Irvine Welsh arremete contra la crisis sociopolítica en Skagboys, precuela del libro que "ahora es lectura obligada en clase"
Irvine Welsh, autor escocés de Trainspotting./elespectador.com |
Té verde; cualquiera', dice tras apurar un vaso de agua. No es la
bebida que uno espera de este hombre corpulento, de brazos tatuados y
cabeza rapada, con un habla tan cerrada casi como su boca. Menos aún si
se sabe que es Irvine Welsh, autor de 'Trainspotting' (1993), retrato de esa simbiosis letal que fue el thatcherismo y la heroína que estalló en Escocia en los ochenta.
Una instantánea que tuvo secuela, 'Porno' (2002), y precuela,
'Skagboys' (chicos de la heroína), que ahora llega a España (Anagrama).
'Quería explicar cómo los personajes de 'Trainspotting' habían llegado
hasta ahí, pero deseaba complementar las voces y las circunstancias
familiares dando un pequeño sorbo al tema político', indica.
Pero
Welsh (Leith, Escocia, 1958), quien se encuentra en Barcelona para
hablar de su vida y obra en el Festival Primera Persona del Centro de
Cultura Contemporánea, ha dado un buen lingotazo. 'Hace tiempo que
quería escribir sobre los años ochenta, que transformaron Inglaterra,
que es casi como escribir de ahora, porque el tema sociopolítico no ha
cambiado, sigue dominando el paro. Todo se ha cronificado desde esos
ochenta', asegura.
Thatcher es, así, casi coprotagonista. En el
libro se la considera culpable de propagar el sida en Escocia al
suprimir programas de intercambio de jeringas, mientras que algunos se
hacen eco de la teoría conspirativa de que la heroína aterrizó para
frenar los violentos disturbios de 1981.
'No creo en conspiraciones, porque todo el capitalismo me parece en sí una conspiración contra la clase trabajadora;
se provoca ex profeso paro y falta de oportunidades... y en ese
ambiente el analgésico viene solo. La gente ha de gestionar el dolor y
en ese caldo de cultivo, la droga llegará siempre; es un chute
inevitable contra el drama de una vida así'.
También la falta de
tacto de la Dama de Hierro está, cree, en la raíz del proceso
independentista de Escocia. 'Thatcher es la gran artesana de la
independencia. No sé qué pasará en el referéndum de octubre, pero,
aunque sea a largo plazo, la separación de Escocia está garantizada;
todos los elementos que justificaron la unión -la industrialización, el
imperio con su mercado, el Estado de bienestar...- se han fundido'.
A
ese ambiente hay que añadir una polarización brutal de la sociedad
entre ricos y pobres, si bien no se ha traducido en la explosión social
que Welsh vaticinó hace 10 años. 'Si yo perteneciera al establishment
gubernamental estaría muy preocupado. Cuanto más apática esté la gente y más tarde en reaccionar, mucho más imprevisible y catastrófico será el estallido de violencia.
Estamos en la calma típica antes de la gran tempestad y los sectores de
la seguridad, públicos y privados, no podrán contener ese malestar'. Y
no se divisan cambios. 'Ya no es ricos contra pobres; hoy los ricos ya
sólo son cuatro y tras acabar con la clase trabajadora ahora atacan a
las clases medias'.
El tono de voz de Welsh, bajo, es el de quien
se ha fajado en el fango y pudo salir más o menos de pie -hace tiempo
que dejó las drogas- en una sociedad británica que 'no ofrece esperanza
alguna a sus ciudadanos', pero que ha colocado una pica en el sistema:
Trainspotting es lectura obligatoria en escuelas y uno de los títulos
más sustraídos en bibliotecas y librerías. 'Está muy bien que roben mis libros; es coherente con el mundo underground que describo.
A veces, el éxito fuerza al establishment a introducir cosas en el
sistema, aunque vayan en su contra'. Y tanto, porque la trilogía es dura
de forma y fondo. 'Skagboys' vuelve a mostrar una cantidad infinita de
juegos de argot rimados, el peligroso humor que destila Begbie (Robert
Carlyle en el cine), aquí graduándose como psicópata, y las sórdidas
peripecias de un Spud (Ewen Bremner) que pierde el empleo y que
'inevitablemente tenía que caer en la droga', que no debía ser el caso
ni de Renton (Ewan McGregor) ni de Sick Boy (Jonny Lee Miller),
kamikazes muy conscientes de que van a cruzar una frontera.
'Tenían
recursos para no sucumbir, pero es la fuerza de encontrarse ambos lo
que les conduce a la droga y ésta a cambiar su voz, su pensamiento
cínico tan brillante en Renton, por la del victimismo, la decadencia y
la pena. A todos nos ha pasado que una amistad te ha arrastrado a un
mundo autodestructivo del que sabes que no saldrás si no rompes esa
relación'.
No teme el autor escocés la amistad reiterada de Renton y su pandilla.
Aunque vive en EE.UU., pasa tres meses al año en su tierra natal.
'Siguen el paro y las drogas, pero está en el aire la voluntad de
reinventarse. Hay cierto optimismo, al que el proceso independentista no
es ajeno porque creen que desatascará el país al olvidarse de defensas
militares, aristocracias y macroimperios y centrarse más en lo esencial:
trabajo y vida sencilla'.
Hace poco que Welsh alquiló una casa un fin de semana para reencontrarse con McGregor y otros miembros del equipo cinematográfico para ver si 'Porno' llega también a la gran pantalla. 'Trainspotting dejó el listón alto; dependerá si hallamos un buen guion y cuadramos agendas'.
Más factible parece una adaptación televisiva para HBO. Mientras, Welsh promociona su última novela, 'Las vidas sexuales de las hermanas siamesas', locura de relaciones obsesivas entre una profesora de fitness y una clienta obesa, que Anagrama publicará en español en 2015.