Roncagliolo y Sacheri son algunos de los narradores que publican libros sobre el fútbol. Se unen a clásicos como Galeano y Hornby
Literatura y fútbol.Ilustración de Tomás Ondarra./elpais.com |
“Hay tres temas universales: el amor, la muerte y el fútbol. Si te
interesa lo que le pasa a la gente, en algún momento terminarás
topándote con el fútbol”, asegura Santiago Roncagliolo
(Lima, 1975). “En el fútbol la tristeza o la alegría no son definitivas
y siempre hay una nueva oportunidad, un nuevo partido, a diferencia de
la vida. Ojalá la realidad fuera así”, reflexiona Eduardo Sacheri (Buenos Aires, 1967). Dos escritores que coinciden estos días en el campo literario del fútbol con sendos libros: Pena máxima y La vida que pensamos. Cuentos de fútbol (en Alfaguara), respectivamente, y se incorporan a una tradición con autores como Eduardo Galeano o Nick Hornby.
El teatro de la vida con 22 jugadores detrás de un balón mientras
están rodeados de la algarabía de los aficionados es un material
tentador para los escritores. Y no hace falta ser futbolero para llevar
este deporte a la literatura. O, incluso, por serlo, algún autor
prefiere no escribir sobre una de las pasiones de su vida. No es el caso
de Roncagliolo y Sacheri, que en sus nuevas narraciones logra sacar las
cosas buenas y menos buenas del ser humano a través del fútbol. Un
deporte en que confluyen lo profundo y lo banal, aseguran.
Pena máxima es un thriller que transcurre en el
Perú durante la celebración del Mundial de Argentina, en 1978,
precisamente el último escenario suramericano, antes de Brasil 2014.
Estamos en 1978. La selección peruana debuta en la cita mundialista ante
Escocia. La república entera está delante del televisor. Un buen
momento para cometer un crimen. El disparo coincide con un gol del Perú y
entonces comienza para Félix Chacaltana el primer caso de su vida. Sin
saberlo, claro. Porque Chacaltana, protagonista de Abril Rojo,
Premio Alfaguara en 2006, es 8 años más joven que cuando supimos de él
por primera vez y sus problemas tienen mucho peor solución que un
crimen: quiere perder la virginidad, vive con una madre dominante
difícil de gestionar, padece un intermitente mal de amores y no le gusta el fútbol.
“El fútbol es una especie de ritual de la tribu, celebramos lo que
somos, o lo que creemos que somos, vituperamos al enemigo, o al que
creemos que es el enemigo y nos sentimos parte de algo. Esa es la razón
por la que hay tanto fanático del fútbol. A lo mejor tu vida es gris,
pero por un día eres parte de algo mucho más grande y compartes un sueño
con mucha más gente. No es extraño que un brasileño, un argentino o un
español sea fan del fútbol… ¡lo raro es que un peruano lo sea!”, cuenta
Roncagliolo al hablar de la pasión de su país por este deporte. Ese
ruido, ese alboroto, choca con la soledad de Chacaltana.
La soledad es siempre un tema en sus libros, recuerda el autor
peruano. Quizá, dice, “sea por haber vivido tanto tiempo fuera de casa
que no terminas sin los lazos normales que tiene la gente y de ahí que
los personajes estén un poco desvinculados del mundo que les rodea”. Y
lo que rodea a Chacaltana y a Joaquín, otro de los personajes de la
novela, es el destino. “Chacaltana es particular, pierde la inocencia en
cada novela. Es el único detective que no quiere investigar nada, él
sólo quiere cerrar sus archivos. Nada más. El tema de Joaquín es la
huida. Son los vínculos entre América y Europa, el fascismo. Los lazos
entre Chile y Alemania y Argentina e Italia. Joaquín recorre la historia
del fascismo, desde los años treinta en Europa al de la América Latina
de los setenta”.
Leyendo Pena máxima, uno se encuentra una imagen atípica de
las fuerzas armadas pre democráticas. Roncagliolo tiene su teoría: “Los
militares de Perú eran de izquierdas, no había margen para un gobierno
fascista como el de Chile o Argentina. De hecho muchos de los militares
con los que hablé para la novela estaban horrorizados con lo que pasaba
en esos dos países, pero no hicieron nada. Cuando tu vecino es un
asesino y tú no haces nada, te deslizas hacia la complicidad. Y el
momento culminante fue en el mundial del 78, en el que Argentina pide
permiso al Perú para apresar a algunos de sus ciudadanos en el Perú y en
el Perú les dijeron que, ya que venían, podían llevarse también a
alguno de los suyos. En el Perú hay conciencia de la operación Cóndor.
Podemos discutir si se llamó Cóndor o no, pero colaboración claro que
hubo. Está documentado y está contado. Es importante no olvidarlo. No
fuimos unos genocidas en los setenta, como eran el gobierno de Chile o
Argentina, pero las cosas pasaron y no debería quedar impunes”.
Irradia el autor, en sus declaraciones y en sus artículos, un
optimismo que escasea en los tiempos que corren. “Los que no somos
europeos valoramos mucho más a Europa que los europeos. América Latina
en general ni sueña con la protección social que tiene un europeo, y eso
en una situación de crisis. Hay muchas cosas mal que hay que cambiar,
pero sigue siendo el sistema más igualitario, con mayores servicios
sociales, mayor libertad para vivir, que hay en este planeta hoy. Está
muy bien ser crítico, pero no debemos olvidar lo que sí tenemos.”,
argumenta Roncagliolo.
Tal vez ese optimismo le venga del practicismo que siempre ha
gastado. Valga como ejemplo lo que tardó en desprenderse de su afición
por el Alianza de Lima. El avión del equipo se estrelló y Roncagliolo
encontró una vía de escape para una pasión que le daba más penas que
alegrías: “eran años muy difíciles, estaba saturado de sufrimiento, mis
padres se estaban divorciando, el Alianza estaba haciendo una gran
campaña… y se estrella. Me reenganché con el Atlético cuando vine a
Madrid. Encontré un equipo que iba de sufridor y que hacía gala de
ello”.
Lo que está claro, escuchando al escritor, es que el proceso mental
de los hinchas de fútbol es universal: “Primero, cuando arranca el
campeonato, piensas que esta vez sí, luego crees que una derrota es solo
un traspiés, luego pasas a hacer cábalas y te agarras a que
matemáticamente todavía es posible, y luego llega el último paso, que es
el de opinar que lo hay que hacer es trabajar bien con los equipos
inferiores, con lo que estás dando por perdidos los próximos 20 años”,
explica con una carcajada.
Y como despedida, ¿Ha pensado alguna vez en asesinar a alguien
durante un partido? “Sí, ¡y también sin que hubiera partido por el
medio! Para mi anterior novela, envié unos datos anatómicos de un crimen
a un especialista y me contestó que estaba todo correcto, y que se
alegraba mucho de que enfocara mis instintos criminales hacia la
literatura”.
Pero ¿por qué gusta tanto el fútbol a tanta gente distinta? Eduardo
Sacheri cree que se debe a que la gente deposita en el fútbol, “de
manera tangente, cosas muy importantes porque es lo que hacemos en el
juego. La diferencia es que esos otros juegos quedan circunscritos a la
niñez mientras el fútbol nos acompaña. Con él afloran aspectos profundos
y banales”.
Para leer el fútbol
Pedro Zuazua
Más allá de los clásicos- Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, el cuento 19 de diciembre de 1979,
de Roberto Fontanarrosa etc… - cada año de Mundial trae nuevos libros
sobre el llamado deporte rey, que hace tiempo que dejó de ser un tema
tabú para intelectuales y escritores. Parece aún lejos el fervor
anglosajón por la literatura futbolística, pero la cosa, al menos,
parece que va arrancando. Aquí van algunos de los títulos que han
aparecido recientemente en las librerías:
La vida que pensamos. Cuentos de fútbol
(Alfaguara), del argentino Eduardo Sacheri. La recopilación de los
cuentos de Sacheri se ha reeditado de cara al Mundial. Son relatos
cargados de recuerdos, que logran transportar al lector a la infancia
(entendiendo que tuvo una infancia futbolera, claro), a los olores y a
las sensaciones de las canchas de tierra, de los goles en el último
minuto que nunca llegaron y de las noches de gloria en estadios repletos
que sólo existieron en sueños. Si uno ha jugado al fútbol, se sentirá
fácilmente identificado con la mayoría de los relatos, porque Sacheri
logra hacer de cada historia individual algo universal.
Tantos mundiales, tantas historias (Roca
Editorial). Alfredo Relaño, director del diario deportivo AS, hace un
extenso recorrido por la intrahistoria de las citas mundialistas. Desde
el origen de la copa del mundo a la de la tradición de celebrar las
victorias en La Cibeles, pasando por el gol anulado por un jeque en
España 82, el robo del trofeo o el pulpo Paul, van pasando por un manual
que se aleja de la estadística y del historicismo y recuerda el lado
más humano y social de la cita balompédica.
Cuando éramos los mejores (pero no ganábamos nunca)
(Debate), de Santi Giménez y Luis Martín. Se presenta como “recuerdos
compartidos del Mundial 86” pero en realidad es la historia de la
selección, y de España, resumida en una cita deportiva. Es la selección
española contada desde dentro, con un nivel de detalle que permite
imaginar el día a día de La roja, cuando La roja era La furia. Contiene
información, fuentes de primer nivel y unas elegantes dosis de ironía
que arrancarán una sonrisa al lector. ¡Ah, y tiene fotos!
Futebol. Brasil y el deporte que le da la vida.
(Ariel), de Alex Bellos. El libro es un retrato de Brasil a través del
fútbol. Bellos, que fue corresponsal de The Guardian en Río de Janeiro,
llevó a cabo una investigación de más de un año. El resultado es un
libro muy entretenido, cargado de historias que a veces rozan el
surrealismo y que explican hasta qué punto el fútbol está metido en el
ADN de los brasileños.
Fuera de Juego (Caballo de Troya), de
Miguel Ángel Ortiz, trata el tema del paso de la infancia a la
adolescencia, en el que el fútbol ejerce como hilo conductor de la vida
de unos chicos que practican el balompié con sus propias reglas, las de
la calle. La posición antirreglamentaria sólo existía en la televisión,
hasta que crecieron y apareció en sus vidas.
El regate (Anagrama), del brasileño Sérgio
Rodrigues. Con un cierto toque de melancolía, la novela es una
perspectiva de la historia más reciente de Brasil a través del fútbol.
Murilo Filho, cronista deportivo, y su hijo Neto. Es también una
búsqueda de la identidad propia del país, del encontronazo entre las
generaciones que vivieron la época dorada de la canarinha y los
desencantados contemporáneos. Una historia que tiene fútbol, venganza,
política y algo de sexo.
No podía faltar, en este resumen, la nota sociológica. Goles y banderas. Fútbol e identidades nacionales en España
(Marcial Pons, Ediciones de Historia) de Alejandro Quiroga Fernández de
Soto, es un manual para entender cómo se ha usado el fútbol para la
creación de identidades nacionales en España y como, a veces, el deporte
ha servido para fomentar ideas patrióticas.