La traductora, famosa por haber llevado al español a Camus, Calvino, Sartre, Nabokov y Durrell, entre otros, cuidó a su marido cuando languidecía
Aurora Bernárdez y Julio Cortázar, en los primeros años de París. |
Aurora Bernárdez, la ex mujer de Julio Cortázar, de 94 años, permanece en coma, ingresada en el hospital de St. Anne de París, después de desplomarse en la calle.
Para los que tengan un recuerdo un poco vago de la biografía de Cortázar: la pareja se conoció en 1952, en Buenos Aires, en los círculos de los intelectuales contrarios al peronismo. Poco después, Cortázar y Bernárdez (que tiene orígenes gallegos) se fueron a París, con el propósito de emprender la 'vida de la literatura'. No fue fácil, Bernárdez tuvo que trabajar en unos grandes almacenes, incluso, pero los dos acabaron por encontrar el éxito. Él como escritor y ella como traductora. No es difícil encontrar a escritores que sostienen que Bernárdez ha sido la mejor traductora al español de su generación. Camus, Calvino, Sartre, Nabokov y Durrell, entre muchos otros, pasaron por su máquina de escribir.
La pareja se separó en 1967. Se ha hablado del viaje a la Cuba de Castro como uno de los motivos de la ruptura: a Julio le gustó la Revolución y a Aurora, no. Más importante: Julio tuvo alguna aventura adúltera. Aurora lo supo y quiso la ruptura. El escritor, en cambio, quiso mantenerse al lado de Bernárdez. No lo logró.
Después, Cortázar se emparejó con Ugné Karvelis, una lituana que había combatido con los partisanos a los nazis, una mujer muy atractiva que tenía un problema grave con el alcohol. Existe alguna biografía de Cortázar en la que se afirma que el escritor no estuvo nunca enamorado de Karvelis, que ha pasado a la historia, quizá injustamente, como 'la mala' de esta historia.
La buena, en cambio, es Bernárdez, que, cuando Cortázar enfermó de un virus violentísimo y misterioso (ya no es ningún secreto que se trataba del SIDA) a principios de los 80, lo cuidó y estuvo a su lado. También tuvo que pelear para que los viejos amigos cubanos no 'se quedaran' con su muerte. Cortázar, a partir del caso Heberto Padilla, también se había desencantado de la Revolución. Y antes acompañó en su enfermedad a Carol Dunlop, la tercera mujer de Julio.
Bernárdez quedó como la albacea de su marido, la mujer que ha cuidado y administrado su obra desde su muerte.