La otra compañía que propongo es la biografía de Alejandro Magno de Mary Renault (1971), que no ha perdido concisión y que también empieza retrospectivamente con su muerte en 323 a. C
Alejandro Magno, unificador de Grecia./elpais.com |
En el otoño de 2005 me dieron a leer la novela (o es mejor
decir, “las dos novelas”) de Gisbert Haefs (Wachtendonk, 1950) sobre Alejandro
Magno para que hiciera una nota introductoria a la venta de los dos tomos
(separados) dentro una promoción de este diario (le agradezco el encargo a
Jacinto Antón). Me había leído anteriormente alguna novela histórica de Haefs y
me habían gustado su erudición y su fantasía (además le tenía ya por el reputado
traductor, editor y especialista en Borges y Bioy Casares), pero el volumen de
estas novelas que me mandó Jacinto, reunidas en uno solo, imponía por su
grosor: ¡1202 páginas de cuerpo bastante chico e interlineado magro! Hoy, por
suerte, tenemos el ebook, si es que esta obra ya está en catálogo electrónico,
que no lo sé, supongo que sí. La otra compañía que propongo es la biografía de
Alejandro Magno de Mary Renault (1971), que no ha perdido concisión y que
también empieza retrospectivamente con su muerte en 323 a. C.
Haesf probablemente es en estas obras donde ha ido más lejos
en la idea de recorrer una vida mítica, y
es por ello que se esmera en la descripción y el paso del
héroe por una ruta que, obviamente hoy, no puede ser la de la antigüedad, y es por ello que al principio de
sus libros hay unos mapas de cómo debió ser aquello, en la actual Turquía. El
reto está en acercarse a un paisaje memorial donde sí sabemos que el propio
Alejandro, o sus generales, o sus herederos, marcaron la tierra, diseñaron ciudades,
ampliaron caminos y puertos; en otras palabras, siguieron cambiando el mundo.
En un libro como este de Haesf, decir que empieza ya con
Alejandro muerto y que termina en el lecho de muerte de Aristóteles, no es
destripárselo al lector, sino introducirlo en un todo sinfónico. Al final de la
primera parte, Aristóteles hace un sucinto pero agudo retrato del rey:
“-Alejandro era muchos hombres y muchos enigmas. Indeciso,
impulsivo, un soñador lúcido. Era transparente como el agua y turbio como el
vino más fuerte. Y encantador y cruel, todo de todos y, de todo, más que
cualquier otro. Ávido por el botín y generoso. Antes de partir, repartió todos
los territorios nuevos y liberados, y, finalmente, Pérdicas le dijo: ‘¿Y tú con
qué te quedas?’ Alejandro contestó: ‘Con mis amigos y mi esperanza’. Entonces
Pérdicas devolvió los regalos y dijo que él tampoco quería nada más. Alejandro
era todo para todos. Digámoslo así: ese día murió el hombre que era hijo y
heredero de Filipo, aunque no comprendería esa muerte hasta más tarde. Hasta
donde yo sé, la muerte se le anunció por primera vez cuando rechazó la oferta
de Darío, que quería entregarle todos los territorios que se extendían al oeste
del Eúfrates”.
El autor, sin poder substraerse a su pasión por las intrigas
y las tramas negras, las introduce de manera “natural” en este imaginario sobre
Alejandro ya que, en lo poco (o mucho, según se mire y se compare) que sabemos
del macedonio, estas circunstancias aterradoras estaban a la orden del día, en
salones y en alcobas, en público y en privado.
Un factor interesante son las localizaciones, y de ahí el
experimento de extender un mapa (actual) sobre otro (más imaginario que
antiguo). Empecemos en la costa norte del mar Egeo con Troya, o su resto (en
2014 se ha anunciado la inauguración de un museo que recopilará los expolios a
que ha sido sometido este emplazamiento en los tiempos modernos). Piénsese que
hace 2000 o 3000 años Troya era la llave entre los dos continentes, algo así
como lo que es hoy Estambul. Haesf en sus apéndices aclara que “términos
latinos tales como “Grecia” o “Cartago” son impensables en boca de un heleno
del siglo IV a. C.” Así Assos se llama hoy Behramkale y allí, además de estar
el único templo dórico de Turquía, se sabe que Aristóteles vivió cerca de tres
años. Mar abajo está Pérgamo (obviamente, sitio donde se inventó el pergamino),
que tenía la segunda biblioteca más importante de la Antigüedad; la tercera casa
de los libros era la de Éfeso (lugar que origina la leyenda de que el templo de
Artemisa se incendió precisamente el día en que nació Alejandro: hoy queda
solamente una columna reconstruida donde anida una cigüeña), y adonde se
llegará por la misma ruta tras pasar por Izmir [Esmirna], la cuna de Homero.
También a medio camino hacia Bodrum [Halicarnaso], ciudad natal de Herodoto, se
pisan dos localizaciones emblemáticas: Mileto y Didim [Didima] con las aún imponentes subsistencias del templo de Apolo,
que fue demolido por los persas en 494 a. C. Después llegaría hasta allí Alejandro
Magno para reconstruirlo.
* Alejandro” (Libro I: Unificador de Grecia). Libro II:
Conquistador de Asia. Gisbert Haefs. Pocket Edhasa, 2005. Traducción:
José Antonio Alemany y Adan Kovacsis.
Alejandro
Magno (Biografía). Mary Renault (Edhasa 1991). Traducción.
Horacio González Trejo.
Roger Salas es autor de Más allá del escenario:el ballet "Muerte de Narciso" de Alicia Alonso