Estas son algunas de las sorprendentes profesiones con las que los escritores se ganaban la vida
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Escribir no te da dinero pero si realización personal/libropatas.com |
- Kurt Vonnegut. Puede
que el mundo de los concesionarios de coches sea el trabajo menos
literario que primero se nos puede venir a la mente, pero fue el que
tuvo el autor de Matadero Cinco. Fue muchas cosas, aunque se
había licenciado como bioquímico en la universidad. Su papel en la II
Guerra Mundial le marcó para siempre. Al volver de la guerra fue
periodista, escribió comunicados de prensa para General Electric e
intentó doctorarse en antropología, como explican en Vidas secretas de los grandes escritores. No lo consiguió. Ante sus pocas expectativas laborales montó un concesionario de Saab
y se dedicó a vender coches. Fue un fracaso y acabó yendo a la quiebra,
pero mientras escribió algunas de sus obras más famosas.
- Henry Miller. Miller
(sí, el que estaba casado con June y tuvieron amoríos con Anaïs Nin) es
uno de esos escritores que aparecen en las listas de autores que vieron
como sus polémicos libros eran incluidos en la lista de libros
prohibidos durante el siglo XX, pero su carrera profesional tuvo un
comienzo de lo más burgués. Miller fue jefe de personal en la Western
Union Telegraph Company, la compañía de teléfonos y telégrafos.
-Franz Kafka. Como le contaba en una carta a su amada Felice,
Kafka tenía su jornada muy bien dividida porque necesitaba tiempo en
solitario y en silencio. Durante el día no podía conseguirlo ni tampoco
podía evitar sus compromisos, como su trabajo en el Instituto de Seguros
contra Accidentes para Trabajadores de Praga, donde hacía cosas de lo
más aburridas aunque con la gran suerte, como publican en Rituales cotidianos,
de tener un turno único y fijo. Todos los días entre las 8 de la mañana
y las 2 de la tarde estaba en la oficina de seguros. No era muy
emocionante, pero algo tenía que hacer Kafka durante el día.
- Wallace Stevens.
Kafka no fue el único escritor de principios de siglo que trabajó en el
ramo de los seguros. Wallace Stevens , el poeta, era abogado de seguros
en la HArtford Accident and Indemnity Company, donde trabajó hasta su
muerte. Pero a él los seguros no le parecían tan mala cosa: aseguraba
que su trabajo le había enseñado a ser disciplinado.
- William Trollope. El
escritor británico trabajaba en una oficina de Correos y como no podía
trabajar y escribir de forma simultánea, tenía a uno de los trabajadores
de su casa entrenado para que lo llamase más temprano de lo necesario.
Las horas que robaba al sueño las dedicaba a escribir.
- James Joyce. Hasta el icónico James Joyce tenía que pagarse las lentejas: mientras le rechazaban una y otra vez Dublineses, él trabajaba tocando el piano y cantando. Es difícil imaginarse a Joyce poniendo música ambiente en cualquier lugar…
- Hilary Mantel. A
medida que nos acercamos al presente es más complicado encontrar
escritores que no hagan otra cosa o que no se dediquen de forma paralela
a otro trabajo, a pesar de vender libros. Hasta que Mantel no consiguió
hacerse un nombre era trabajadora social en un geriátrico. Ella era
joven, sus pacientes ancianos y el lugar terrible. Había sido una de
aquellas casas de trabajo victorianas tan adustas y horribles y los
ancianos muchas veces no sabían que ya no se encontraban en un sitio
así. Mantel asegura que se sentía impotente.
- Stephen King. Ahora es uno de los autores más vendidos del mundo y uno de los habituales en las listas de escritores que más ganan,
pero al principio no conseguía trabajo como profesor, a pesar de su
título de la Universidad de Maine, y decidió contentarse con el puesto
de bedel en el instituto en el que hubiese querido enseñar. Le valió
para mucho: Carrie fue inspirado por su trabajo.
- William Faulkner. Faulkner tuvo muchos trabajos con los que intentaba pagar sus facturas y uno de ellos fue de cartero en la universidad
en la que estudiaba. Pero como cartero no era tan bueno como como
escritor: se quedaba dormido en vez de hacer el reparto y leía las
revistas antes de entregarlas.
- Harper Lee. Quizás lo
mejor para definir lo que hacía en palabras actuales es atención al
cliente. Aunque Lee, eso sí, no era de las que te llaman para ofrecerte
nuevas ofertas de ADSL, la escritora trabajaba para una aerolínea
cogiendo reservas de billetes. Dejó la Eastern Airlines porque un amigo
le dio una nota por Navidad diciendo que tras años de coger registros de
vuelos tenía que dejarlo durante un año para centrarse en su obra.
Cumplió la orden y escribió Matar a un ruiseñor.
- Margaret Atwood. Hoy
es una de las escritoras más famosas, pero al principio de su carrera
tuvo que trabajar en una cafetería. Servía café y se encargaba de la
máquina registradora. Y no era muy feliz con ello.