lunes, 13 de octubre de 2014

Gallego: "Un nobel que no necesita del ropaje de un lenguaje brillante"

La traductora más reconocida del francés Patrick Modiano al español y otros dos expertos dan pistas para leer sus novelas

La felicidad de Patrick Modiano el jueves después de que la Academia Sueca lo presentó como Nobel de Literatura 2014./elespectador.com

La trascendencia de la obra del ganador del Premio Nobel de Literatura 2014, el francés Patrick Modiano, ha sido más estudiada y exaltada en España que en Latinoamérica. Allí lo han traducido sellos de culto, especialmente desde los años 90. Manuel Borrás, cabeza de la editorial Pre-Textos, lo conoce y se enorgullece de haberle publicado Reducción de condena: “es un escritor tranquilo, tal como lo demuestra su prosa voluntariamente económica de medios, pero no por eso menos humana, profunda e introspectiva. Es uno de esos escritores que sienten el pensamiento y que hablándonos de sí mismo habla un poco de todos nosotros”. ¿Por qué leerlo? “Para mí es un clásico vivo que ha intentado estar en el mundo sin hacer ruido. Creo que al entrar en la nómina de los premios Nobel ennoblece ese galardón, a veces más atento a razones extraliterarias que literarias. Haberle concedido esa universal distinción es habérselo concedido a la Literatura con mayúsculas”.
Así comienza Reducción de condena: “Era la época en que las giras teatrales no se limitaban a recorrer Francia, Suiza y Bélgica, sino también el norte de África. Yo tenía diez años. Mi madre se había marchado de viaje para interpretar una obra y mi hermano y yo vivíamos en casa de unas amigas suyas, en un pueblecito de los alrededores de París”. Más tarde, el mismo niño, irá desmenuzando los recuerdos de aquella época hasta que un día oye desde su habitación, bien entrada la noche, voces, carcajadas y timbrazos de teléfono. A sus oídos llegan unos cuantos retazos de frases; “la pandilla de la calle Lauriston” se repite frecuentemente en las conversaciones. A través de las persianas, ve entrar y salir misteriosos personajes. ¿Qué secreto podían esconder? Ese aire misterioso es el que se respira en esta, según Le Nouvel Observateur, “una nueva maravilla de la literatura contemporánea”. Son los argumentos de Pre-Textos.
Precoz y superproductivo como Le Clézio y Perec, aunque no tan experimental como ellos, Modiano a los 23 años de edad ya había publicado El lugar de la estrella (1968) y obtenido el Premio Roger Nimier con la primera obra de la Trilogía de la ocupación, su mirada de cómo los nazis marcaron a su familia y a su nación durante la Segunda Guerra Mundial, luego completada con Los bulevares periféricos (1969) y La ronda nocturna (1972). En el prólogo de la trilogía, que se consigue en Colombia bajo el sello Anagrama, el escritor José Carlos Llop califica ese momento como “prodigioso en un novelista” y explica cómo las ideologías liberalizadoras de los 60 influyeron en la literatura del hoy nobel: “Mayo del 68 es uno de los símbolos de la generación de Modiano”.
La definición de Llop sobre las letras de Modiano es abrumadora: “una obertura fulgurante: como si Scott Fitzgerald y Dostoievski salieran juntos de correría nocturna y en vez de bares hubieran visitado varios círculos del infierno con un espíritu entre la frescura fitzgeraldiana y el fatalismo nihilista del ruso, mezclado con cierta atmósfera a lo Simenon. Su Virgilio burlón es, sin duda, Céline. Y del equilibrio entre todos surge Modiano. ¿Su estilo?: una respiración lenta e hipnótica, con el dring cristalino y el swing jazzístico de los felices veinte, desplazado hacia la luz negra de un fragmento de los primeros cuarenta europeos, que aporta el ingrediente delirante”.
De allí surge un nuevo adjetivo: modianesque o lo modianesco. Para Llop, la obra de Modiano es el ejemplo de cómo un gran autor escribe muchas veces la que parece la misma novela y por ello es acusado por los superficiales de repetirse. La vida vivida; su madre, actriz belga; su hermano siempre a su lado; su padre ausente, judío relacionado con la Gestapo; él mismo visto, por ejemplo, a través de un personaje de ficción, aprendiz de escritor llamado Jean en El horizonte, o del muchacho francés que evita ser reclutado y enviado a combatir en Argelia; la memoria como lastre, la época que le tocó en suerte, París noctámbula, el liderazgo de De Gaulle, un talento narrativo entre lo realista, lo imaginario y lo poético, todo se funde para crear un universo mítico.
¿Qué leer primero? Si no es por la trilogía, aconseja empezar por las entrañas de Modiano: El libro de familia, Calle de las tiendas oscuras (ambiguo retrato del padre y merecedor del Premio Goncourt), Tan buenos chicos, Domingos de agosto, Un pedigrí o Villa Triste. Aunque lo autobiográfico, resalta Llop, tiene idéntica importancia que la turbiedad de lo social. Uno y otro son “lugares de conflicto y paisajes de la desolación”. Narrativa sonámbula en el terreno de las sombras. El pasado recuperado a partir de fragmentos de vida y utilizado así como estructura narrativa.
Casi una treintena de obras para leer, las más reconocidas vertidas al español por María Teresa Gallego Urrutia, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, exaltada a través del sello Anagrama y de distintos premios como la mejor traductora de Modiano. Ella es como su traducido: concreta y contundente.
Usted ha traducido para Anagrama ‘Un pedigrí’ (2007), ‘En el café de la juventud perdida’ (2008), ‘Villa Triste’ (2009) y ‘Calle de las tiendas oscuras’ (2009). ¿Cómo define a Patrick Modiano como novelista?
Como un novelista personalísimo mucho más allá de cualesquiera escuelas o tendencias.
¿A la hora de traducirlo al español qué aspectos estructurales ha descubierto en sus novelas?
Su lengua sobria, escueta. Su brillantez que no necesita del ropaje de un lenguaje brillante.
En cuanto al uso del idioma francés como herramienta literaria, ¿qué estilo representa Modiano comparado con otros escritores de su generación como J. M. G. Le Clézio o Georges Perec?
Son los tres muy personales. Yo creo que no son comparables.
En 2011 recibió el Premio Mots Passants del Departamento de Francés de la Universidad Autónoma de Barcelona por la traducción de ‘El horizonte’. ¿Qué hay de especial en esa obra?
Es un premio que se da a una traducción del año anterior. De las traducciones publicadas en 2010 que consideró el jurado fue, visto el resultado, la que le pareció más adecuada para recibir el premio.
¿En su carrera qué significó la Orden de las Artes y las Letras de Francia?
Es una Orden como la Legión de Honor. Fue una gran alegría. Fue como si me concedieran una nacionalidad honorífica como reconocimiento a mi contribución a la difusión de la literatura francesa.
Usted ha traducido, entre otros clásicos, a Victor Hugo, Proust, Flaubert, y por éste último recibió en 2013 el Premio Esther Benítez. ¿Qué comparaciones literarias o conexiones puede hacer entre ellos y Modiano?
Mmm... que son franceses.... lo cual no es poco.
Es claro que la fidelidad del original de muchas obras depende de una buena traducción. ¿Puede detallar el proceso de traducir a Modiano?
No es diferente traducir a Modiano que traducir a otro escritor. Hay que convertirse en el escritor durante unos meses...
¿Tuvo contacto con él?
Nunca le he escrito, porque no tuve nunca una duda irresoluble que consultarle. Y me parecía indiscreto hacerlo sin un motivo de trabajo. Ahora sí le voy a escribir, para decirle qué contenta estoy.
Ya como lectora, ¿dónde se ubican sus gustos entre los escritores franceses?
Adoro a Francia y a sus escritores... De todos los siglos, de todos los estilos.
Usted tradujo al español 'Los miserables', de Victor Hugo, y la consideran la versión más fidedigna. ¿Por qué?
Porque pude investigar muy a fondo, sobre todo en aspectos del vocabulario que nunca se habían resuelto del todo.
Leí que sufrió con Balzac y disfrutó traducir a Pierre Michon y Guy de Maupassant. ¿Por qué?

Siempre disfruto traduciendo. Pero a Balzac me costó cogerle el tranquillo. Del primer libro de él que traduje, hice no menos de tres borradores.
¿Qué escritores colombianos conoce o ha leído?
Álvaro Mutis, García Márquez... pocos, me doy cuenta ahora... tendré que poner remedio a eso.