Si Edgar Allan Poe fue uno de los titanes del relato de terror gótico H. P. Lovecraft (1890-1937) fue el gran escritor del terror cósmico. En su vida, el autor de Rhode Island fue un escritor de revistas pulp, pero hoy es parte del canon de las letras estadounidenses. Racista, misántropo y hasta “mal escritor”, Lovecraft creo un mundo escalofriante en el cual el hombre es un vulnerable ente perdido de un cosmos indiferente que esta poblado por terribles y antiguos seres maléficos
Howard Phillips Lovecraft, escritor estadounidense del terror cósmico./revista Ñ. |
Empecemos por el rostro y por el nombre. La cara es larga y tiene una
gran frente, como una luna; su boca es una severa y delgada línea
recta; sus orejas son enormes y hasta un poco punteadas; su quijada se
proyecciona para delante. Su mirada es severa o melancólica, pero
siempre distante. En conjunto, el efecto es un poco inquietante. Y el
nombre: Lovecraft. Literalmente Love: Amor; Craft: oficio o arte. Es una
sublime ironía que este misántropo y racista (desafortunadamente para
los que aman sus cuentos), cuya obra literaria crea una sensación de
espanto cósmico, tenga un nombre que significa Amor.
En el mundo
de Lovecraft el hombre es un ignoto detalle dentro de un infinito abismo
helado. Más que un ofebre del amor, Lovecraft es un tejedor de
oscuridad. Su mitología nihilista -llamada Cthulhu- está repleta de
monstruos más viejos que el Tiempo y crueles ciudades subterráneas. Si
Lovecraft fuera la creación de un maestro del Cine clase B (como a veces
parece), se hubiera llamado Doktor Pain (dolor) o J.P. Dark (oscuridad) o Maurice Grave (tumba). Pero la vida es más ingeniosa que la ficción.
Lovecraft es el heredero de Edgar Allan Poe, pero no continúa la obra de ese maestro del terror gótico de Baltimore, sino que abre una bifurcación, una nueva tradición, una que hoy se denomina Weird Fiction. En su libro de ensayos Horror supernatural en la literatura, Lovecraft ofrece una de las primeras definiciones del género que hoy incluye escritores como China Miéville o Thomas Ligotti:
“El verdadero cuento weird tiene algo más que un asesinato secreto, huesos sangrientos, o una figura debajo de una sábana haciendo ruidos de cadenas arrastradas. Una cierta atmósfera de angustia de fuerzas externas desconocidas debe existir. Y debe haber una sugerencia, expresado con seriedad y un portento adecuado para el tema, de la más terrible idea de la mente humana: una maligna y extraña suspensión, o derrota, de las leyes fijas de la naturaleza que son nuestra única salvaguarda en contra los asaltos del caos y los demonios del espacio profundo inexplorado.”
En Poe el terror puede llegar porque un ser es enterrado vivo sin querer o porque una asesino entierra un cadáver debajo del piso de su casa. El terror de Lovecraft tiene su fundamento en algo más abstracto. Lean, por ejemplo, el primer párrafo de uno de sus cuentos más importantes, El llamado de Cthulhu:
“La cosa más misericordiosa en el mundo, creo yo, es la incapacidad de la mente humana para establecer una correlación entre todos sus contenidos. Vivimos sobre una isla plácida de inocencia entre infinitos mares negros y no era nuestro destino que viajáramos muy lejos. Las ciencias, cada una extendiéndose con esfuerzo en su propia dirección, hasta ahora nos han dañado poco; pero algún día, al juntar piezas de conocimiento disociadas abrirá vistas de la realidad tan terroríficas -y de nuestro lugar en ella- que o enloqueceremos por la revelación o huiremos de la luz mortífera hacía la paz y seguridad de una nueva época oscura.”
En la obra de Lovecraft la cordura es algo extremadamente frágil. La mantenemos por una ignorancia voluntaria, por no fijarnos en el espanto que nos rodea, literalmente. ¿Cómo es eso que nos rodea? Sí, empieza aproximadamente a 100 kilómetros de la Tierra donde termina la atmósfera y empieza el espacio. Esa capa de 100 kilómetros que rodea nuestro planeta como una cáscara es nuestro único lugar en el cosmos. No tenemos donde irnos y si hay algo con vida allí afuera no es probable que sea benigno.
Uno de los mejores intérpretes contemporáneos de Lovecraft es Michel Houellebecq. Recomendamos sobremanera su libro H. P. Lovecraft. Contra el mundo contra la vida. Ya que no podemos superarlo, lo citaremos extensamente:
“Pocos se han sentido tan impregnados como él, tan calados hasta los tuétanos por la nada absoluta de cualquier aspiración humana. El universo no es más que una furtiva disposición de partículas elementales. Una figura de transición hacia el caos. Que terminará arrastrándolo consigo. La raza humana desaparecerá. Aparecerán otras razas, que desaparecerán a su vez. Los cielos serán glaciares, y estarán vacíos; los atravesará la débil luz de estrellas medio muertas. Que también desparecerán. Todo desaparecerá. Y los actos humanos son tan libres y están tan desprovistos de sentido como los libres movimientos de las partículas elementales. ¿El bien, el mal, la moral, los sentimientos? Meras 'ficciones victorianas'. Sólo existe el egoísmo. Frío, intacto y resplandeciente.
Lovecraft es conciente del carácter obviamente deprimente de sus conclusiones. Como escribe en 1918, "cualquier racionalismo tiende a minimizar el valor y la importancia de la vida, y a reducir la cantidad total de dicha humana. En muchos casos la verdad puede provocar el suicidio, o al menos determinar una depresión casi suicida".
Sus convicciones materialistas y ateas no cambiarán. Vuelve sobre ellas carta tras carta, con una delectación claramente masoquista.
Es obvio que la vida no tiene sentido. Pero tampoco la muerte. Y es una de las cosas que hielan la sangre cuando uno descubre el universo de Lovecraft. La muerte de sus héroes no tiene el menor sentido. No trae consigo el más mínimo sosiego. No permite en modo alguno concluir la historia. De forma implacable, HLP destruye a sus personajes sin sugerir nada más que el desmembramiento de una marioneta. Indiferente a esas miserables peripecias, el horror cósmico sigue creciendo. Se extiende y se articula. El gran Cthulhu despierta de su sueño.
¿Qué es el gran Cthulhu? Una disposición de electrones, como nosotros.”
Cerramos con la evaluación de Houellebecq sobre la relevancia contemporánea de Lovecraft:
“Hoy, más que nunca, Lovecraft sería un inadaptado y un recluso. Nacido en 1890, a sus contemporáneos ya les parecía, en sus años de juventud, un reaccionario pasado de moda. No es difícil adivinar lo que pensaría de la sociedad de nuestra época. Tras su muerte, la sociedad no ha dejado de evolucionar en un sentido que le incitaría a aborrecerla todavía más. La mecanización y la modernización han destruido ineluctablemente ese modo de vida al que se aferraba con toda su alma (por otra parte, nunca se hizo la menor ilusión sobre las posibilidades humanas de controlar los acontecimientos; como escribe en una carta, 'todo en el mundo moderno es la consecuencia absoluta y directa del descubrimiento de la aplicaciones a gran escala del vapor y de la energía eléctrica'). Los ideales de libertad y de democracia, que detestaba, se han infundido por todo el planeta. La idea de progreso se ha convertido en un credo indiscutible, casi inconsciente, que no tendría más remedio que indignar a un hombre que declaraba: 'Lo que aborrecemos es simplemente el cambio en sí'. El capitalismo liberal ha extendido su influencia sobre las conciencias; a la par que él, han llegado al mercantilismo, la publicidad, el culto absurdo y socarrón a la eficacia económica, el apetito exclusivo e inmoderado por las riquezas materiales. Peor aún: el liberalismo se ha propagado del ámbito económico al ámbito sexual. Todas las ficciones sentimentales se han hecho añicos. La pureza, la castidad, la fidelidad, la decencia se han convertido en estigmas ridículos. Actualmente, el valor de un ser humano se mide por su eficacia económica y su potencial erótico; es decir, justamente las dos cosas que Lovecraft más detestaba.
Los escritores de literatura fantástica son, por regla general, reaccionarios, por la sencilla razón de que son especial, podríamos decir profesionalmente conscientes de la esencia del Mal. Resulta bastante curioso que, de entre los discípulos de Lovecraft, ninguno haya sentido el impacto de este simple hecho: que la evolución del mundo moderno ha conseguido que las fobias lovecraftianas estén todavía más presentes, todavía más vivas.”
Lovecraft es el heredero de Edgar Allan Poe, pero no continúa la obra de ese maestro del terror gótico de Baltimore, sino que abre una bifurcación, una nueva tradición, una que hoy se denomina Weird Fiction. En su libro de ensayos Horror supernatural en la literatura, Lovecraft ofrece una de las primeras definiciones del género que hoy incluye escritores como China Miéville o Thomas Ligotti:
“El verdadero cuento weird tiene algo más que un asesinato secreto, huesos sangrientos, o una figura debajo de una sábana haciendo ruidos de cadenas arrastradas. Una cierta atmósfera de angustia de fuerzas externas desconocidas debe existir. Y debe haber una sugerencia, expresado con seriedad y un portento adecuado para el tema, de la más terrible idea de la mente humana: una maligna y extraña suspensión, o derrota, de las leyes fijas de la naturaleza que son nuestra única salvaguarda en contra los asaltos del caos y los demonios del espacio profundo inexplorado.”
En Poe el terror puede llegar porque un ser es enterrado vivo sin querer o porque una asesino entierra un cadáver debajo del piso de su casa. El terror de Lovecraft tiene su fundamento en algo más abstracto. Lean, por ejemplo, el primer párrafo de uno de sus cuentos más importantes, El llamado de Cthulhu:
“La cosa más misericordiosa en el mundo, creo yo, es la incapacidad de la mente humana para establecer una correlación entre todos sus contenidos. Vivimos sobre una isla plácida de inocencia entre infinitos mares negros y no era nuestro destino que viajáramos muy lejos. Las ciencias, cada una extendiéndose con esfuerzo en su propia dirección, hasta ahora nos han dañado poco; pero algún día, al juntar piezas de conocimiento disociadas abrirá vistas de la realidad tan terroríficas -y de nuestro lugar en ella- que o enloqueceremos por la revelación o huiremos de la luz mortífera hacía la paz y seguridad de una nueva época oscura.”
En la obra de Lovecraft la cordura es algo extremadamente frágil. La mantenemos por una ignorancia voluntaria, por no fijarnos en el espanto que nos rodea, literalmente. ¿Cómo es eso que nos rodea? Sí, empieza aproximadamente a 100 kilómetros de la Tierra donde termina la atmósfera y empieza el espacio. Esa capa de 100 kilómetros que rodea nuestro planeta como una cáscara es nuestro único lugar en el cosmos. No tenemos donde irnos y si hay algo con vida allí afuera no es probable que sea benigno.
Uno de los mejores intérpretes contemporáneos de Lovecraft es Michel Houellebecq. Recomendamos sobremanera su libro H. P. Lovecraft. Contra el mundo contra la vida. Ya que no podemos superarlo, lo citaremos extensamente:
“Pocos se han sentido tan impregnados como él, tan calados hasta los tuétanos por la nada absoluta de cualquier aspiración humana. El universo no es más que una furtiva disposición de partículas elementales. Una figura de transición hacia el caos. Que terminará arrastrándolo consigo. La raza humana desaparecerá. Aparecerán otras razas, que desaparecerán a su vez. Los cielos serán glaciares, y estarán vacíos; los atravesará la débil luz de estrellas medio muertas. Que también desparecerán. Todo desaparecerá. Y los actos humanos son tan libres y están tan desprovistos de sentido como los libres movimientos de las partículas elementales. ¿El bien, el mal, la moral, los sentimientos? Meras 'ficciones victorianas'. Sólo existe el egoísmo. Frío, intacto y resplandeciente.
Lovecraft es conciente del carácter obviamente deprimente de sus conclusiones. Como escribe en 1918, "cualquier racionalismo tiende a minimizar el valor y la importancia de la vida, y a reducir la cantidad total de dicha humana. En muchos casos la verdad puede provocar el suicidio, o al menos determinar una depresión casi suicida".
Sus convicciones materialistas y ateas no cambiarán. Vuelve sobre ellas carta tras carta, con una delectación claramente masoquista.
Es obvio que la vida no tiene sentido. Pero tampoco la muerte. Y es una de las cosas que hielan la sangre cuando uno descubre el universo de Lovecraft. La muerte de sus héroes no tiene el menor sentido. No trae consigo el más mínimo sosiego. No permite en modo alguno concluir la historia. De forma implacable, HLP destruye a sus personajes sin sugerir nada más que el desmembramiento de una marioneta. Indiferente a esas miserables peripecias, el horror cósmico sigue creciendo. Se extiende y se articula. El gran Cthulhu despierta de su sueño.
¿Qué es el gran Cthulhu? Una disposición de electrones, como nosotros.”
Cerramos con la evaluación de Houellebecq sobre la relevancia contemporánea de Lovecraft:
“Hoy, más que nunca, Lovecraft sería un inadaptado y un recluso. Nacido en 1890, a sus contemporáneos ya les parecía, en sus años de juventud, un reaccionario pasado de moda. No es difícil adivinar lo que pensaría de la sociedad de nuestra época. Tras su muerte, la sociedad no ha dejado de evolucionar en un sentido que le incitaría a aborrecerla todavía más. La mecanización y la modernización han destruido ineluctablemente ese modo de vida al que se aferraba con toda su alma (por otra parte, nunca se hizo la menor ilusión sobre las posibilidades humanas de controlar los acontecimientos; como escribe en una carta, 'todo en el mundo moderno es la consecuencia absoluta y directa del descubrimiento de la aplicaciones a gran escala del vapor y de la energía eléctrica'). Los ideales de libertad y de democracia, que detestaba, se han infundido por todo el planeta. La idea de progreso se ha convertido en un credo indiscutible, casi inconsciente, que no tendría más remedio que indignar a un hombre que declaraba: 'Lo que aborrecemos es simplemente el cambio en sí'. El capitalismo liberal ha extendido su influencia sobre las conciencias; a la par que él, han llegado al mercantilismo, la publicidad, el culto absurdo y socarrón a la eficacia económica, el apetito exclusivo e inmoderado por las riquezas materiales. Peor aún: el liberalismo se ha propagado del ámbito económico al ámbito sexual. Todas las ficciones sentimentales se han hecho añicos. La pureza, la castidad, la fidelidad, la decencia se han convertido en estigmas ridículos. Actualmente, el valor de un ser humano se mide por su eficacia económica y su potencial erótico; es decir, justamente las dos cosas que Lovecraft más detestaba.
Los escritores de literatura fantástica son, por regla general, reaccionarios, por la sencilla razón de que son especial, podríamos decir profesionalmente conscientes de la esencia del Mal. Resulta bastante curioso que, de entre los discípulos de Lovecraft, ninguno haya sentido el impacto de este simple hecho: que la evolución del mundo moderno ha conseguido que las fobias lovecraftianas estén todavía más presentes, todavía más vivas.”
Más información
Lovecraft, Fear of the Unknown, excelente documental online
H. P. Lovecraft. por S.T. Joshi. Breve e impecable articulo biográfico con muchos links al final