Julio Ortega, quien participará de las jornadas Rayuela y El Cielo. Para pensar a Julio Cortázar, analiza el rol de la lectura, lo femenino y las innovaciones en una obra que se reactualiza y alimenta con nuevas generaciones de lectores
Julio Coatázar, el Gran Cronopio./pagina12.com.ar |
Rayuela es
un tratado de la lectura. Respondiendo cuestionarios sobre los 40 años
de leerla, me he encontrado con los varios lectores que he sido desde
aquel día limeño del 63 en que mi amigo Raúl Vargas me habló con tal
entusiasmo de la novela que estaba leyendo, que de inmediato la leí para
siempre. No en vano este párrafo repite que leemos. Al fondo de
cualquier página de Rayuela alguien más lee. Y en esa galería de
leyentes nos sabemos leídos.
Rimbaud quiso cambiar la vida, Marx el mundo, Joyce el texto. Julio
Cortázar buscó cambiar el papel del lector. Ese linaje de lo moderno
empieza cuando Cervantes quiso cambiar de país: dejar La Mancha y
construir La Novela, la comunidad de la ironía. Cortázar imaginó a un
lector que ingresaba a la Ciudad de la lectura, cuya gracia irónica es
la inteligencia mutua. Dedujo un lector “macho”, operativo, que leía
Rayuela a saltos; y otro “hembra”, que leía de corrido. No pudo prever
que la novela desencadenaba nuevas formas de lectura, gracias a su misma
abolición de los dualismos. Hablé alguna vez con él sobre las distintas
lecturas que habitan Rayuela, todas con derecho de piso, y entendí que
vivía su papel de autor como otro lector. Era una novela que se seguía
rehaciendo en un tiempo siempre futuro, porque cristalizaba la poética
latente de su época: su sed de temporalidad. Rayuela, así, no envejece.
Abrimos el libro y reconocemos el esplendor del presente. Rayuela es un
animal vivo.
Octavio Paz me dijo que todo empezó el día en que Julio llevó al
círculo de amigos a La Maga, anunciada a la medida de la Nadja de
Breton. Pero la imagen resultó ajena al modelo. Y cuando se publicó la
novela, ella, extraordinariamente, no se percató. No faltó quien se lo
dijera: La Maga eres tú. Francisco Porrúa, el primer lector de la novela
y su magnífico editor, me contó que su reacción fue poco novelesca:
decidió ella traducirla al alemán, para espanto de Julio. La formidable
colección de las cartas de Cortázar incluye las del proceso de su
edición en manos de Porrúa. En una carta, Cortázar le dice que el
capítulo sobre el piantado Ceferino, que es un arbitrista con planes no
menos absurdos y cómicos, podría pasar por ficción, y habría que añadir
una nota advirtiendo que se trata de un personaje real. Demostrando que
ya era cabal lector de Rayuela, Porrúa responde: si pones esa nota el
lector creerá que el personaje es ficticio. Gregory Rabassa, su gran
traductor al inglés, me contó que revisando las galeradas encontró que
el linotipista había copiado que el sol parecía un huevo frito, en vez
de un huevo amarillo. Julio se entusiasmó: dejémoslo así, es mucho
mejor. Rayuela en inglés es otro libro, gracias a ese lector distraído.
Con Aurora Bernárdez, quien es la maga verdadera de la vida y obra
de Julio Cortázar, he cotejado lecturas de todo orden, que ella
sobrelleva con agudeza y humor. Siempre hay alguien que lee en una
novela una película, en un cuento una pieza musical, o se declara novia
suya. La novela, en verdad, se debe a su admiración por la subjetividad
femenina, más libre y más plena que las virtudes elocuentes de la agonía
masculina. La novela nos revela que la mujer es irrepresentable: lo que
se diga de ella es siempre poco. La Maga, más que verosímil, es la Musa
de la lectura insondable.
Ya no me extrañó que de vuelta en París me extraviara sin alarma y
de pronto entendiera que caminaba el París de Rayuela. Confieso que es
mucho mejor.
Las jornadas Rayuela y Cielo. Para pensar a Julio
Cortázar, organizadas por la Asociación Amigos del Museo Nacional de
Bellas Artes, tendrán como expositor central a Julio Ortega, profesor en
Brown University, quien junto a Raúl Yurkievich estuvo a cargo de la
edición crítica de Rayuela en la colección Archivos. Las jornadas serán
el 7 y 8 de mayo en el auditorio de Av. Figueroa Alcorta 2280.