Quizá porque a cierta edad elegimos demorarnos sólo en lo que nos hace felices, pasados los 70 años mi padre dedicaba casi todo su tiempo a escribir
Jorge Luis Borges, Maestro de la eficacia narrativa./revista Ñ |
Esa imagen dichosa me acompaña mientras leo El aprendizaje del escritor
, transcripción de las tres reuniones que Jorge Luis Borges mantuvo en
1971, en Nueva York, con estudiantes del programa de escritura de la
Universidad de Columbia. Publicadas en su momento en inglés, acaban de
ser editadas en español por Sudamericana y organizan en tres partes
–Ficción, Poesía y Traducción– valiosas reflexiones que el autor de El aleph , acompañado por su traductor Norman Thomas di Giovanni, fue desgranando a modo de diálogo.
El
libro es una ocasión inmejorable para reencontrar a Borges en la
plenitud de su inteligencia e ironía, analizando algunas de sus “marcas
registradas”: narrar los hechos como si no los entendiera del todo;
ralentizar la acción en busca de una mayor “eficacia” narrativa; la
elección de anécdotas capaces de fundar un cuento; las obsesiones que
derivaron en poemas sobre un mismo tema a lo largo del tiempo; las
claves de sus versiones en inglés; su falta de interés autoral en la
novela como género y su sarcasmo ante la fama (“ser un extranjero, ser
un anciano y ser ciego me hacen una combinación muy fuerte”).
Nos
regalan también estas conversaciones fogonazos de lo que el escritor
asumía como enigmas. ¿Qué lo fascinó, como para guardarla durante 30
años, de la historia de odio entre dos gauchos que originó El otro duelo
? “No lo sé. También podría usted preguntarme por qué me gusta el sabor
del café o el sabor del té o el sabor del agua”, responde Borges. “Lo
que me atrajo –dirá por fin– fue el hecho de que los dos hombres no se
sintieran víctimas, el hecho de que les fuera dada la oportunidad de sus
vidas”, para dirimir esa vieja rivalidad con la muerte al cuello. Uno
de mis pasajes favoritos reproduce las palabras de Borges en la
recepción final. “Chesterton dijo: ‘Sólo una cosa es necesaria, todo.’
Ese todo para un escritor es más que una palabra genérica (…); es
literal. Representa lo capital, lo esencial, las experiencias humanas.”
Quizá porque a cierta edad elegimos demorarnos sólo en lo que nos hace
felices, vuelvo a ellas como al mar.