Fernando Gómez Director de la revista Bocas habla sobre su amistad con Ana Mercedes Hoyos, artista colombiana fallecida esta semana
Ana Mercedes Hoyos, artista plástica que cumplía 50 años de carrera artistica. /Miltón Díaz./eltiempo.com |
La noticia me llegó como un puñetazo; Fernando
Quiroz me mandó un mensaje de texto a las siete de la mañana con una
sentencia terrible: “Murió Anamer”. Tuve que leer el mensaje varias
veces. Sus amigos, las personas cercanas, las personas que la queríamos
de manera incondicional, nunca le dijimos “maestra”. Ana Mercedes o
“Anamer”. El círculo con el que fui su amigo por años, Carlos Salas,
Carlos Jacanamijoy y Nadín Ospina, todos, absolutamente todos estaban
tan asombrados como yo. En los últimos tiempos, Anamer había tenido
varios quebrantos de salud, pero su humor y sus apuntes ácidos se
mantenían intactos. Y todos creíamos que la tendríamos muchos años más.
Nunca tuve una mejor lectora de mis columnas
ni una mejor compañera de tragos. Todavía no he conocido a nadie tan
apasionado por su propia obra, nadie que crea con tanta convicción en
cada uno de sus trazos y nadie tan enterado de lo que pasa en el
circuito del arte. La última vez que hablamos largo y tendido fue a
propósito de una columna que escribí sobre Doris Salcedo. La obra de
Salcedo le parecía floja, llamó a regañarme por hablar bien de semejante
cosa y le envió una carta a este diario expresando su asombro. En el
mundo del arte ella era la única persona que se atrevía a hablar de esa
manera. Sin miedo y sin pelos en la lengua. Doris Salcedo, para los que
no estén enterados, es tal vez la artista colombiana mejor cotizada en
galerías, museos y bienales de todo el mundo. Pero Anamer estaba por
encima del bien y del mal.
En más de quince años de amistad creo que solo
escribí uno o dos textos sobre ella, pero puedo decir que tuve la
fortuna de seguir su obra de primera mano. En su taller y en la sala de
su casa. En los últimos años había logrado decir todo lo que quería
decir con su obra, que no es poco. En los años 70 Anamer fue considerada
una de las mejores artistas abstractas de Colombia al lado de Negret,
Rayo y Ramírez Villamizar. Más tarde –cuando descubrió la riqueza
cultural de San Basilio de Palenque– decidió dejar la abstracción y
pintó el color y la vida de las palenqueras; en su casa hay unos dibujos
preciosos de los boxeadores adolescentes de San Basilio y docenas de
moños de los vestidos de las niñas en sus fiestas tradicionales, pero
finalmente viajó en el tiempo al origen de esa riqueza cultural. Y su
última obra son las figuras doradas de los esclavos africanos que
llegaron a América. Más allá de todo el trasfondo intelectual e
histórico de su obra, Ana Mercedes siempre batalló por algo más
elemental, algo que hace que el arte sea arte: Anamer peleó por la
belleza, por decir todo lo que tenía que decir con la forma y los
colores correctos. Por eso despreciaba el mal arte conceptual y las
instalaciones flojas; tampoco creía en la lástima. En su obra no hay
nadie más orgulloso que sus palenqueros. Adiós, Anamer, todos te vamos a
extrañar.
Fernando Gómez es periodista y curador de arte colombiano.