miércoles, 15 de octubre de 2014

Una desazón perpetua

Seis años después de Le Clézio, Francia y la editorial Gallimard repiten Premio Nobel. Un novelista reservado y rara vez mencionado entre los nobelizables: el elegido de la Academia Sueca

Patrick Modiano en una rueda de prensa en París que tuvo lugar el jueves, tras anunciarse que había ganado el Premio Nobel de literatura 2014./elespectador.com
A la misma hora en la que (suponemos) el eterno favorito Haruki Murakami lanzaba un insulto al aire, a Marie Modiano le temblaban las manos tratando de llamar a su padre al celular. Como ocurrió en su momento con Doris Lessing, los miembros de la Academia Sueca no lograron localizarlo para darle la noticia antes que a la prensa. “Yo estaba caminando por la calle. Recibí la llamada y lo único que hice fue seguir caminando como para tratar de entender lo que pasaba. Luego pensé que tengo un nieto en Suecia y que iré a visitarlo”, dice Modiano apenas tres horas después del anuncio. “Todos los nombres de los grandes autores que han recibido ese premio me dan vueltas en la cabeza. Es algo surrealista”.
Hay escritores que se saben en las listas de los nominados y esperan con ansias el día del anuncio. No es el caso de Modiano y su editor, Antoine Gallimard, quien confiesa que para él también fue una sorpresa, más aún cuando apenas hace seis años otro autor de la casa, Jean- Marie Le Clézio, había recibido el Premio. “Patrick lleva 45 años con nosotros, así que alguna vez hablamos del tema. Yo le había dicho que no creía, porque suele haber criterios políticos en la decisión de la Academia, bien sea para elegir un autor políticamente correcto o lo contrario. Ese no es el caso de Patrick. No es que no haya política en sus obras, pero no es explicita. Me equivoqué en mi pronóstico”.
Modiano recuerda las famosas polémicas entre Camus y Sartre y cómo lo marcaron, del primero, La Caída, y del segundo, La niñez de un jefe, sin que por eso tuviera que tomar partido por el uno o el otro. “Al final las polémicas políticas se van olvidando, son los libros los que quedan”, dice.
Tras el anuncio del Nobel, la editorial ha encargado la reimpresión de cien mil ejemplares de cada una de las obras del autor. La más reciente novela de Le Clézio se lanzó a trescientos mil ejemplares.

 Gracias a Queneau

Fue Raymond Queneau, su antiguo profesor particular de matemáticas reconvertido en escritor patafísico y quien luego sería su padrino de matrimonio, quien ayudó en 1968 al entonces joven autor a entrar en el catálogo de la editorial. “Fue la única editorial en la que soñé publicar“, dice Modiano, quien diez años después de su primera novela, confirmaría que había razones para confiar en su talento al ganar el más importante premio literario de Francia, el Goncourt, con la novela La calle de los almacenes oscuros.
Frente a los periodistas que lo esperan en un salón de sede de la editorial, Modiano tartamudea y le tiemblan las manos. Lo acompaña su esposa, Dominique Zehrfuss, quien ha ilustrado tres de sus libros. A pesar de su estatura notable, Modiano parece empequeñecido y mira hacia la mesa donde se apoyan los micrófonos más que a sus interlocutores. No sabe quién ha hecho, desde detrás de las cámaras, una pregunta original e inesperada.

“¿Cuál es su libro favorito?” dice la voz femenina.

“Nunca sé qué contestar. Cuando pienso en los libros que me han marcado, en los que he leído, en la literatura en general, me siento como un niño frente a una caja de juguetes”.
Famoso por su timidez y su tendencia a evitar los grandes eventos, dice que no le preocupa el discurso que tendrá que dar en Estocolmo el próximo diciembre. “No creo que sea difícil. Es sólo un texto. Me tocará sentarme a escribirlo, pero no me parece algo muy complicado”.
No lo dice con arrogancia, sino como quien tiene el hábito de escribir, a pesar de que reconoce que, ya que apenas hace una semana lanzó su novela Pour que tu ne te perdes pas dans le quartier
(Para que no te pierdas en el barrio), en estos días ha estado más bien rumiando temas. “Uno nunca queda contento con su último libro. A algunos escritores eso les da ganas de no escribir más, a mí al contrario, me mueve a empezar un nuevo libro. No es un placer ni un sufrimiento, es como una fuga hacia adelante, es esa insatisfacción perpetua la que lo impulsa a uno a seguir en esa actividad solitaria que es la escritura”.
“¿Con toda la atención que atrae el Premio no teme que sea difícil encontrar esa soledad?”
“Yo pertenezco a una generación que vivió una época en la que el mundo parecía estable y esta donde todo va rápido y sobre todo donde el mundo parece cambiar más rápido que nunca. Y sin embargo ahí está la soledad para escribir”, afirma.

Entre dos épocas

La ciudad natal de Modiano, Boulogne-Billancourt, era un suburbio obrero en la periferia parisina cuando él nació. Por ser la sede de la fábrica de Renault, confiscada y puesta a su servicio por los nazis, sufrió duros bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque el autor nació un año después de la Liberación de París, la vida durante la ocupación ha sido uno de los temas recurrentes de su obra. “Fue el período en el cual mis padres se conocieron, así que en esa época comenzó mi historia”, dice.
En 1942, su madre, una actriz de teatro, conoció a Albert Modiano, un judío de nacionalidad española, que a pesar de ser arrestado y enviado en un tren rumbo a Auschwitz logró ser liberado gracias a sus contactos con la Gestapo, el servicio de inteligencia nazi. Su colaboración con los alemanes le permitió hacer negocios tranquilamente durante la guerra y vivir una comodidad económica que duró hasta después del nacimiento de sus dos hijos. Sin embargo, desde los primeros años, Modiano fue dejado al cuidado de su familia materna y a los 17 años tomó la decisión de no ver nunca más a su padre.
“Pienso que hoy estaría orgulloso de mí”, dice Modiano del hombre que, bajo diferentes nombres y encarnado en diferentes personajes, ha sido el protagonista de buena parte de sus novelas.
“Por el arte de la memoria con el que él ha evocado los destinos humanos más esquivos y develado el mundo de la ocupación” fue la razón oficial por la que la Academia Sueca otorgó el Premio Nobel a un hombre que dice tener la impresión de haber escrito casi siempre el mismo libro.
“Me hubiera enredado mucho para poner mi obra en un frase, pero me parece que lo que dice la Academia es bastante preciso. No es que esa fuera mi intención, pero cada quien está sumergido en los tiempos que le tocó vivir”, afirma. Su modestia regresa en la frase siguiente: “Por otro lado pienso que si no hubiera sido yo, cualquier otra persona de mi generación hubiera escrito los mismos libros”.

 La hierba de las noches

Ya todo se ha dicho y se ha hecho, hasta esta oración, y lo único que queda son las mezclas y la calidad de la forma. La hierba de las noches (2012) de Patrick Modiano es una mezcla bien lograda entre un relato policíaco, una novela de formación, una nouvelle de autoficción y un ‘flaneur’ decidido en la ciudad que vio nacer a los ‘flaneurs’, la París de los años 60. Un coctel explosivo. Jean, el protagonista y narrador de la novela, se despierta con una laguna de años, y su búsqueda será una investigación hacia su pasado, hacia una ciudad que se ha ido perdiendo y diluyendo en la modernidad y de la que ahora sólo conserva un diario. Una búsqueda hacia lo que él mismo es. Hay intriga, sí, una chica misteriosa, una posible espía sacada de John Le Carré, un posible amor. Pero como toda mezcla, como todo cambio en las convenciones del género, el final no se resuelve, es abierto, y Jean, nuestro Jason Bourne literario, no se venga, no conoce, sino que sale derrotado y tal vez más confundido que antes. Queda el lenguaje, la poesía que incluso se alcanza a percibir en la traducción y el giro de tuerca que tanto apreciamos aquellos cansados del mismo libro, de la misma historia convencional de siempre.