martes, 28 de octubre de 2014

Latinoamérica criminal

El libro es un intento de describir un paisaje nuevo o elaborar un mapa nuevo de las distintas estrategias que hoy se producen en ese ámbito literario

Latinoamérica criminal, los nuevos narradores de género neonegro./elmundo.es
Afirma el escritor y traductor brasileño Daniel Galera, en su introducción a un volumen de relatos a cargo de trece autores latinoamericanos y titulado Latinoamérica criminal (Random House), que antes resultaba fácil hablar de esa narrativa y que bastaba con mencionar el realismo mágico o las favelas o la lucha contra regímenes dictatoriales o el legado colonial. Mientras que por debajo del Trópico de Capricornio, era suficiente con añadir a Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez, Rey Rosa y Vargas Llosa, a los que designa como envueltos en una "fría melancolía existencial" (tendría que ver Galera la melancolía por encima del Círculo Ártico). Ahora, la cosa es mucho más enredada.
El libro es un intento de describir un paisaje nuevo o elaborar un mapa nuevo de las distintas estrategias que hoy se producen en ese ámbito literario. Y lo pretende mediante el encargo a esos trece escritores (tres brasileños y los demás en español) de una historia de suspense -que da más bien en género negro, aunque no exclusivamente-, a través de la cual puedan observarse las distintas sensibilidades y estrategias que hoy pueblan el subcontinente. Se supone que muy distintas a las tópicas y emblemáticas.
Esto es un poco más discutible, sin necesidad de reprobar la intentona. El género, o el subgénero aludido, tiene una tradición bastante fiera y romperla, aunque sea como juego, no es sencillo, y exige un esfuerzo y una vocación de partida que no se producen de buenas a primeras. En justa compensación, es indiscutible que cada uno de los autores -entre ellos, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Rey Rosa, Alejandro Zambra, los más conocidos en España- consigue imprimir algo de su sello en esta empresa difícil. En resumen, es un paisaje interesante, así como el mundo representado contiene claves de lo contemporáneo interpretadas en esas latitudes.
Digamos también que a nadie en Europa se le habría ocurrido hacer algo semejante, por la sencilla razón de que sería una empresa presuntamente inabarcable y de que el inmediato pasado de la literatura europea, por esquematizar mucho, es menos propenso a la emblemática. En cierto sentido, hay un cierto fondo bolivariano en la propuesta de Daniel Galera, que también ha seleccionado los relatos, pues pretende que existe un marco para lo que suele denominarse literatura latinoamericana. El español, indudablemente, podría componerlo, pero al introducir a autores en lengua portuguesa, ese marco remite a otra idea de contenido más político o más sentimental, pero en todo caso más difuso, salvo que lo geográfico delimite por encima de todo.
Bueno, no pongamos tantas pegas. La idea funciona porque deja ver cosas y en último término permite descubrir a escritores que están arrancando en su proyección internacional y que parecen estar ya bastante fraguados. Añadamos a Carol Bensimon, Rodrigo Blanco Calderón, Bernardo Carvalho, Rodrigo Hasbún, Mariana Enríquez, Andrés Ressia Colino, Jorge Enrique Lage, Andrés Felipe Solano, Joca Reiners Terron y Juan Pablo Villalobos, y ya estaremos todos.