Una novela sobre el inventor es la punta de lanza de un interés planetario por su figura
Nikola Tesla, frente a la espiral de la bobina de su transformador de alto voltaje./Museo Tesla.Belgrado./Ferran Sendra./elperiodico.com |
«Dejemos que el futuro juzgue a cada uno según sus logros. El
presente es de ellos, pero el futuro por el que tanto he trabajado me
pertenece». Son palabras del vencido y olvidado por su tiempo Nikola Tesla
(Smiljan, Imperio austrohúngaro, actual Croacia, 1856 - Nueva York,
1943 ), descubridor de la corriente alterna, genio excéntrico. Dotado de
una inteligencia audaz y visionaria pero muy poco dotada para los
negocios y la vida práctica, Tesla, con más de 700 patentes en su haber,
perdió la guerra de las corrientes frente al todopoderoso y un tanto
gansteril Thomas A. Edison, adalid de la corriente continua,
que gastó fortunas para desacreditarle y electrocutó de paso a un
elefante para demostrar lo letal que podía ser la opción del sebocróata
(el vídeo, por cierto, corre por internet). También perdió frente a
Marconi que utilizó su tecnología para patentar la radio y, de paso,
ganarse un Nobel.
Y sí, no es difícil de adivinar, Tesla tenía
razón. Un siglo después es fácil comprobar un triunfo que no pudo
disfrutar porque murió solo, enloquecido y en la pobreza. Su sistema
permitió trasladar la electricidad a kilómetros de distancia -más allá
de las cortas miras de Edison- y dio alas al actual sueño inalambrico en
el que nos encontramos. Pero hay más que eso. La historia de Tesla es
una novela perfecta sobre un tipo caballeroso e idealista, dotado de
brillantes ideas, que perdió en la lucha contra unas fuerzas más
interesadas en el marketing y la comercialización que en el
desarrollo de la ciencia y el bien común. ¿Es raro entonces que desde su
oscura muerte en los años 40 su nombre y fama empezaran a abrirse paso
hacia la notoriedad durante la contracultura de los 60 que lo convirtió
en un nuevo héroe alternativo?
Desde entonces y especialmente en los últimos años ha ido creciendo una 'teslamanía'
global que ha convertido al inventor en un verdadero ídolo de la
cultura pop. «No hay muchos científicos que hayan sido tan profundamente
inspiradores para el mundo del arte y de la cultura en todos los
órdenes», explica el periodista y divulgador científico Miguel A. Delgado, importante teslólogo que le ha dedicado dos ensayos.
cON la cara de bowie
Y ahí tienen a Tesla haciendo apariciones estelares en películas -por ejemplo, en 'El
truco final' con el rostro de David Bowie-, canciones, cómics,
videojuegos y por supuesto, la literatura, donde ha sido un secundario
de lujo en 'El palacio de la Luna' de Paul Auster y en 'Contraluz' de
Thomas Pynchon y protagonista absoluto de esa pequeña joya que es
'Relámpagos' de Jean Echenoz.
Sin olvidar su capacidad de
movilizar a los fans un siglo después. Hace dos años y ante la noticia
de que el laboratorio de Tesla, Wanderclyffe, en el estado de Nueva
York, iba a ser convertido en un centro comercial, una iniciativa
popular de gente anónima consiguió el millón y medio de dólares que se
necesitaba para salvarlo.
La última aportación desde España,
viene de la mano de Delgado que acaba de publicar una entretenida novela
de aventuras Tesla y la conspiración de la luz (Destino), que
fantasea muy libremente con su figura. Delgado será también el comisario
de una macroexposición de la Fundación Telefónica de Madrid que a
partir del 21 de noviembre incluirá objetos personales del físico que
por primera vez saldrán de su Museo en Belgrado. «Es curioso pero las
reinvindicaciones de Tesla suelen coincidir con periodos de crisis,
porque las crisis ponen en cuestión el relato oficial. No me parece
casual que el interés por su figura en España coincida con esta periodo
cargado de desconfianza por la historia que nos han contado», advierte
Delgado, empeñado en mostrar todos los aspectos del fenómeno en el que
se ha convertido Tesla, como prueban los testimonios que ofrecerán en la
muestra creadores como Marina Abramovic, Terry Gilliam, Laurie Anderson
o Neil Gaiman. Y desde el terreno local, Christina Rosenvinge ha cedido
para la ocasión una canción de su próximo disco, que saldrá en Navidad,
titulada Pobre Nicolás. Eso sin olvidar que Jim Jarmusch lleva años trabajando en el libreto de una ópera centrada en el destino maldito del inventor.
No
toda la culpa de su fracaso social fue de sus adversarios. Tesla no era
exactamente habilidoso en sus relaciones sociales y en los últimos años
se multiplicaron sus manías y problemas mentales. Se convirtió en un
anciano encerrado en una habitación de hotel donde daba de comer a las
palomas y hablaba de raros inventos como el rayo de la muerte y el
generador de terremotos. «Al final acabó imponiéndose la caricatura.
Mientras los jóvenes ingenieros salían de las facultades conociendo su
tecnología pero no su nombre».
Aventuras al estilo Verne y Welles
A Miguel A. Delgado
se le cruzó el amplio conocimiento de las peripecias de Nikola Tesla
con las ganas de escribir una novela como las que le incitaron a leer en
su adolescencia. En Tesla y la conspiración de la luz se dan cita Julio
Verne, H. G. Wells, La isla del tesoro y unas novelitas que Isaac
Assimov dedicó a los jovenes protagonizadas por el aventurero Lucky
Starr.
El resultado es una distopia, un mundo futuro pero
reconocible en el Nueva York alternativo de los años 30 transformado por
los descubrimientos y postulados de Tesla –y no por los de Edison-. «No
es necesario que el lector conozca a Tesla porque el libro explica
bien quien fue», dice el autor.
La novela sigue los últimos y
solitarios años del físico, con un trasfondo de figuras reales como
Marconi o los magnates J. P. Morgan II y John Jacob Astor IV, que murió
en el Titanic.Y por cierto, gracias al ingenio de Tesla y la ficción de
Delgado el Titanic no se hundió en 1913, se reconvirtió en un capricho
para ricos. «La tragedia del Titanic fue un momento crucial para la fe
en el progreso. Ahí empezó a resquebrajarse».