una metáfora del regreso a Ítaca y el afán de volver a dónde se forjó la identidad propia a la vez que es un repaso del viaje e inclusive puede marcar el punto de una nueva partida. La novela es un recorrido por la memoria y una reflexión de esos lugares a los que nos gustaría volver y los que quisiéramos descubrir.