Blanca Riestra cuestiona el papel de la mujer en su libro autobiográfico Pregúntale al bosque La escritora gallega pone la experiencia de ser madre en el centro de su novena novela
La escritora de Pregúntale al bosque, Blanca Riestra. / Luis Sevillano./elpais.com |
Con ocho novelas a la espalda y dejando atrás el horizonte de los 40. Blanca Riestra (A Coruña, 1970) se encontraba nel mezzo del cammin di nostra vita
cuando, en 2011, le salió sentarse a escribir “ese libro que todos los
autores tienen y que está relacionado también con un cierto momento de
la vida”. Un texto mitad interrogatorio mitad confesión —autobiográfica—
que responde a un solo propósito: “quiero entender cómo llegamos a ser
lo que somos”. Pregúntale al bosque (Pre-Textos),
novela ganadora del Premio Ciudad de Barbastro, se pregunta sobre las
raíces de la identidad y los helechos entre los que crece la vocación
literaria. Y sobre qué luces y qué aguas subterráneas le dan vida.
El impulso vino de dos hitos biográficos. Por un lado, la muerte del
padre (“que es entrar en la vida adulta a patadas”) y por otro la
maternidad, una sombra que recorre cada página del libro. Con Rimbaud
como dios, Una temporada en el infierno como biblia, y
las disquisiciones literarias de Barthes y Marguerite Duras como sus
acólitos, Riestra se adentraba en una escritura biográfica “aunque
ficcional, y muy cabreada, de reclamación”.
Unas reclamaciones que se mueven en un campo concreto: el de género.
“Saber que iba a tener una niña me preocupó. Y me preocupó que me
preocupara. Eso me hizo reflexionar sobre algo que no había pensado
demasiado, que es en qué consiste ser mujer en nuestra sociedad”,
explica la autora con hablar pausado y un rastro de cautela, como si le
pareciera moverse en terreno pantanoso. Pero no calla: “Éramos las más
gamberras, bebíamos tanto como nuestros compañeros y no pensábamos en
casarnos. Nos educaron diciéndonos que la igualdad era una asignatura
resuelta, y con el tiempo te das cuenta de que la sociedad sigue siendo
machista y de que las cartas están jugadas de antemano”. Al tener una
niña, cuenta en el libro, sentía que “estaba trasmitiendo un estigma
como una antorcha”.
La maternidad, defiende la autora, "ha sido siempre el elemento que
ha justificado la discriminación de la mujer en la sociedad. Si no
tuviéramos hijos no estaríamos relegadas al círculo doméstico". Por eso
ni Riestra ni su yo de ficción ponen paños calientes al hablar de ella.
La escritora arremete contra el “ambiente de propaganda de la maternidad
insoportable” del que la ley del aborto que el Gobierno del PP planea aprobar en julio
es solo “la punta del iceberg”. De la experiencia de ser madre,
defiende, no se habla en la literatura y, si se hace, “es de manera
mitificadora y falseadora”: “Si explicas las partes duras, todo el mundo
te mira mal, parece que estás rompiendo las reglas del juego. Y no es
solo algo maravilloso, también es extraño. Yo lo viví como una
rendición, pero también como apostar por un tipo de continuidad”. En Pregúntale al bosque se describe la experiencia física del embarazo como la de albergar “un intruso” en el propio cuerpo.
El miedo estaba en escribir algo demasiado personal: “La vida de los
autores no nos interesa a nadie, más que de manera anecdótica. Lo
importante es que los libros se sostengan por sí mismos”.Si el suyo lo
hace es, en parte, por su carácter “generacional”. La suya vivió los
coletazos de la movida y pasó la adolescencia en “un momento en el que
se vivía sin pensar en el mañana, una fiesta perpetua. El libro es un
poco el pinchazo de esa burbuja”. El desengaño. Una palabra de la que
también se apropian escritores con unos años menos (como Elena Medel o Antonio Lucas) y que empieza a sonar universal.