lunes, 16 de junio de 2014

El irresistible encanto del cuento de hadas

Folclore. El estreno de  Maléfica  revive la importancia del cuento popular para interpretar culturas, descifrar símbolos y determinar orígenes varios

Angelina mala. La película es un éxito, la tradición en la que se basa es larga y todavía hoy genera polémicas en su interpretación./revista Ñ
 
El último fin de semana la exhibición de la película Maléfica convocó a 338.989 espectadores en los cines argentinos. Un éxito. Si se toman las cifras en otros países de América o Europa se repiten, duplican y demuestran que el filme tuvo una respuesta evidente en la masividad. Y también una convocatoria desde lo popular. Las historias con hadas siempre resultan atractivas y aunque se conozcan los guiones clásicos, el misterio persiste.
La Maléfica de Angelina Jolie tenía una carga extra. Es la historia del hada perversa de La bella durmiente y el relato transcurre desde su mirada. Es mala pero intenta redimirse y recomponer la situación para lograr el idilio que las audiencias esperan desde hace siglos. Este es un planteo inteligente para la recaracterización de la mercancía.
El cuento de hadas vende, interesa, gusta y hasta nos promete enseñanzas, mensajes, reflexiones y lecciones de vida. Las historias suelen ser tan inquietantes como atractivas. Y sabemos que las historias que leemos junto a nuestros hijos son en realidad versiones edulcoradas, muy distintas de aquellas historias temerarias del Medioevo. Allí se originaron las más clásicas que Disney se encargó de llevar hasta el empalago.
En el último medio siglo, el estudio académico de los cuentos folclóricos orales y los cuentos de hadas literarios han florecido en todo el mundo y parece haberse difundido de manera proporcional al auge irresistible que genera en ámbitos culturales y comerciales. “Caperucita Roja”; “La bella durmiente”; “Blancanieves”, “Hansel y Gretel”; “Cenicienta” son algunas de las historias más conocidas y persistentes que atraviesan culturas y mapas para explicar los orígenes, el porqué de cuestiones que la filosofía intentó responder a lo largo de su existencia.
Vivimos y respiramos cuentos de hadas, tienen vida propia que luego nosotros personificamos, dice Jack Zipes, autor de El irresistible cuento de hadas (FCE). “Los cuentos de hada comienzan con un conflicto: no estamos adaptados al mundo y debemos encontrar la manera de adaptarnos, adaptarnos a las demás personas; debemos inventar o encontrar el método, a través de la comunicación, de satisfacer y resolver los deseos e instintos en conflicto”, interpreta Zipes en su libro reciente publicado en nuestro país.
Uno de los autores que mejor analizó la función, estructura y origen del cuento popular ha sido el estadounidense Robert Darnton, especialista en el siglo XVIII francés y autor de La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (FCE). Darnton investigó el recorrido de estos relatos que fueron recogidos por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm a fines del siglo XVIII alemán que se volvieron célebres al publicar sus Cuentos de hadas . Darnton explica que en realidad tomaron los cuentos “El gato con botas”, “Barba azul” y “Caperucita roja” del relato de Jeanette Hassenpflug, una vecina y amiga íntima de ellos en Cassel; ella los había aprendido de labios de su madre, quien provenía de una familia hugonota francesa. Los hugonotes habían traído su repertorio de cuentos a Alemania donde habían huido de la persecución de Luis XIV. Pero no los habían tomado directamente de la tradición oral. Los habían leído en los libros de Charles Perrault, Marie Cathérine d’Aulnoy y otros escritores, cuando estuvieron de moda los cuentos de hadas en los círculos parisinos elegantes a fines del siglo XVII.
Perrault, a su vez, había tomado su material de la tradición oral de la gente común (se supone que su fuente principal haya sido la niñera de su hijo). Según Darnton, lo retocó para que se adaptaran al gusto de los refinados y cortesanos de los salones a los que dedicó su primera versión de Mamá Oca ( Contes de ma mère l’oye , 1697). Por eso los cuentos que llegaron a los Grimm, a través de la familia Hassnpflug, no eran muy alemanes ni representativos de la tradición popular. Desde luego, los Grimm reconocieron su carácter literario y afrancesado; por ello los suprimieron en la segunda edición de Kinder-und Hausmärchen, excepto “Caperucita roja”. Así, quedaban atrás las versiones del lobo sanguinario y violador y devino una historia que conservó cierta tensión pero con un, claro, final feliz.
Por su parte, las reinas y las princesas de la Baronesa D’Aulnoy (1651-1705) no recurren al dios cristiano ni a la Iglesia para que les conceda un hijo o las asista en el nacimiento, sino a las hadas. Si bien algunas de ellas pueden ser maléficas, los cuentos transmiten la idea de que “sólo las hadas pueden poner la casa en orden, poner fin al engaño y al abuso”.
El material que ofrecen las historias también tentó al psicoanálisis y esto generó una polémica aun persistente respecto del uso arbitrario de las versiones vigentes para el análisis sin tener en cuenta las traumáticas historias originales. Por lo menos así lo entienden los filólogos.
Bruno Bettelheim, autor de Psicoanálisis de los cuentos de hadas (Crítica) lee en “La bella durmiente” el despertar sexual. Dice que en los meses anteriores a la primera menstruación, y a veces algún tiempo después, las chicas dan muestras de cierta pasividad, parecen como dormidas y sumidas en sí mismas: así pues, parece razonable que un cuento de hadas, en el que se inicia un largo período de sopor al comenzar la pubertad, se haya hecho famoso durante tanto tiempo. “Los cuentos que como ‘La bella durmiente’ tienen por tema central la pasividad, hacen que el adolescente no se inquiete durante ese período de inactividad: se da cuenta de que no permanecerá siempre en aparente no hacer nada, aunque en ese instante parezca que este período de calma haya de durar más de cien años”. Y concluye “A pesar de las enormes variaciones en cuanto a los detalles, el argumento de todas las versiones de ‘La bella durmiente’ es que, por más que los padres intenten impedir el florecimiento sexual de su hija, éste se producirá de modo implacable. Además, los obstinados e imprudentes esfuerzos de los padres no conseguirán más que evitar que la madurez se alcance en el momento preciso. Este retraso en la maduración está simbolizado por los cien años de letargo de Bella durmiente, que separan su despertar sexual de la unión con su amante”.
El psicoanalista alemán Erich Fromm interpreta el cuento como un acertijo del inconsciente colectivo en la sociedad primitiva, y lo resuelve “sin dificultad” descifrando su “lenguaje simbólico”. Sostiene que el cuento se refiere a una confrontación de la adolescente con la sexualidad adulta. Su significado oculto se muestra en su simbolismo. Para Darnton en el caso de “Caperucita roja”, los símbolos que él encuentra en su versión del texto se basan en detalles que no existieron en las versiones conocidas por los campesinos de los siglos XVII y XVIII. “Saca mucho provecho de la caperuza roja (que no existe) como símbolo de la menstruación, de la botella (que no existe) que lleva la niña como símbolo de su virginidad, y de la advertencia (que no existe) de la madre a la muchacha de que no se aleje del camino ni se interne en despoblado, donde puede romper la botella. El lobo es el macho violador. Y las dos piedras (inexistentes) que son colocadas en la barriga del lobo por el cazador (inexistente) después de que saca a la niña y a la abuela, representan la esterilidad, el castigo por violar un tabú sexual. El psicoanalista nos introduce en un universo mental que no existe, por lo menos no antes del surgimiento del psicoanálisis”.
De todos modos se trata de una de las literaturas más persistentes y que, como señala el sociólogo Arthur Frank,“Puede ser que los cuentos no respiren de manera real, pero pueden dar vida”.