Una batalla entre gigantes. La tienda online le quitó visibilidad en el portal a los títulos del grupo Hachette por negarse a un descuento
Depósito. En Augsburgo, Alemania, Amazon tiene uno de sus tantos centros de distribución de libros. /Reuters./revista Ñ |
Un fuerte conflicto comercial, con ribetes novelescos, está
viviendo por estos días la industria editorial grande de los Estados
Unidos. Los principales contendientes son la megatienda online Amazon (que concentra el 65 por ciento de las ventas de libros en ese país) y Hachette, una de las editoriales más importantes de los Estados Unidos y Europa. La discusión gira en torno a los precios a los que se deben vender las ediciones digitales de los libros, es decir, los e-books. Aunque en el fondo la pelea expresa dos concepciones radicalmente distintas
de entender y encarar la venta de libros: la de las editoriales
tradicionales y la de las empresas de tecnología, que ahora también
participan del negocio editorial.
Todo comenzó en 2007 cuando Amazon –que ya era una importante librería y distribuidora de libros impresos– lanzó el e-reader (dispositivo de lectura) Kindle e ingresó en el negocio de los e-books. Ese equipo fue el primero que permitió descargar libros en forma inalámbrica, a 9,99 dólares cada uno
(por debajo del precio del libro impreso). Al público le gustó tanto
la propuesta, que rápidamente transformó al Kindle en una suerte de “iPod de los libros”.
Pero
esto afectó a las editoriales, que empezaron a perder márgenes de
ganancia, más aún a medida que el Kindle se popularizaba. Tras años de
conflictos, hace dos semanas el grupo francés Hachette dijo “basta” y se negó a otorgarle más descuentos a Amazon.
La tienda online contestó de la peor manera. Suprimió el botón de “encargar por adelantado con un solo clic” para los títulos de esa editorial y les puso plazos de entrega de “tres a cinco semanas”.
En el mundo de Internet, esto es algo así como sacar los libros de la
vidriera y ordenarles a los vendedores que desalienten sus ventas.
A Hachette el golpe le dolió mucho, porque estaban lanzando The Silkworm (El gusano de seda),
nuevo libro de J. K. Rowling – autora de Harry Potter– escrito bajo el
seudónimo de Robert Galbraith. De buenas a primeras, Amazon le quitó la pre-compra , que permite vender antes de imprimir, y así ajustar la tirada a la demanda.
Todo esto es posible por la situación de monopsonio que se creó en esta industria tras la aparición de Amazon. Esto es: un solo comprador (Amazon) para muchos vendedores (editoriales y autores). En la teoría económica, esto puede resultar tan dañino como la otra cara de la moneda: el monopolio (un solo vendedor para muchos clientes). En ambos casos, el único comprador o el único vendedor están en condiciones de fijar los precios y las condiciones comerciales.
Amazon
defiende su derecho a negociar de la forma más conveniente para sus
intereses. En un comunicado se compararon a sí mismos con una librería cualquiera, que tiene derecho a decidir qué libros vende y en qué condiciones.
Del otro lado, los grandes grupos editoriales no son “nenes de pecho ”. Tras años de fusiones, adquisiciones y concentración, también se ganaron la fama de duros negociadores y hasta recibieron denuncias por malas prácticas. Y en medio aparecen otras tecnológicas, como Apple, que aprovechó y salió a promocionar en iTunes y iBooks los libros de Hachette en la precompra y a un valor de US$9,99.
Todo este escándalo, en definitiva, no es más que una batalla de gigantes que hoy concentran la edición y la distribución de la cultura escrita en el mundo globalizado por las nuevas tecnologías.
Por eso suena al menos naif
la posición de Hachette, cuando reclama que Amazon debiera compensar a
las editoriales por “las importantes tareas” que realizan como
“curadoras, encargadas de marketing y editoras de los libros”. Puede
ser, pero para Jeff Bezos, el fundador y CEO de Amazon, esto no es más
que sonido de la vieja economía que solo busca “ retrasar la innovación”.
Claro, la innovación en la mirada de empresarios como Bezos, consiste
en buscar formas cada vez más eficientes de maximizar las ganancias deshaciéndose de intermediarios. Y eso son, para él, las editoriales.
En definitiva, la discusión es mucho más profunda que un porcentaje de descuento y por eso provoca tanto escozor. Habla de dos concepciones de los negocios, que reflejan dos eras
que por ahora deben convivir. La de la producción y comercialización
del libro tradicional –con las editoriales como protagonistas–; y la era
digital, que conecta directamente a los autores con sus lectores. Y a
la cual las editoriales deberán adaptarse, si no quieren terminar siendo
sólo un recuerdo.